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El neoliberalismo mexicano real La economía


Enviado por   •  10 de Abril de 2015  •  3.379 Palabras (14 Páginas)  •  208 Visitas

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En el sexenio de Miguel de la Madrid, desde 1985 para ser exactos, un puñado de jóvenes economistas, partidarios de desplazar al Estado por el mercado, maniobraron con habilidad y lograron arrebatar el poder a los políticos tradicionales. El supuesto derecho de mando de estos economistas o tecnócratas no provino de las urnas o de algo semejante ­las elecciones de 1988 carecieron de credibilidad y las de 1994 de equidad­ sino de su supuesta capacidad para conocer y manipular las variables económicas.

Ya en el poder, los tecnócratas-políticos se dijeron portadores de una ideología que presentaron como ciencia distinta y superior a la que había fracasado bajo el neopopulismo locuaz o frívolo de Luis Echeverría y de José López Portillo, y en ella fincaron su legitimidad. Se trató de una ideología manufacturada en las grandes universidades norteamericanas, notablemente en la de Chicago, que estaba siendo puesta en práctica en la Gran Bretaña de Margaret Thatcher y en el de Estados Unidos de Ronald Reagan, y que logró derrotar económicamente a la hoy desaparecida Unión Soviética. El proyecto de esos nuevos líderes mexicanos era la reintroducción de la lógica del mercado en un sistema económico ineficiente, dominado por un gobierno obeso, por los intereses corporativos y corruptos de sindicatos, organizaciones ejidales y patronales, y por industriales y comerciantes parasitarios, protegidos de la competencia externa. Desde la perspectiva de estos economistas encabezados por Carlos Salinas de Gortari, la lógica de la oferta y la demanda globales era la vía más eficiente en la asiguación de los recursos escasos; era la única forma de superar el subdesarrollo e introducir a México al selecto grupo de los países triunfadores. Por ello, la gran meta del grupo salinista fue lograr la integración de México a la economía más fuerte del mundo mediante un tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Para no repetir la triste historia de Mijail Gorbachov en la Unión Soviética ­que por reformar políticamente un viejo sistema estatista y autoritario destruyó tanto al sistema como al país­, los tecnócratas decidieron que el camino adecuado era una modernización selectiva: transformar la economía, pero preservar y usar a fondo los instrumentos políticos heredados: autoritarios, antidemocráticos y premodernos. Fue así como el salinismo dio forma a algo que se puede llamar autoritarismo de mercado.

En esta ambiciosa empresa, contó con el apoyo incondicional de los factores de poder norteamericanos, de Europa occidental y de Japón. Igualmente forjó una sólida alianza con el PAN, los antiguos maoístas, la iglesia católica de Juan Pablo II y, sobre todo, con la banca y un puñado de empresarios mexicanos a los que, a cambio de un apoyo político efectivo, se les dieron todas las facilidades para acumular sumas fantásticas de capital que pronto pasieron a 24 de ellos en la lista de los megamillonarios del mundo.

Este cambio afectó profundamente todo el tejido de la sociedad, pero el costo lo pagaron sobre todo aquellos que tenían menos instrumentos políticos para defender su posición y que no estaban en condiciones de resistir el embate directo de la competencia externa: los marginados, los indígenas, el sector agrícola de temporal, los micro, pequeños y medianos empresarios e incluso algunos de los grandes; los sindicatos, y una clase media consumista y muy dependiente de las actividades burocráticas. Para imponer el cambio y controlar las inevitables reacciones en contra, el supuesto nealiberalismo económico se hizo acompañar y apoyar del autoritarismo tradicional, cuyos dos grandes pilares eran el presidencialismo sin límites y el partido de Estado; es decir, el antiliberalismo político.

Por un tiempo, la osadía del proyecto modernizador de la tecnocracia ­rapidez y profundidad­ deslumbró a propios y extraños, y el éxito nacional e internacional pareció acompañar a los arquitectos del nuevo modelo económico. Pero, finalmente, la contradicción básica entre los principios que guiaban el proyecto impidió que los afectados tuvieran canales de expresión institucionales y adecuados. Esta presión social sin salida y la imposibilidad del autoritarismo de detectar los errores estructurales a tiempo ­el presidencialismo extremo es impermeable a la crítica­ dieron al traste con el modelo tecnocrático original, aunque no sin antes hacerle pagar un costo muy alto a la sociedad mexicana.

El término mismo de neoliberalismo nunca fue aceptado por aquellos que lo aplicaron en México, y hoy una buena razón histórica para ello. La revolución mexicana, origen de las estructuras y prácticas política vigentes, se concibió a sí misma como una reacción contra los terribles efectos sociales del liberalismo mexicano del siglo XIX en las comunidades indígenas y ciertas capas medias y proletarias. Es por ello que la constitución de 1917 fue, en buena medida, una reacción contra el liberalismo y sus concepciones del individuo y la sociedad. De ahí que el término con que Carlos Salinas de Gortari identificó su proyecto fuese el de liberalismo social, concepto que pretendía ligar la legitimidad del pasado estatista ­donde se suponía que el interés colectivo subordinaba al individual­ con la nueva economía de mercado.

La contradicción entre teoría y realidad que experimentó el liberalismo del siglo XIX volvió a ocurrir, aunque compactada, con el nuevo liberalismo de fines del siglo XX.

Frente al término de social, otros adentro y afuera de México prefirieron darle un título más simple y más en boga: neoliberalismo. Sin embargo y en sentido estricto, ninguno de los dos calificativos ­ni social ni nuevo­ es realmente el adecuado, pues en la práctica aquello a lo que se califica de liberalismo no es otra cosa que un neomercantilismo.

El neoliberalismo mexicano real

La economía

El presidente Ernesto Zedillo­pieza central del salinismo­ declaró que el proyecto echado a andar en 1985 está bien en lo fundamental. Pero ¿es acertado ese diagnóstico? ¿Es posible que la sociedad mexicana pueda seguir pagando el alto costo del neoliberalismo salinista?

Durante el salinismo el crecimiento fue bastante desigual y, en conjunto, pobre. Pero su herencia es terrible. El producto interno bruto (P1B) casi no creció cn 1993 (0.4%), pero el año electoral de 1994 sí (3.5%). Sin embargo, en 1995 volvió a caer, y de forma espectacular, brutal, no experimentada desde los peores días de la revolución mexicana: alrededor de 8%, según lo admitió el propio presidente ante un grupo de representantes de la Unión

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