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El Molestar Educativo

wimyak8 de Abril de 2014

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EL MALESTAR EDUCATIVO

La educación es una parte privilegiada de nuestra herencia institucional y cultural. Desde el momento en que México se liberó de la tutela colonial, hombres distinguidos, como el doctor José María Luis Mora y Valentín Gómez Farías vieron en la educación una palanca formidable para lograr la liberación del pueblo mexicano del influjo espiritual del feudalismo y el colonialismo. El ideal democrático, decía El Nigromante, se consumaría combinando ayuntamientos con escuelas. Algunos liberales de la Reforma vieron en la instrucción un medio para conjurar las desigualdades que podrían surgir con el libre mercado. Juárez conceptualizó a los servicios educativos no como beneficencia sino como derecho del pueblo y Gabino Barreda soñó con una educación científica para cada ciudadano. Don Justo Sierra la contempló como medio para formar élites dirigentes comprometidas con el pueblo y con la nación, en tanto que Flores Magón vio en ella un camino hacia la libertad. Sin embargo, el empeño nacional en pos de un servicio educativo para el pueblo se vio postergado por las convulsiones sociales del siglo XIX y no fue sino después de la Revolución Mexicana, con la fundación de la Secretaría de Educación Pública por Vasconcelos, que el ideal de redimir mediante la escuela comenzó a materializarse.

Cobertura. El esfuerzo educativo de México en este siglo es sobresaliente. Las cifras son elocuentes al respecto: en 6 décadas (1921-1981), los mexicanos construyeron lo que las viejas naciones tardaron siglos en construir (ver cuadro de la columna derecha).

La escolarización del país tomó su mayor auge después de la Segunda Guerra Mundial y se le dio un impulso decisivo con el Plan de Once Años de Jaime Torres Bodet al inicio de los años sesenta. En 1981, la SEP anunció que con la matrícula de ese año se había alcanzado satisfacer el total de la demanda de educación primaria (equivalente teóricamente a 98% de los niños de 6 años de edad), sin embargo, en los años siguientes, bajo el impacto de la crisis económica, la cobertura educativa, si bien se mantuvo creciente en números absolutos, decreció en términos relativos.

Tabla histórica de educación primaria

Año Alumnos Maestros Escuelas

1921 868,040 N.D. 11,041

1949 2,867,272 62,858 23,273

1960 5,342,092 106,822 32,533

1970 9,146,460 191,867 44,578

1980 14,666,257 375,220 76,024

1990-91 14,401,600 471,625 81,280

1991-92* 14,585,300 476,718 83,924

N.D. Dato no disponible.

* Datos estimados.

Fuentes: Estadísticas Históricas de México,

INEGI, Tomo I, México, 1986. Tercer Informe de

Gobierno, 1991.

Hubo una retracción, pero la crisis no desmanteló, como en un momento se temía, la obra previa.

Indices de crecimiento en la matrícula

de educación primaria 1990-1991

Año Matrícula Comportamiento %

1970-71 9,248,200 0.0

1976-77 12,026,200 30.0

1982-83 15,222,900 26.5

1988-89 14,656,400 -4.0

1990-91 14,401.600 -1.7

En la actualidad el país cuenta con una enorme estructura educativa. Para ilustrar el punto podríamos comparar, grosso modo, la relación matrícula/población total de los países de América del Norte y comprobaríamos entonces que esa relación es más alta en México que en Canadá y Estados Unidos, aunque esto se deba en buena medida a la estructura de la pirámide demográfica. Sin embargo, en términos proporcionales, México es el país más escolarizado de la región. La empresa educativa de México durante el siglo XX fue sencillamente colosal.

Alumnos y maestros

Población Matrícula en %

total todos los niveles aprox.

Canadá 26,440,000 5,903,000 22

Estados Unidos 248,709,873 66,600,000 26

México 81,140,922 25,447,000 31

Fuentes: The Canada's Soorce for Serious Facts. Canadian World Almanac and Book of Facts Canada, 1991. Digest of Education Statistics, National Center for Education statistics USA, 1990. Segundo Informe de Gobierno, México, 1990.

Calidad y equidad. No obstante lo vasto de esta obra, se advierten numerosos defectos. Por ejemplo, se sabe que la escuela primaria tiene una baja eficiencia terminal: de cada 100 alumnos que ingresan a ella sólo 57 logran terminarla. Se trata de un asunto de ineficiencia y de inequidad pues, por un lado, el fracaso escolar representa un derroche absurdo de recursos y, por otro, los niños que la escuela expulsa de esa manera corresponden, precisamente, a las familias más pobres. El efecto social de este fenómeno es desastroso y afecta de conjunto a la convivencia social y al potencial productivo de la nación. En la actualidad se estima que hay alrededor de 26 millones de adultos mexicanos que no terminaron su educación primaria.

Se han señalado, asimismo, otros factores que acentúan el aspecto inequitativo de la escolaridad. Se puede constatar, por ejemplo, que aunque hay escuelas en todo el territorio nacional y niños de todas las clases sociales se pueden inscribir en ellas, existen notables desigualdades entre las que brindan servicios a la población más rica y aquellas que lo hacen a la población más pobre. Las primeras tienen mejores condiciones materiales y académicas que las segundas. Cualquier persona puede comprobar esta tesis comparando a simple vista, por ejemplo, una escuela primaria pública de Polanco y otra de La Merced. Por otro lado, aún persisten escuelas que no ofrecen todos los grados de estudio (escuelas incompletas): es el caso del 20% de las primarias de todo el país, aunque haya estados como Chiapas con casi 45%.

Profundizando en el problema, los sociólogos han encontrado, por otro lado, que el carácter único y rígido del plan de estudios que organiza las actividades de enseñanza en las escuelas tiene también efectos inequitativos debido a que no todos los niños llegan a clases con los mismos conocimientos, habilidades, actitudes y disposiciones. Unos llegan con más capital cultural que otros y, como es de suponerse, son los niños de extracción popular quienes se ven en desventaja ante los niños que provienen de familias de clase media o alta que ofrecen a sus hijos un ambiente más rico en estímulos culturales. La unicidad del currículum, por otro lado, es un rasgo desconcertante en un país que tiene entre sus rasgos sustantivos, precisamente, el de la diversidad cultural.

Ante estas evidencias, el mito de la escuela como factor de redención de los desamparados ha sufrido un duro golpe. Sin embargo, no todo el panorama es de sombras. Junto a estos hechos se presenta la evidencia irrecusable de que la escuela ha sido el principal vehículo de movilidad social para individuos y grupos de mexicanos. Existe una vasta documentación de este fenómeno, pero una ilustración adicional la encontramos en la Encuesta Nacional de Valores Educativos realizada por nexos en diciembre de 1988 en donde se revelan las diferencias de escolaridad entre la generación actual de mexicanos y la precedente. La escuela ha sido un instrumento poderoso de nuestro desarrollo.

Como puede observarse en la gráfica que a continuación se presenta, el nivel de estudios del padre aparece como un factor determine en el número de años estudiados por los hijos.

Entre padres analfabetos el promedio de años de estudio de los hijos es de 3.69, entre aquellos que cursaron la primaria se eleva a 7.49, llegando hasta el 12.19 entre los que realizaron estudios superiores.

Nivel de estudios del padre

La misma tendencia detectada en la gráfica anterior se presenta al cruzar la información por el nivel de estudios de la madre.

Nivel de estudios de la madre

Pero la crítica más vigorosa que se ha hecho a la escuela mexicana, sobre todo en los últimos años, es la baja calidad del servicio que presta. La sociedad se ha conmovido ante numerosas evidencias que confirman que los niños no aprenden en su escuela primaria, como se espera, los elementos básicos de la lengua, las matemáticas, la ciencia y el civismo. No obstante eso, la escuela los aprueba y les otorga certificados. El no aprendizaje afecta a todos los estratos de la pirámide escolar a tal punto que se ha llegado a hablar de que las universidades son, en muchos casos, auténticas escuelas preparatorias. En 1986 la sociedad mexicana se escandalizó cuando el rector de la UNAM, doctor Carpizo, hizo públicos los promedios alcanzados en los exámenes de admisión por los aspirantes a la preparatoria (promedio 3.5) y a la licenciatura (4.8). Poco más tarde, un investigador de la misma institución comprobó a través de encuestas que los egresados universitarios eran, en algunos aspectos, analfabetas. Un examen aplicado por nexos a alumnos de sexto de primaria y tercero de secundaria en 1990 vino a constar que existía una diferencia notable entre lo que certificaba la escuela y lo que realmente sabían los niños. En una escala de 10, los alumnos examinados de sexto obtuvieron promedio de 4.8 y los de tercero de secundaria de 3.9 (nexos 162, junio de 1991).

La demanda. No obstante estas fallas alarmantes, existe una enorme presión social sobre la escuela. Por un lado, la demanda por servicios educativos continúa siendo enorme, a pesar de la declinación en las tasas de natalidad. Esto se debe, fundamentalmente, a que el pueblo de México sigue viendo a la escuela como una esperanza de redención: educarse, en el juicio popular, es una garantía de prosperidad individual y colectiva. De acuerdo a los resultados de la encuesta nacional de valores educativos, 8 de cada 10 encuestados indicaron

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