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Enfermedad mental y psicología


Enviado por   •  13 de Agosto de 2022  •  Ensayos  •  1.078 Palabras (5 Páginas)  •  43 Visitas

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MEDICINA MENTAL Y MEDICINA ORGÁNICA

Esta patología general a la que acabamos de referirnos se ha desarrollado en dos grandes etapas. Como la medicina orgánica, la medicina mental trató primero de descifrar la esencia de la enfermedad basándose en la asociación coherente de los signos que la indican. Confusión mental, signo de tal forma demencial. Las obsesiones se distinguen de la fobia, caracterizada por crisis de angustia paroxística ante objetos determinados, y también de la neurosis obsesiva, donde lo más sobresaliente son las defensas que el enfermo erige contra su angustia.
El primero incluye agitación motriz, humor eufórico o colérico, una exaltación psíquica caracterizada por la verborragia, rapidez de las asociaciones y fuga de las ideas. La depresión, en cambio, se presenta como una inercia motriz en el marco de un humor triste, acompañado de una desaceleración psíquica. A veces aisladas, la manía y la depresión están asociadas con más frecuencia a un sistema de alternancia regular o irregular cuyos diferentes perfiles han sido bien descritos por Gilbert Ballet. La hebefrenia, psicosis de la adolescencia, ha sido descrita clásicamente como una excitación intelectual y motriz, caracterizada por alucinaciones y un delirio desordenado, cuyo polimorfismo va empobreciéndose poco a poco.

¿Qué dialéctica explicará a la vez esos hechos positivos y los fenómenos negativos de desaparición de determinadas funciones?
Las conductas que se conservan y se acentúan son, a la inversa, segmentarias y simples. Los fenómenos positivos de la enfermedad se oponen a los negativos como lo simple a lo complejo. Las síntesis espaciotemporales, las conductas intersubjetivas, la intencionalidad voluntaria están permanentemente amenazadas por fenómenos tan frecuentes como la somnolencia, tan difusos como la sugestión, tan habituales como los sueños. Las conductas que la enfermedad acentúa tienen una solidez psicológica que no poseen las estructuras abolidas.
El proceso patológico exagera los fenómenos más estables y solo suprime los más lábiles. Digamos, pues, para resumir, que la enfermedad suprime las funciones complejas, inestables y voluntarias y exalta las simples, estables y automáticas. Ahora bien, esta diferencia en el nivel estructural va acompañada de una diferencia en el nivel evolutivo. La preeminencia de las reacciones automáticas, la sucesión permanentemente quebrada y desordenada de las conductas, la forma explosiva de las reacciones emocionales son características de un nivel arcaico en la evolución del individuo.
Todos esos fenómenos que son comunes a las estructuras patológicas y a los estadios arcaicos de la evolución designan en la enfermedad un proceso regresivo. Si la enfermedad hace surgir, en un solo movimiento, signos positivos y signos negativos, si suprime y a la vez exalta, lo hace en la medida en que, al retrotraer al individuo a fases anteriores de la evolución, hace desaparecer las adquisiciones recientes y redescubre formas de conducta normalmente superadas. La enfermedad es el proceso a lo largo del cual se deshace la trama de la evolución suprimiendo, primero y en sus formas más benignas, las estructuras más recientes para alcanzar luego, cuando llega a su culminación y a su punto extremo de gravedad, los niveles más arcaicos. Más que el análisis de las diferencias de esencia entre las enfermedades, hay que preferir el análisis según el grado de profundidad del deterioro, y así podrá definirse el sentido de una enfermedad por el nivel en que se estabiliza el proceso de regresión. «En toda locura, por algún proceso patológico, quedan fuera de funcionamiento, sea de manera temporal o permanente, gran parte de los centros cerebrales superiores». Desde sus Croonian Lectures Vinculada con las primeras actividades eróticas, con la afinación de las reacciones de equilibrio y con el reconocimiento de uno mismo en el espejo, se constituye una experiencia del «cuerpo propio». Toda ruptura de ese circuito narcisista perturba un equilibrio que ya es difícil, como lo atestigua la angustia de los niños ante las fantasías castradoras de las amenazas parentales.

Edipo en el que Freud creía ver el enigma del hombre y la clave de su destino y en el que sin duda hallamos el análisis más completo de los conflictos vividos por el niño en sus relaciones con sus padres y el punto de fijación de numerosas neurosis. La caída de energía psicológica que caracteriza la enfermedad imposibilitaría las conductas complejas adquiridas en el transcurso de la evolución social y descubriría, como la marea que se retira, comportamientos sociales primitivos y hasta reacciones presociales. Para él es una conducta «demasiado difícil». Esencialmente, una conducta en la que un análisis vertical muestra la superposición de varias conductas simultáneas.

Podemos medir, pues, la dificultad de una acción por el número de conductas elementales que implica la unidad de su desarrollo. Tomemos ahora esta conducta del «relato a los demás», cuya virtualidad forma parte de las conductas del presente.
Debo acompañar mi propia acción con una conducta potencial, la de la otra persona que debe ejecutarla. En la acción de mandar está implicada la virtualidad de ser obedecido. Es decir, que conductas aparentemente tan simples como son el prestar atención al momento presente, el relato, la palabra, implican todas ellas cierta dualidad que es, en el fondo, la dualidad de todas las conductas sociales. Así, en esos fenómenos patológicos, el enfermo se retrotrae a formas arcaicas de creencia cuando el hombre primitivo no encontraba en su solidaridad con los demás el criterio de la verdad, cuando proyectaba sus deseos y sus temores en fantasmagorías que tejían con lo real los laberintos indisociables del sueño, de las apariciones y del mito.

Lo que muestra la regresión de la personalidad no son elementos dispersos ni personalidades más arcaicas El análisis regresivo describe la orientación de la enfermedad, sin esclarecer el punto de origen. Si no fuera más que regresión, la enfermedad sería como una virtualidad depositada en cada individuo por el movimiento mismo de su evolución. La locura sería solamente una eventualidad, el precio siempre exigible del desarrollo humano. Pero la noción abstracta de regresión no puede explicar que una persona esté enferma en este momento, sufriendo de tal enfermedad, que sus obsesiones giren alrededor de un tema concreto, que su delirio comporte ciertas reivindicaciones o que sus alucinaciones se extasíen en el universo de ciertas formas visuales.
En la perspectiva evolucionista, la enfermedad no tendrá otra condición que la de la virtualidad general. No podemos buscar esta necesidad y sus formas individuales en una evolución siempre específica, sino que debemos indagar en la historia personal del enfermo. Por consiguiente, debemos avanzar aún más en el análisis y completar esta dimensión evolutiva, potencial y estructural de la enfermedad analizando esta otra dimensión que la hace necesaria, significativa e histórica.

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