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Dibujo Infantil


Enviado por   •  17 de Julio de 2013  •  Tesis  •  3.492 Palabras (14 Páginas)  •  531 Visitas

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Dibujo Infantil

Introducción

“Me tomó 4 años pintar como Raphael,

pero toda una vida pintar como un niño”

Picasso

El ser humano y especialmente el niño(a) en edad preescolar poseen la necesidad de expresar sentimientos, emociones, ideas y deseos.

Una de las maneras que tiene el niño(a) para hacerlo es a través del dibujo, el cual constituye la forma de lenguaje espontáneo más agradable para él. El dibujo es el medio por el cual logra expresar de forma no verbal lo que ocurre en su entorno físico y afectivo, permitiéndole así aflorar y canalizar sus emociones, ideas, pensamientos y deseos.

La evolución del dibujo infantil

El dibujo se originó a partir de dos necesidades del hombre: la primera se encuentra en la expresión de algún sentimiento o ideación y la segunda se da a través de la necesidad de comunicación de alguna idea o mensaje hacia sus semejantes. Es entonces considerado como una expresión artística que el ser humano emplea para dar a conocer su mundo interno, el lenguaje de las formas, un medio expresivo vital para el avance en el conocimiento y equilibrio emocional del hombre. En el niño(a) representa un medio único de acercarse a la realidad, revelar ideas, sentimientos y emociones que difícilmente se podrían comprender a través de otras formas de expresión. Forma parte de un proceso en el que el niño(a) reúne elementos de su experiencia para crear algo nuevo que le sirva para comunicación y expresión de los modos de pensar, sentir y percibir el mundo que le rodea. El dibujo es una modalidad de las artes plásticas, cuyo desarrollo pasa por una serie de etapas, que en el caso del niño(a) en el nivel inicial, según Lowenfeld (1961) son el garabateo y la etapa

preesquemática seguida por otras etapas que pertenecen a niños(as) en edad escolar tales como la etapa esquemática, pseudonaturalismo y el periodo de la decisión.

Etapas del Dibujo

Garabateo: Esta etapa comprende de los 2 a los 4 años de edad. Se inicia desde el primer trazo con movimientos de todo el brazo (dedos, muñeca, codo, hombro) representando evolución en el aspecto psicomotriz. Los garabatos son realizados sin una intención predeterminada y van evolucionando con el transcurrir del tiempo. Pero es hasta los 4 años de edad, cuando las figuras dibujadas comienzan a ser reconocibles. Los primeros trazos son el comienzo de la expresión introduciendo al niño(a) no sólo en el dibujo sino también al aprendizaje progresivo del lenguaje oral y escrito.

Según Lowenfeld y Brittain (1980):

“La forma en que estos primeros trazos sean recibidos puede influir mucho en su desarrollo progresivo. Es lamentable que la palabra garabato tenga connotaciones negativas para los adultos. La palabra puede sugerir pérdida de tiempo o, por lo menos falta de contenido.

En verdad, puede ser todo lo contrario, pues la manera en que se reciban estos primeros trazos y la atención que se les preste pueden ser la causa de que el niño desarrolle actitudes que aún poseerá cuando comience su escolaridad formal”

Al niño(a) hay que dejarlo garabatear y en ningún momento interrumpir esta actividad tan placentera para él, que le servirá como punto de partida en el desarrollo de capacidades que conservará hasta la edad adulta. Es importante no obligarlo a que dibuje algo específico y reconocible para el adulto, pues todo dependerá de las características individuales que posea cada niño(a).

Para Lowenfeld (1961), la etapa del garabateo se subdivide en tres categorías, las cuales son: Garabateo sin control o desordenado, Garabateo controlado y Garabateo con nombre.

Garabateo sin control o desordenado: Según Lowenfeld y Brittain (1980) “un niño muy pequeño puede encontrar un lápiz más interesante para mirarlo, tocarlo o aun chuparlo” (p.121), en consecuencia, esta primera etapa del desarrollo creativo se da en el niño(a) a partir de los 2 años de edad. Realiza trazos débiles, desordenados, rectos, ligeramente curvos, sin ninguna dirección específica, variando de longitud y dirección. No existe coordinación óculo manual y aún no posee control de su actividad motriz.

A esta edad el niño(a) no tiene una intención de representar algo en específico ya que no intenta reproducir el medio visual circundante, sólo le interesa el placer del movimiento, dejando su huella en el papel que será siempre lo más amplia posible, facilitándole así el progresivo control muscular del gesto. En muchas oportunidades se puede observar que los garabatos salen de la hoja de papel y el niño(a) mira a los lados mientras ejecuta el trazo.

Lowenfeld y Brittain (1980) afirman que: Algunos padres tratan de encontrar en estos garabatos algo que pueda reconocerse (…) Mientras un niño está en la etapa del garabateo desordenado, trazar un dibujo de algo “real” es inconcebible (…) Puesto que el niño de esta edad no tiene control visual sobre sus garabatos, los padres deben considerar esto como una indicación de que el niño no está aún en condiciones de realizar tareas que requieran control motor preciso de sus movimientos. De esta manera resulta inapropiado por parte del adulto exigirle al niño(a) a esta edad, dibujos que representen figuras reconocibles, pues al niño(a) le interesa es el placer que le produce dejar su huella sobre cualquier superficie. En esta etapa los garabatos van evolucionando a medida que el niño(a) va adquiriendo coordinación motora y pasa a realizar el garabato controlado.

Garabateo controlado: Aunque no exista mucha diferencia con los garabatos sin control en esta etapa hay un avance en el aspecto motriz, el niño(a) posee mayor coordinación óculo-manual por lo que se dedica a esta actividad con mayor entusiasmo, es decir, se consigue un control visual sobre lo que realiza, el niño(a) al controlar sus movimientos, disfruta de este descubrimiento, que lo estimula a variar en sus trazos la forma y las dimensiones, notándose trazos verticales, horizontales, circulares y en algunas ocasiones se puede observar el empleo de varios colores. Los trazos son más ordenados; ensaya sobre la forma de agarrar el lápiz y es hasta los tres años de edad que se aproxima a la manera de sostener el lápiz que tiene el adulto. En esta etapa Lowenfeld y Brittain (1980) sostienen que “el papel del adulto es ahora mucho más importante, ya que, a menudo, el niño acudirá a él con su garabatos, deseoso por hacerlo partícipe de su entusiasmo. Esta participación en una experiencia

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