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EL NIÑO Y LA MUERTE


Enviado por   •  13 de Febrero de 2014  •  11.950 Palabras (48 Páginas)  •  269 Visitas

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DEFINICIÓN DE PALABRAS CLAVES.

CONCEPTO DE MUERTE: Gartley y Bernasconi (1967) mencionan que las teorías freudianas indican que la muerte es una fuerza motivadora en la vida, en algunos casos es una fuerza consciente y en otros casos es una fuerza inconsciente.

CONCEPTO DE MUERTE EN NIÑOS: Evelson y Grinberg (1962) mencionan que según Freud los niños no tienen una concepción realista de la muerte ya que hablan de personas muertas como si temporalmente estuvieran ausentes ya que en el inconsciente no cabe la idea de la muerte.

MUERTE FISIOLÓGICA: El ser vivo es un compuesto más o menos complejo de células, vivas también. Cada una de éstas es por naturaleza mortal, pero en la organización corporal nacen otras para sustituir a las muertas. Al cabo de un tiempo, más o menos largo según los seres, la renovación de las células vivas se hace más lenta, después cesa totalmente. Desde el punto de vista biológico, a muerte, cuando se trata de la muerte natural, no se presenta como un acaecimiento súbito, sino como un proceso lento. Puede decirse que, biológicamente, el ser vivo comienza a envejecer y por lo tanto a morir desde el momento de su nacimiento. Sin embargo, la muerte total del individuo no se produce hasta que la última de los miles de millones de células vivas que componen su cuerpo haya muerto. (Pérez, 1990)

ANGUSTIA: El cuerpo enfermo genera múltiples sensaciones corporales displacenteras que se traducen por angustia. Puede ser manifiesta o estar latente. Está vinculada a la defensa del yo, esa gran sede de angustia (Freud, 1926).

DUELO: Es la elaboración gradual de un afecto, el cual, si fuera descargado en su pleno vigor - es decir, la cantidad total de catexis desencadenadas por la pérdida del objeto - arrollaría al yo (Fenichel, 1984).

La muerte es el hecho más universal y pronosticable de la existencia humana. Todo ser humano, sin excepción, debe enfrentarse con la muerte de sus familiares, amigos y conocidos y finalmente con su propio fallecimiento biológico. Si la perspectiva de la muerte es la cosa más segura de la vida, el momento de la muerte es la más insegura. Nunca se sabe cuándo ni cómo vendrá. Lo lógico sería pensar que bajo estas circunstancias se tratara de saber lo más que se pudiera acerca de este fenómeno y que cada persona se prepara para hacerle frente a ésta en cualquier momento. Sin embargo parece ser que ocurre lo contrario. El progreso de la civilización occidental y los triunfos tecnológicos de la ciencia mecanicista han ido acompañados de una profunda y creciente negación de la muerte. El occidental medio a lo largo de su vida intenta evitar enfrentarse con el tema de su mortalidad, ya sea emocional, filosófica o espiritualmente y cuando sobreviene la muerte, le toma totalmente de sorpresa.

Esta situación se agrava debido a la posición a la que la ciencia moderna ha relegado a la conciencia humana. La conciencia se ve tan sólo como un producto de los procesos fisiológicos del cerebro. Por lo tanto, lo único lógico es considerar la destrucción del cuerpo y del cerebro como el fin absoluto del ser humano.

Para la mente científica occidental la muerte es la muestra final del fracaso humano. Es un doloroso recuerdo de los límites de la capacidad de controlar la naturaleza y su propio destino. La medicina contemporánea, con sus aparatos super especializados y su magia técnica, considera a la muerte como algo que se debe conquistar o, al menos posponer a toda costa. Aunque el personal médico se esfuerza por prolongar la vida biológica, se presta muy poca atención a las necesidades psicológicas, filosóficas y espirituales del paciente, o a la condición en la que transcurren sus últimos días.

El énfasis principal de la profesión médica no es sólo el prolongar las funciones del organismo, sino que frecuentemente se altera la conciencia del paciente con drogas que no sólo adormecen el dolor, sino que también inhiben la conciencia del proceso de morir.

Un occidental típico tiene que enfrentarse a la muerte totalmente desprevenido, aislado del importante contacto social y saturado del espíritu nihilista de la filosofía materialista. El o ella se enfrenta con la más profunda de todas las crisis, la que afecta simultáneamente a las dimensiones sociológica, emocional, filosófica y espiritual de su ser y, sin embargo, hasta hace poco los psiquiatras y psicólogos dejaban de lado el proceso de la muerte.

Los profesionales de la salud mental, aunque exploraban cada uno de los aspectos de la vida humana con minuciosidad y pedantería, no ofrecían ayuda psicológica al moribundo y consideraban que el tema de la muerte no tenía que ver con la psicología, la psicopatología ni la psicoterapia.

Esta situación ha cambiado dramáticamente durante la última década. Como resultado de las investigaciones de Elizabeth Kübler-Ross, Raymond Moody y otros, ahora hay un vívido interés por la muerte y el proceso de morir, tanto entre los profesionales como entre los profanos. Pero a pesar del agudo entendimiento sobre la importancia de la muerte y el proceso de morir, y a pesar de todo el trabajo que se ha hecho, todavía no se ha desarrollado ningún método para aliviar el sufrimiento de los que están muriendo.

UNA MIRADA RAPIDA A LA HISTORIA

Aries, siempre atento a la historia de las ideas de la muerte en occidente, refiere que la indiferencia ante la muerte se remonta, con sus especiales características, al fin de la Edad Media.

Es representativo de esta actitud Giovanni Battista Gelli, que muestra indiferencia ante la enfermedad, y los auxilios espirituales ante la muerte. Él desea una muerte inconsciente, la más parecida al sueño. Morir sin darse cuenta, es la gran ventaja que tiene el animal sobre el hombre. Así, poco a poco se empieza a poner a la muerte a discreta distancia y no en primer plano como en la Edad Media.

Esta tendencia se acentúa en la segunda mitad del siglo XVIII; comienza con un sentimiento crispante hacia la nada que coexiste con la esperanza en el mas allá, y culmina con un cierto tipo de indiferencia hacia la muerte y a los muertos, como un abandono a la madre naturaleza en las elites ilustradas, y como un despreocupado olvido en las masas urbanas. La sociedad se sitúa en una pendiente hacia la nada.

Después de la segunda mitad del siglo XIX se da un cambio sustancial en la relación del moribundo con su entorno. Se experimenta un gran embarazo ante la muerte y no se sabe cómo manejarla.

Alrededor de 1930 principia, con el progreso de la medicina, la etapa de esconder la muerte en el hospital. Este fenómeno se generaliza a partir de 1950. De este modo, el peso del cuidado del enfermo y moribundo se desplaza de la casa al hospital, y la muerte se hace menos visible.

En 1956 Geogrey Gorer, denuncia que así

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