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El Hombre En Busca Del Sentido


Enviado por   •  6 de Abril de 2014  •  1.945 Palabras (8 Páginas)  •  258 Visitas

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El Hombre en busca del Sentido

En esta obra, Viktor E. Frankl explica la experiencia que le llevo al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los desalmados campos de concentración, el mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda.

El informe del prisionero nº 119.104: ensayo psicológico

Por lo general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha por la existencia; los que estaban dispuestos a recurrir a cualquier medio, fuera honrado o de otro tipo, incluidos la fuerza bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de salvarse. Los que hemos vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron

Primera fase: internamiento en el campo.

Incredulidad. Bajo ciertas condiciones el shock puede incluso preceder a la admisión formal del prisionero en el campo.

Optimismo.

Como el hombre que se ahoga y se agarra a una paja, mi innato optimismo se aferró a este pensamiento: los prisioneros tienen buen aspecto, parecen estar de buen humor, incluso se ríen, ¿quién sabe? Tal vez consiga compartir su favorable posición.

Las primeras reacciones:

Adaptación. Hasta que rugió una palabra en respuesta a mi pregunta, una palabra que siempre estaba presente en el vocabulario de los internados en el campo: "¡Mierda!" Y en ese momento toda la verdad se hizo patente ante mí e hice lo que constituyó el punto culminante de la primera fase de mi reacción psicológica: borré de mi conciencia toda vida anterior.

Humor defensivo. Las ilusiones que algunos de nosotros conservábamos todavía las fuimos perdiendo una a una; entonces, casi inesperadamente, muchos de nosotros nos sentimos embargados por un humor macabro, que nada teníamos que perder como no fueran nuestras vidas tan ridículamente desnudas. Cuando las duchas empezaron a correr, hicimos de tripas corazón e intentamos bromear sobre nosotros mismos y entre nosotros. ¡Después de todo sobre nuestras espaldas caía agua de verdad!

Curiosidad. Aparte de aquella extraña clase de humor, otra sensación se apoderó de nosotros: la curiosidad. Yo había experimentado ya antes este tipo de curiosidad como reacción fundamental ante ciertas circunstancias extrañas. Cuando en una ocasión estuve a punto de perder la vida. en un accidente de montañismo, en el momento crítico, durante segundos sólo tuve una sensación: curiosidad, curiosidad sobre si saldría con vida o con el cráneo fracturado o cualquier otro percance.

Segunda fase: La vida en el campo.

Cosificación como estrategia de supervivencia. Vivir día a día: La apatía, el principal síntoma de la segunda fase, era un mecanismo necesario de autodefensa. La realidad se desdibujaba y todos nuestros esfuerzos y todas nuestras emociones se centraban en una tarea: la conservación de nuestras vidas y la de otros compañeros. Era típico oír a los prisioneros, cuando al atardecer los conducían como rebaños de vuelta al campo desde sus lugares de trabajo, respirar con alivio y decir: bueno, ya pasó el dia.

Autodisciplina: Sensación de control sobre la propia vida. Había dos escuelas de pensamiento: una era partidaria de comerse la ración de pan inmediatamente. Esto tenía la doble ventaja de satisfacer los peores retortijones del hambre, los más dolorosos, durante un breve período de tiempo, al menos una vez al día, e impedía posibles robos o la pérdida de la ración. El segundo grupo sostenía que era mejor dividir la porción y utilizaba diversos argumentos. Finalmente yo engrosé las filas de este último grupo

Optimismo. Algunos hombres perdían toda esperanza, pero siempre había optimistas incorregibles, que eran los compañeros más irritantes

Imágenes positivas. Rescatar los afectos: Mientras marchábamos a trompicones cada uno pensaba en su mujer a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer.

Rescatar la belleza de las pequeñas cosas. Una tarde en que nos hallábamos descansando sobre el piso de nuestra barraca, muertos de cansancio, los cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para decirnos que saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol y, de pie, allá fuera, vimos hacia el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente cambiaban de forma y color desde el azul acero al rojo bermellón.

El humor en el campo: El humor es otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Es bien sabido que, en la existencia humana, el humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos segundos. Yo mismo entrené a un amigo mío que trabajaba a mi lado en la obra para que desarrollara su sentido del humor

Los escasos placeres de la vida del campo nos producían una especie de felicidad negativa "la liberación del sufrimiento", como dijo Schopenhauer pero sólo de forma relativa. Los verdaderos placeres positivos, aun los más nimios escaseaban. Recuerdo haber llevado una especie de contabilidad de los placeres diarios y comprobar que en el lapso de muchas semanas solamente había experimentado dos momentos placenteros.

Convivir con el azar / Presión en las decisiones y culpa posterior: El prisionero del campo de concentración temía tomar una decisión resultado de un sentimiento muy fuerte que consideraba al destino dueño de uno y creía que, bajo ningún concepto, se debía influir en él. Estaba además aquella apatía que, en buena parte, contribuía a los sentimientos del prisionero. A veces era preciso tomar decisiones precipitadas que, sin embargo, podían significar la vida o la muerte. El prisionero hubiera preferido dejar

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