Distanciamiento Social E Adultos Jovenes, Adultos Medios Y Adultos Mayores
Ingv21 de Noviembre de 2012
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Distanciamiento Social en Adultos Jóvenes, Adultos Medios y Adultos Mayores
Ingrid L. Guevara, Yolanda K. Cabezas, José M. Ortiz
Departamento de Psicología
Universidad Centroamericana
“José Simeón Cañas”
01 Julio 2010
Antiguo Cuscatlán, El Salvador.
Resumen
El presente trabajo se tratara sobre el distanciamiento social hacia los adultos mayores de parte de los adultos jóvenes y adultos medios. Los historiadores sociales argumentan que las actitudes negativas hacia los adultos mayores se difundieron a mediados del siglo XIX y que para fines de ese siglo la caracterización cultural de los ancianos cambió de favorable a desfavorable. A lo largo del tiempo se han propuesto diferentes explicaciones teóricas sobre el envejecimiento, en nuestra investigación expondremos las más importantes; estas teorías son: las teorías biológicas, las teorías psicológicas y las teorías sociológicas. En este estudio entenderemos por vejez a la población de personas mayores o ancianas, normalmente jubilada y de 65 años o más. Distanciamiento social se entenderá como la discriminación y aislamiento que padecen las personas mayores por parte de su grupo familiar y de toda la sociedad. En la presente investigación se tratará de comprobar si existen diferencias en el distanciamiento social entre los adultos jóvenes, adultos medios y adultos mayores, para ello se utilizo la asignación de grupos etareos que fueron: adultos jóvenes, adultos medios y adultos mayores, se utilizó una muestra de 145 adultos seleccionados de manera aleatoria de los cuales 64 fueron hombres y 81 eran mujeres. Para la obtención de los resultados utilizamos el estadístico Anova para el análisis por ítems; que reporto diferencias significativas intergrupales solamente en uno de los ítems, por lo que podemos concluir que los ítems del 22 al 27 no resultan con diferencias significativas con respecto al distanciamiento social a excepción del ítem 22.
Palabras claves: vejez, distanciamiento social.
Distanciamiento Social en Adultos Jóvenes, Adultos Medios y Adultos Mayores
Los historiadores sociales argumentan que las actitudes negativas hacia los adultos mayores se difundieron a mediados del siglo XIX y que para fines de ese siglo la caracterización cultural de los ancianos cambió de favorable a desfavorable. La extensión de las actitudes viejistas coincide con la rápida expansión industrial y económica y favoreció a los intereses de los dueños de los negocios interesados en tener una fuerza de trabajo maleable constituida por trabajadores jóvenes mal pagos. Algunos investigadores sostienen que la emergencia de actitudes viejistas fue de naturaleza ideológica para legitimizar la discriminación en el mercado laboral. En un sentido amplio, las actitudes viejistas sirven al propósito ideológico del avance de los grupos dominantes para devaluar los méritos de los adultos mayores y disminuir la legitimidad de sus demandas políticas e intereses sociales (Moragas, 1998).
La expansión de las actitudes negativas hacia la vejez tiene componentes tanto culturales como ideológicos. Las actitudes negativas están asentadas en profundas creencias y patrones culturales tales como la glorificación de la juventud, la conceptualización del individuo como un sujeto libremente autónomo, el ideal de una libre competición económica y la reducción del valor humano a cálculos económicos. Estos valores culturales están implícitos en expresiones comunes tales como "hacélo o cállate", "no te metás en lo que no te da el cuero" y "solo sobreviven los fuertes". Estos patrones y creencias penalizan a los adultos mayores y favorecen la percepción reduccionista de los problemas sociales relacionados con la edad. Por ejemplo, la tendencia es a ver los problemas experimentados por los ancianos como "problemas individuales" y a ignorar sus bases en las estructuras históricas, culturales y sociales (Mira & López, 1961).
La tendencia a culpabilizar a la víctima es un componente importante del viejismo y en otros tipos de discriminación. Si un viejo no es feliz con una nueva situación en la que vive, el estereotipo cultural lleva a atribuir esta infelicidad del viejo a su terquedad o rigidez. Esto ocurre a pesar del hecho que la infelicidad puede estar perfectamente justificada bajo ciertas circunstancias. Si una persona mayor está aburrida, el estereotipo dictaminará que es un problema personal del adulto mayor porque, después de todo, los adultos mayores no son creativos y ni perezosos. A pesar de que las causas están enraizadas en condiciones sociales, culturales, históricas o económicas, la tendencia es a hacer al anciano personalmente responsable por sus problemas. Esta tendencia está relacionada con la dificultad general que muchos de nosotros tenemos para entender a la gente y a sus circunstancias en términos de los amplios contextos que los estructuran (Bourhis Leyens y Philippe, 1996).
La raíz cultural de la tendencia a culpar a la víctima está relacionada con un componente clave de las actitudes negativas: la estereotipia. La estereotipia es un componente psicológico social por el cual atributos negativos, que de hecho existen en un pequeño porcentaje de los miembros de un grupo, son generalizados y usados para categorizar a todos sus miembros. Por ejemplo, el hecho que un pequeño porcentaje de adultos mayores sea frágil y dependiente es tomado como un atributo general del volverse viejo. A pesar que los hechos muestran que la mayoría de los adultos mayores no son frágiles, la "fragilidad" se convierte en una característica que define el hecho de volverse senil. Las características personales de los individuos mayores son ignoradas y las personas mayores son etiquetados de acuerdo a este estereotipo negativo basado en su afiliación grupal. La estereotipia es discriminatoria porque niega el sentido del sí mismo y devalúa la singularidad ontológica del individuo. La estereotipia provee además la racionalización psicosocial para otros tipos de discriminación, tales como la evitación interpersonal y la discriminación laboral (Bourhis y otros, 1996).
Cuando los individuos mayores experimentan problemas tales como la pérdida de un trabajo o una enfermedad son individualmente culpabilizados por estos problemas. También aquí el proceso culpabilizador está relacionado con la estereotipia y con la negación de las características individuales. La situación social de los adultos mayores es, entonces, paradoja. Las cualidades individuales de las personas mayores son ignoradas al ser colocados todos juntos bajo una categoría derogatoria general en tanto que, por otro lado, son culpabilizados por el hecho de estar afectados por problemas que ellos no han creado (Mira, 1961).
Los problemas de las actitudes negativas y la estereotipia son exacerbados por el poder de los medios de comunicación electrónicos. Los adultos mayores están escasamente representados en televisión, radio y producciones cinematográficas y raramente aparecen en avisos comerciales. Cuando aparecen en programas de televisión su caracterización es generalmente negativa. Irónicamente, mirar la televisión es la actividad placentera que más tiempo insume entre los adultos en nuestra sociedad, haciendo de ellos el más alto nivel de consumidores de imágenes que los devalúan a través de su exclusión o caracterización negativa (Fuentes, 1989)
En nuestra sociedad los adultos mayores son etiquetados como rígidos, físicamente no atractivos, seniles, improductivos, enfermos, caprichosos, empobrecidos y sin sexualidad. La persistencia de la adultez, es atribuida a sus raíces en valores básicos tales como la glorificación de la juventud, el individualismo, la competencia económica y a la reducción de la consideración humana solamente en términos de utilidad económica. Estos valores crean un entorno cultural en el cual las desventajas del envejecimiento son enfatizadas, sus beneficios son ignorados y los individuos viejos son culpados por problemas que ellos no han creado (por ejemplo, son desempleados a causa de la discriminación laboral) (Bourhis y otros, 1996).
La descripción histórica los adultos mayores, ilustra como los cambios en la organización social, combinada con la propagación cultural e ideológica de las actitudes negativas, crean un nuevo mundo desafiante para los adultos mayores. Volverse adulto en el mundo moderno está caracterizado por una mayor cantidad (incremento en la expectativa de vida) y una menor calidad (devaluación social y discriminación). La modernización resulta en una dislocación social de los ancianos: un proceso en el cual los roles tradicionales se pierden y su status social decrece como resultado de cambios fundamentales en la organización de las instituciones sociales. Por ejemplo, la modernización alteró la estructura de la familia y la posición de los adultos mayores dentro de ella. La importancia económica de la familia declinó como resultado de que la base económica de la producción agrícola pasó a la producción industrial. Se redujo el tamaño de la familia, aumentó la movilidad y la tendencia para que los adultos mayores vivan en residencias distantes a las de los hijos. De esa manera se redujeron las oportunidades para el contacto intergeneracional y el compromiso se redujo o tuvo que ser reformulado de una manera distinta a la cual los ancianos estaban acostumbrados y de la cual tradicionalmente obtenían beneficios.
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