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Certamen psicoanálisis


Enviado por   •  24 de Mayo de 2023  •  Exámen  •  2.522 Palabras (11 Páginas)  •  24 Visitas

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Caso Clínico:

Primera sesión:

La paciente Raquel Figueroa, llega la penúltima semana de febrero de este año a consulta. Me comenta que le tiene un “terror” a la oscuridad y que llegue el día del aniversario de matrimonio de sus padres, porque le viene una angustia que no le permite rendir en su trabajo, esto la hace pensar en “cosas” todo el día. Y así, todos los años cuando se conmemora el aniversario. “¿El aniversario del matrimonio de tus padres?”, le pregunto. Ella responde; “Mi mamá esperaba a mi padre todos los aniversarios para conmemorarlo y hacer una cena, pero él llegó pocas veces”. Llora inmediatamente luego de decir eso. Le consulto que la hace llorar, y ella me dice que mejor no habláramos sobre eso aún. Así que me cuenta su biografía.  Ella tiene cuarenta años, dos hijos hombres de veinte y quince, y está en proceso de divorcio. Vive en Santiago, trabaja como enfermera en una clínica en Providencia hace dieciséis años. Se está divorciando porque la aburre lo monótono de la relación con su ex marido, me explica que era solo trabajo, discutían mucho y, que en esas discusiones se angustiaba mucho y sacaba lo peor de ella siendo hiriente, grosera y agresiva.

Segunda sesión:

 Vuelve al tema del marido y ella me comenta que solo quería más tiempo para ella. Él nunca la golpeó, me cuenta, pero que la engañó dos veces; “preferiría un golpe a un engaño de él”. Le consulto el porqué de esa afirmación y ella me cuenta lo siguiente: “Los engaños son muy duros, me engañaron dos veces antes de casarme y ahora este. Cuando sé o siento que me podrían estar engañando pienso en eso todo el día. Mi ex marido se encerraba con su celular en el baño. A todos lados iba con el celular. Yo no sospechaba nada. Hasta que un día se le olvida el teléfono, y veo unos mensajes extraños. Eso me angustiaba, mi cabeza estaba llena de estas ideas de engaño. No lo soportaba, en la noche no dormía y pensaba en matar o que le pasara un accidente a la amante de él. En esa imaginación podía sentirme mejor. Hasta que llega el otro día y así y así”.  Yo le consulto sí confirmó ese engaño en específico, me dice lo siguiente: “Lo confirmé todo. ¡Tiene otra familia! Y yo no supe, ¿Cómo es posible que yo sea tan tonta?”  Yo le respondo: “No tenías forma de saberlo” Ella me responde: “Desde ese día que vi el teléfono, sospechaba que andaban en moteles, él llegaba tarde siempre. Y venía algo extraño, no quería hacer el amor”, me cuenta.  Acá termina la primera sesión.

Las dos primeras sesiones me dejaron la siguiente impresión: Cuando me dijo que tenía cuarenta años me sorprendió. Pensé que demostraba treinta o incluso menos. Cuando habla mira al suelo, tiene una mochila bastante juvenil que la abraza cuando está sentada en sesión, como no queriéndola soltar, me da la sensación. ¿Que no querrá soltar? ¿De qué se protege tanto? Pensé en los erizos, cuando se asustan, esconden su cabeza, se vuelven una pelota de agujas que pueden herir, pero una herida de reacción tardía, porque no alcanzaba a defenderse de la humillación y la violencia. Una niña herida, que se protege de muchos traumatismos con violencia verbal exagerada. En las siguientes sesiones mostraré mis apuntes sobre lo que trae a sesión.

Tercera sesión:

La paciente me cuenta su historia de vida. Ella dice que su padre era bastante violento con su madre y su madre también. La violencia nunca fue física, pero se gritaban mucho y amenazaban de terminar el matrimonio. Ella recuerda una escena de sus padres donde la madre le dice al padre lo siguiente: “Estoy cansada de ti, solo quiero irme y poder retomar mi libertad que nunca tuve por tener que parir tan joven”. Además, ella había dicho que el padre llegaba solo en las noches, tenía otra familia. Ella anhelaba la presencia de él para poder jugar y contarle los chistes que leía en el condorito.  Le consulto que causó eso en ella. Me comenta que tenía la sensación que se quedaría sola, que eso era una tristeza profunda. Y me pregunta a mí, pero a la vez dirigiéndose a los padres; “¿Cómo es posible que los padres responsables de los cuidados de un niño se amenacen de esa forma?” Le consulto qué pensaba acerca de esa pregunta. Me comenta que ella hace todo lo posible para no abandonar a sus hijos, que es probable que perdone el engaño de su marido. Yo le pregunto de dónde saca que abandonará a sus hijos. Me responde: “Solo no quiero ni pensar que ellos puedan pasar por algo así”.

Cuarta sesión:

Llega a sesión agitada porque decidieron separarse con su marido. El esposo se fue de la casa. Ella lo llama, pero él no contesta. Yo le consulto porqué tanta insistencia en buscarlo. Ella contesta lo siguiente: “Yo dejé todo por él, mis amigos mi familia. La familia era con él. Me alejé de todo lo social, incluso no me gustan las relaciones interpersonales solo con él, todo.” Yo le consulto: “¿Por qué hay que dejarlo todo para estar con él?”

Quinta sesión:

En la cuarta sesión me comenta que logró comunicarse con su ex marido. Me dice que fue difícil porque él no quería nada con ella. Ella me dice que él le demandaba espacio, su lugar y que no fuera tan agobiante con él. Me comenta lo siguiente: “Eso me disgusta mucho, he dado todo por él, por estar bien y tener nuestra casa carísima y una familia acorde a lo que todos esperan, me gustaría que fuera más agradecido de todo lo que yo entregué, pero no, él se va con otra”. En ese momento se queja porque yo no le contesté un mensaje que sinceramente olvidé responder. Le di mis disculpas por eso. Ella me dice “Nadie está para mí, para eso estoy pagando esto”. Le consulté “¿Qué le demandas a los demás con tanta insistencia?” Ella me dice: “Yo siempre estoy para todos y nadie para mí”. Le respondo que llegó el momento de dejar de estar para todos, justificando en que le demanda presencia al padre, a su ex marido y ahora eso se actualiza en mí.

Sexta sesión:

La paciente me cuenta acerca de unas impresiones infantiles que le quedan hoy sobre las discusiones entre sus padres. Le importaba que sus papás discutieran tanto y terminaran tantas veces. Ella dice que recuerda que luego, en las noches, no podía dormir y que transpiraba mucho. No quería apagar la luz porque siente que se quedaría sola, y que no podría ver nada de lo que pasaba. Prefería siempre estar alerta y mirando, para saber si sus padres se iban o no, así ella podría salir corriendo a buscarlos. “¿Que te sucede con el temor a quedar sola, que piensas sobre eso?”, le pregunto. Ella contesta: “Cuando era adolescente tenía muchos pololos, quizá eso era consecuencia de los padres que tuve. Yo hacía de todo para que me mirara y me tuvieran presente. En ese tiempo participaba en todo para que los profesores me consideren buena alumna”.

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