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El Emilio


Enviado por   •  3 de Junio de 2013  •  2.068 Palabras (9 Páginas)  •  287 Visitas

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ANALISIS DE “EL EMILIO O

DE LA EDUCACION” DE

J.J. ROUSSEAU

Emilio o de la educación, sostenía Rousseau, no pretendía ser un recetario o formulario de reglas prácticas en materia educativa, ni un método pedagógico de aplicación inmediata y mecánica: "Se creerá menos leer un tratado de educación que las ensoñaciones de un visionario acerca de la educación" (Emile, ed. 1966: Préface del autor). Más bien hay que considerar esta obra como un conjunto de reflexiones expuestas en un marco ideal, casi a modo de relato novelesco, cuyas consecuencias se derivan todas (y de ello es consciente el autor) de tales condiciones ideales. No obstante, como veremos, parece posible extraer de esas "ensoñaciones de un visionario" más de una recomendación razonable y aplicable a la educación en la vida real.

El espíritu del libro podríamos expresarlo sucintamente en la siguiente frase: el amor y el respeto por la peculiaridad de la niñez. En efecto, Rousseau puede ser considerado como el "descubridor moderno de la infancia": los niños, aunque ciertamente son personas, no son adultos en miniatura, pues tienen sus propias necesidades e intereses. El Emilio denuncia, pues, los excesos de los métodos educativos de su época (el llamado "Siglo de las Luces"): los maestros y preceptores, con la anuencia de los padres, se empeñaban en poner prematuramente gramáticas latinas, tratados de geometría y gruesos volúmenes de historia sagrada y profana en manos de los niños, cuando apenas estaban aprendiendo a manejar la pluma. Rousseau critica agudamente esa costumbre, y contra ella manifiesta su enérgico rechazo.

A continuación, un resumen del contenido general de cada libro:

Libro I

Su unidad temática es la infancia, entendida (como propone Rousseau) en su sentido etimológico: in-fans = "el que no habla", es decir, el niño que aún no articula clara y adecuadamente el lenguaje de sus mayores.

En este primer libro, Rousseau ya insiste en lo que será su máxima a lo largo de toda la obra: "seguir a la naturaleza", o sea, sujetarse a las necesidades naturales: comer cuando y solo si se tiene hambre, beber cuando y solo si se tiene sed. . . y obrar, siempre que se pueda, por uno mismo, sin pedir ayuda innecesaria.

Para Rousseau, hay tres tipos de educación: la educación de la naturaleza (desarrollo de nuestros órganos y de nuestras facultades innatas), la

educación de los hombres (el uso que, de los mayores, aprendemos a darles a nuestros órganos y facultades), y la educación de las cosas (la experiencia que tenemos de los objetos que nos afectan). La primera educación no depende de nosotros, pues está determinada desde el nacimiento.

La tercera está sujeta, en mayor o menor grado, al azar. La segunda, en cambio, es el campo propio de la labor del maestro, y depende plenamente de la relación que se establezca entre el preceptor y su discípulo.

Rousseau propone una educación que tiene un fin preciso: educar para la vida, o en otras palabras, hacer del niño un hombre que sea dueño de sí. La educación es un arte, y por tanto, depende menos de los conocimientos del preceptor que de su ingenio y habilidad para transmitirlos, y para ganarse la buena voluntad de su discípulo. La verdadera nodriza es la madre y el verdadero preceptor es el padre, pues no hay que confiar ni en las nodrizas ni en los maestros que cumplen sus funciones a cambio de dinero. Por ello, Rousseau opina que quienes no pueden o no quieren encargarse de la crianza y formación de sus hijos, deben renunciar a sus derechos de padres ( 4) en favor de otro que sí esté dispuesto: un preceptor-padre sustituto. No cualquiera, por supuesto, sino alguien que tenga las cualidades necesarias para actuar como un segundo padre, realizar su labor desinteresadamente, y convertirse en el mejor amigo de su alumno. Para que esto llegue a ser tal cual se expone, a cada preceptor debería corresponderse un solo discípulo, y a cada discípulo, un solo preceptor.

Los primeros años de la vida de un niño hay que dedicarlos exclusivamente a formar al infante en las necesidades naturales: se le enseña a obedecer solo por necesidad, no por temor, y a no pedir lo que pueda obtener por sí mismo.

Libro II

Su unidad temática es la niñez, desde que el pequeño comienza a hablar hasta que tiene unos doce años. El preceptor continúa formando a Emilio en las necesidades naturales. Lo anima a ejercer sus facultades sensoriales y a ejercitar su cuerpo (jugar, correr, saltar, nadar...) La educación moral, a esta edad, debe consistir en ejemplos, no en reglas (nada de "catecismos" con preguntas y respuestas preestablecidas). La educación intelectual debe partir siempre de un interés sensible, y ha de desecharse todo sistema teórico que solo confundiría al niño.

Resulta muy curiosa (o chocante), para el lector moderno del Emilio, la recomendación de no poner libro alguno en manos de un niño hasta que cumpla los doce años. Pero esto, en realidad, no es más que una consecuencia lógica de la propuesta educativa de Rousseau: respetar la naturaleza de la niñez. En efecto, la niñez es la edad del juego, de la

actividad física, no de horas interminables de lecturas áridas y complejas que el niño no está en capacidad de comprender.

Sin embargo, Rousseau declara que no hay impedimento para enseñar al niño los rudimentos de la lectura y la escritura, pues ya tendrá ocasión de ejercitar estas habilidades cuando sea necesario (5).

Así pues, la educación roussoniana, además de naturalista, se ha llamado negativa, porque, según este enfoque pedagógico, el maestro no debe intervenir en el aprendizaje natural del alumno con reglas, lecciones u órdenes, sino dejar que éste mismo, según sus necesidades, pida al maestro que le enseñe.

Libro III

Su unidad temática es el comienzo de la adolescencia, de los doce a los quince años. El preceptor enseña ahora a Emilio a obrar no solo por necesidad, sino también por utilidad. Así, comienza la instrucción en lo que es útil, y es entonces cuando se hace oportuna la elección de un oficio. El preceptor ayuda a Emilio en la elección, que recae en la carpintería. Emilio, siendo un muchacho rico, no tiene

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