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Didactica Magna


Enviado por   •  9 de Febrero de 2014  •  5.664 Palabras (23 Páginas)  •  214 Visitas

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CAPITULO VIII

ES PRECISO FORMAR A LA JUVENTUD CONJUNTAMENTE

EN ESCUELAS

1. Demostrado que las plantas del Paraíso, la juventud cristiana, no pueden desarrollarse de modo selvático, sino que necesitan cuidados, vamos a ver ahora a quién le incumben. Corresponden, naturalmente, a los padres; los cuales, ya que fueron autores de la vida natural, deben también serlo de la vida racional, honesta y santa. Dios testifica que esto era costumbre de Abraham, diciendo: Le conocí en que educaba a sus hijos y a su familia tras sí, para observar el camino de Jehová

ejerciendo la justicia y el derecho. (Gen. 18. 19.) Y esto mismo recomienda Dios a los padres en general, ordenándolo así: Hondamente grabarás mis palabras en tus hijos; y hablarás de ellas cuando estés sentado en tu casa, y cuando andes por el camino, cuando estés echado y cuando te levantes. (Deut., 6. 7.) Y por el Apóstol: Y vosotros, padres, no provoquéis a la ira a vuestros hijos, sino criadlos en la enseñanza y temor del Señor. (Ephes., 6. 4.)

2. Pero como son raros, siendo tan múltiples los hombres como los asuntos humanos, aquellos que o sepan, o puedan, o estén sin ocupaciones para entregarse a la enseñanza de los suyos, ha tiempo que con avisado propósito se estableció que personas escogidas, notables por el conocimiento de las cosas y por la ponderación de costumbres, se encargasen de educar al mismo tiempo a los hijos de otras muchas. Y estos formadores de la juventud se llamaron Preceptores, Maestros, Profesores; y los lugares destinados a estas comunes enseñanzas: Escuelas, Estudios literarios, Auditorios,

Colegios, Gimnasios, Academias, etc.

3. Josefo afirma que después del Diluvio el Patriarca Sem abrió la primera escuela, que después fue llamada Hebrea. ¿Quién ignora que en Caldea, especialmente en Babilonia, hubo bastantes escuelas en las que se enseñaban las artes, entre otras la Astronomía? Cuando, posteriormente (en tiempo de Nabucodonosor), Daniel y sus compañeros fueron adiestrados en esta ciencia de los caldeos (Dan., 1.20), come igualmente en Egipto, donde Moisés fue educado. (Ac., 7. 22.) En el pueblo de Israel, por mandato divino, se creaban escuelas, llamadas Sinagogas, donde los Levitas enseñaban la ley; éstas duraron hasta Cristo, conocidas por las predicaciones de Él y las de los Apóstoles. De los egipcios, los griegos y de éstos, los romanos, tomaron la costumbre de fundar escuelas; y principalmente de los romanos partió la admirable costumbre de abrir escuelas por todo su Imperio, especialmente después de propagada la religión de Cristo por el piadoso cuidado de los Príncipes y Obispos. La historia nos refiere que Carlo Magno, así que sometía gentes paganas, ordenaba a los Obispos y Doctores la creación de templos y escuelas; y siguiendo este ejemplo otros cristianos Emperadores, Reyes, Príncipes y Magistrados de las ciudades, aumentaron de tal modo el número de escuelas que hoy son innumerables.

4. Y es de gran interés para toda la República Cristiana, no sólo conservar esta santa costumbre, sino aumentarla de tal manera que en toda reunión bien ordenada de hombres (bien sea ciudad, pueblo o lugar) se abra una escuela como educatorio común de la juventud. Y esto lo exige:

5. El admirable orden de las cosas. Pues si el padre de familia no se dedica él a todo aquello que hace relación a la casa, sino que utiliza diversos artesanos, ¿por qué no ha de proceder en esto de semejante manera? Cuando necesita harina busca al molinero; si carne, al carnicero; si agua, al aguador; si vestidos, al sastre; calzados, al zapatero, y si construcciones, tabiques, herrajes, etc., al carpintero, albañil, herrero, etc. Y si para instruir a los adultos en la religión tenemos Templos, y

para resolver las causas de los litigantes o convocar al pueblo para informarle de algo poseemos el Pretorio y la Curia, ¿por qué no hemos de tener escuelas para la juventud? Del mismo modo que cada uno de los campesinos no lleva a pacer sus vacas y puercos, sino que los encomiendan a los vaqueros que presten el servicio a todos a un tiempo, mientras ellos se entregan a sus ocupaciones sin distraerse en ello. Esto es, que es muy útil la reducción del trabajo cuando cada uno hace una

sola cosa sin distraerse en otras; y de este modo cada cual puede servir a muchos y muchos a cada uno.

6. En segundo lugar la Necesidad. Y puesto que muy raramente los mismos padres tienen condiciones o tiempo para educar a los hijos, debe haber, por consiguiente, quienes hagan esto exclusivamente y por lo mismo sirvan a toda la comunidad.

7. Y aunque no faltarán padres que puedan dedicarse completamente a la enseñanza de sus hijos, es mucho mejor que se eduque la juventud reunida, porque el fruto y la satisfacción del trabajo es mayor cuando se toma el ejemplo y el impulso de los demás. Es naturalísimo hacer lo que otros hacen, ir adonde vemos que van los demás y seguir a los que van delante, como adelantarse a los que nos siguen.El fuerte caballo corre bien una vez abierta su cuadra cuando tiene a quienes seguir

o a quienes adelantarse. Más con ejemplos que con reglas se guía a la edad infantil. Si algo preceptúas, poco queda; mas si muestras que otros hacen algo, lo verás imitado aun sin mandarlo.

8. Finalmente, la Naturaleza nos ofrece admirable ejemplar al hacer que se produzcan en cada sitio las cosas que deben existir abundantemente. Así los árboles nacen con profusión en las selvas, las hierbas en los campos, los peces en las aguas, los metales en las entrañas de la tierra. Y sin un bosque produce abetos, cedros o encinas, lo produce en abundancia, sin que puedan con igual facilidad desarrollarse allí otras clases de árboles; la tierra que produce oro no da los demás metales con igual plenitud. Aún más claro se ve esto que decimos en nuestro cuerpo, donde es necesario que cada miembro tome su porción correspondiente del alimento consumido; pero no se le entrega su parte cruda para que él la prepare y asimile, sino que hay otros miembros destinados como a oficina para que tomen los alimentos para todo el cuerpo, los calienten, cuezan y, finalmente, distribuyan a los demás miembros el alimento así preparado. Así el estómago forma el quilo; el hígado, la sangre; el corazón, el espíritu vital, y el cerebro, el animal; y así preparados, corren cómodamente por todas partes y conservan la vida por todo el cuerpo. ¿Por qué, pues, así como los talleres forman los artesanos, los templos conservan la piedad y las curias administran la justicia, no han las escuelas de avivar, depurar y multiplicar las luces de la sabiduría, y distribuirla en todo el cuerpo de la comunidad humana?

9. Por último, en las cosas artísticas también observamos esto mismo cuando se procede racionalmente. El arboricultor, recorriendo las selvas y jarales, no planta

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