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Feminismo


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  3.969 Palabras (16 Páginas)  •  289 Visitas

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Feminismo cultural, es una corriente del pensamiento feminista surgida del feminismo radical, que tiene como base teórica la existencia y la valoración positiva de la "cultura femenina". Al contrario del feminismo radical, que se centra en las estructuras de dominación de la mujer, el feminismo cultural se centra exclusivamente en las mujeres como grupo, en su forma particular de desarrollar su existencia y en la construcción de su identidad cultural.1

El feminismo tradicionalmente se ha basado en reivindicar la igualdad de la mujer con el varón. Esto, según el feminismo cultural, ha significado la negación de algunas características diferenciadoras de la mujer. El llamado feminismo de la diferencia —corriente de la que forma parte el feminismo cultural— apela a las diferencias que existen entre el hombre y la mujer, y valoriza las particularidades de la mujer como forma de lograr su verdadera autonomía.2

Según la historiadora feminista Alice Echols, el término feminismo cultural fue utilizado por primera vez en 1975 por la miembro del grupo Redstockings Brooke Williams, para describir una despolitización del feminismo radical.

El feminismo liberal es una manifestación del feminismo ligada al liberalismo ya que este fue en cierto sentido “revolucionario” para el proceso de emancipación de la mujer; el feminismo liberal ve la discriminación sexual en el ámbito político como algo que debe ser disipado, corregido.

El feminismo liberal se basa en el principio clásico del liberalismo que mantiene que la felicidad es el único valor que es un fin en sí mismo por lo tanto cada individuo tiene el derecho a defender su felicidad y sus intereses. Es decir que acepta la organización de la sociedad establecida y trata de llevarla a sus últimas consecuencias, apoyando la igualdad de derechos y oportunidades para hombres y mujeres y oponiéndose a los prejuicios y la discriminación que obstaculizan las aspiraciones de éstas. A partir del principio utilitarista del derecho a la felicidad, las reivindicaciones fundamentales del feminismo liberal serían fundamentalmente la participación política y educativa para terminar con la discriminación de las mujeres. Le confieren menor importancia a las cuestiones laborales dada la pertenencia de sus integrantes a la clase media y alta de la sociedad. Es también un movimiento que se caracteriza más por el individualismo que por la acción colectiva, frente al feminismo socialista.

Aboga por la participación democrática de la mujer en el Estado liberal, por ello sería una de las bases del sufragismo. El liberalismo ha apoyado la intervención del Estado a favor de las mujeres como personas con derechos individuales sin hacerlo bajo la lupa del género, desde este punto de vista para no discriminar. Sus críticos argumentan que por un lado es un feminismo que no considera los análisis sobre las estructuras de control social hacia las mujeres ya sean por parte del Estado, como por el patriarcado.

El feminismo radical es una corriente feminista que sostiene que la raíz de la desigualdad social en todas las sociedades hasta ahora existentes ha sido el patriarcado, la dominación del varón sobre la mujer todo ello debido al diferente rol reproductivo del hombre y la mujer. Esta corriente se centra en las relaciones de poder que organizan la sociedad, construyendo la supremacía masculina.1

El feminismo radical propugna derrocar el patriarcado por medio de su oposición a los roles de género y propone una reorganización de la sociedad. Esta corriente tuvo su origen en la Segunda ola del feminismo en los años 70.2 De esta corriente han derivado el feminismo cultural y otras corrientes feministas radicale

El ecofeminismo es una corriente de pensamiento ambientalista de corte feminista, aparecida en Europa en el último tercio del siglo XX, la cual se caracteriza por la diversidad de subcorrientes en el ámbito sociocultural, político y activista, entre otros.

El ecofeminismo nació como contestación a lo que desde ese movimiento definen como «apropiación masculina de la agricultura y de la reproducción» (es decir, de la fertilidad de la tierra y de la fecundidad de la mujer) que habría derivado más tarde en el desarrollismo occidental de tipo patriarcal y economicista. Según el ecofeminismo, la apropiación a que nos referimos un poco más arriba se habría traducido en dos efectos perniciosos: la sobreexplotación de la Tierra y la mercantilización de la sexualidad femenina. Algunas teóricas suponen la existencia de una época remota en la que el patriarcado no existía y la vida transcurría en comunidades pacíficas e igualitarias que rendían culto a una Diosa que representaba la fertilidad y potencia de la Naturaleza. Françoise d'Eaubonne es la feminista francesa que creó el término "ecofeminismo" a mediados de los años setenta del siglo XX.

El anarquismo feminista o anarcofeminismo es una teoría y movimiento que enlaza el feminismo con el anarquismo. El anarcofemenismo busca la autonomía de cada mujer, es decir, su emancipación y realización como individuo y como género particular. Ven en el patriarcado una manifestación del poder involuntario o autoritarismo, por ello piensan que la liberación contra el patriarcado es una parte esencial de la eliminación del Estado, puesto que ambos se fundamentarían en la ausencia de libertad y en las relaciones sociales involuntarias.1 2

Según el anarcofeminismo, el anarquismo al ser una filosofía política que se opone a todas las relaciones de poder forzadas o coactivas, sería intrínsecamente feminista, según expresa Susan Brown. En esencia, esta corriente ve el anarquismo como un componente necesario del feminismo y viceversa.3 Su originalidad reside especialmente en su visión política, y en no ser una corriente dogmática, por lo que se pueden encontrar diversos planteamientos libertarios al respecto de lo que es la mujer, el feminismo, la feminidad, etc.

El feminismo de la diferencia nace a mediados de los años 70 en Estados Unidos y Francia. Provenía de grupos feministas radicales, y, con su lema "ser mujer es hermoso", abogaba por identificar y defender las características propias de la mujer. Consideran que los hombres son, por naturaleza, agresivos, guerreros y depredadores, y por tanto, las mujeres no deben entrar en ese juego e intentar imitarlos.

Una de sus teóricas fue una italiana, Carla Lonzi. Carla afirmaba que "la meta de la toma del poder es totalmente vana". Y la francesa Luce Irigaray consideraba inútil o incluso nocivo empeñarse en obtener la "igualdad". Es imposible, según esta teoría, crear una identidad propiamente femenina, y a la vez destruir el mito de la mujer. Las teóricas debaten entre ellas, y muchas veces llegan al extremo de no reconocerse unas a otras como feministas. Hay feministas diferencialistas que relacionan la identidad femenina con la teoría de los arquetipos de Jung; es el caso de Esther Harding.

El feminismo de la diferencia tuvo muchas seguidoras en Francia e Italia. En Italia el feminismo de la diferencia se desarrolló principalmente en torno a la Librería de las Mujeres de Milán; algunos textos de dicha librería fueron enormemente polémicos, como uno en el que recomendaban a las mujeres no acudir a los tribunales de justicia en el caso de que sufrieran agresiones, por considerar que la justicia es masculina. En España la feminista de la diferencia de más relevancia ha sido Victoria Sendón de León, aunque en la actualidad no se considera perteneciente a esa escuela, sino a la del feminismo integral.

Según la psicóloga canadiense Susan Pinker, el modelo de la paridad está superado. En el libro La paradoja sexual propone un “feminismo de la diferencia”, que reconoce la distinción en cualidades y preferencias entre uno y otro sexo. Si tienen efectiva libertad, las mujeres seguirán caminos propios, y la disparidad resultante será la verdadera igualdad.1

El feminismo de la diferencia diverge del feminismo de la igualdad, pues éste considera que la masculinidad y la feminidad son roles de género construidos socialmente con los que hay que acabar. En cambio, el feminismo de la diferencia propone una invención constante del significante que es el cuerpo separado del mandato cultural hecho por el patriarcado (el género).

El Transfeminismo tiene varios significados. Robert Hill lo define como una categoría del feminismo, conocida por la aplicación del discurso transgénero al discurso feminista y de creencias feministas al discurso transgénero (Hill 2002). Hill dice que el transfeminismo también se refiere a su integración dentro del feminismo dominante. Él definió el transfeminismo como "una variedad del feminismo que tiene un contenido específico que puede aplicarse a personas transgénero y transexual, pero el pensamiento y la teoría de la cual también es aplicable a todas las mujeres en general”.

Emi Koyama cree que la definición de transfeminismo no está completa; sus escritos se focalizan en el solapamiento con el feminismo antirracista. Hill cree que el trabajo del transfeminismo concierne también la creación e integración del transfeminismo en el feminismo mainstream. En este contexto, el transfeminismo es una variedad que tiene contenido específico que puede aplicarse a personas transgénero y transexual, pero la teoría es aplicable a las mujeres en general.

El concepto de transfeminismo va mucho más allá de defender la igualdad de género dentro de la sociedad, sino que el propio concepto de género se entiende como una mera construcción, una imposición social que se utiliza como herramienta de opresión. El trasnfeminismo, es un movimiento de resistencia que entiende el género como un sistema de poder, una tecnología, un dispositivo, que produce, controla y limita los cuerpos, para adaptarlos al orden social establecido. El transfeminismo pretende modificar, ampliar, alterar y transformar los códigos que rigen dichas construcciones sociales. Por otro lado, se usa el término transfeminismo para situar al feminismo como un conjunto de prácticas y teorías en movimiento, que da cuenta de una pluralidad, opresiones y situaciones, mostrando la complejidad de los nuevos retos del feminismo, de las luchas sexuales y del género que va más allá de la ecuación transexualidad + feminismo.

Desde la perspectiva transfeminista, por tanto, no hay características biológicas que diferencien los roles entre hombres y mujeres, sino que estas diferencias surgen a raíz de la clasificación que se impone a uno u otro sexo desde el nacimiento. Por tanto, las reivindicaciones transfeministas se dirigen a toda la organización social que deriva de esta diferenciación entre el género masculino y femenino para intentar crear una sociedad en la que los seres humanos sean considerados literalmente iguales.

A pesar de la relativa tardanza de la introducción del término transfeminismo, el trabajo sobre el tema tiene tanto tiempo como la Segunda ola del feminismo y han contribuido personas como Sandy Stone, considerada la fundadora de los estudios académicos sobre transgénero, y Silvia Rivera, activista de Stonewall y fundadora del Street Transvestite Action Revolutionaries. En 2006, aparece el primer libro sobre transfeminismo: Trans/Forming Feminisms: Transfeminist Voices Speak Out de Krista Scott-Dixon.

El feminismo de la igualdad es una tendencia escindida del feminismo radical en los años 70 que pretende conseguir la igualdad entre los dos sexos. Las feministas de esta tendencia desarrollan su actividad e influencia principalmente a través de un trabajo institucional orientado al objetivo de que las mujeres obtengan igual acceso al poder político que los hombres. El feminismo de la igualdad - al contrario de la tendencia opuesta del feminismo de la diferencia pone el acento en que las concepciones de lo femenino y lo masculino son constructos que obedecen a un tipo particular de roles sociales, los roles de género y no a diferencias esenciales o inmanentes entre los sexos. Sus adherentes no renuncian al concepto de «sujeto femenino» (como sujeto construido y sometido) ni tampoco al concepto de «igualdad universalista» construido desde los parámetros del patriarcado, pero ponen siempre el énfasis central en el objetivo de la igualdad.

El feminismo lésbico o separatismo lésbico es un movimiento cultural y una perspectiva crítica que se hizo popular en la década de 1970 y principios de 1980 (principalmente en Norteamérica y Europa occidental). Este movimiento cuestiona la posición de las mujeres y los homosexuales en la sociedad. Algunas de sus pensadoras y activistas principales son Rita Mae Brown, Adrienne Rich, Audre Lorde, Marilyn Frye, Mary Daly, Sheila Jeffreys y Monique Wittig (aunque a ésta última se le asocie con la teoría queer es feminista materialista).

A pesar de que históricamente el lesbianismo ha gozado quizá de una relación íntima con el feminismo y los proyectos feministas (desde por lo menos la década de 1890), el feminismo lésbico se contextualiza mejor como un movimiento que surge del anterior a raíz de la insatisfacción con la segunda oleada feminista y el movimiento gay a principios de la década de 1970.1 A finales de esta década, el feminismo lésbico constituye un campo de investigación dentro del ámbito académico, aunque limitado en su mayor parte a las disciplinas feministas.

Al igual que el feminismo, los estudios de lesbianas y gays y la teoría queer, el feminismo lésbico se caracteriza por la revisión y debate. Sin embargo, un elemento clave del mismo es el análisis de la heterosexualidad como una institución. Pero también de la heterosexualidad como capaz de configurar la subjetividad para "producir" mujeres con ciertos mandatos obedientes a los valores heteronormativos, y que vivan sus emociones (el amor) de una forma heteronormativa (incluso en relaciones lésbicas). Esto parte de, y muestra un, enfoque histórico de la "homosexualidad" como objetivo de escrutinio, especialmente sus orígenes. Los textos feministas lésbicos intentan desnaturalizar la heterosexualidad, y una vez hecho esto, plantear hipótesis sobre sus "raíces" en instituciones tales como el patriarcado, el capitalismo y el colonialismo. Además, las feministas lésbicas abogan por el lesbianismo como un resultado racional de la alienación e insatisfacción con estas instituciones. También hay enfoques más discursivos del feminismo lésbico, que plantean el papel del discurso heterosexual en la configuración del "mundo interno" y de las formas de vivir los sentimientos que perpetúan la desigualdad en las maneras de entender el amor o las relaciones afectivo-sexuales (Ahmed, Noizet).

El feminismo marxista es una corriente de la teoría feminista que defiende la abolición del capitalismo y la implantación del socialismo como forma de liberación de las mujeres, partiendo de que el sistema capitalista conlleva la opresión de las mujeres, materializada en desigualdad económica, confusión política, moral burguesa y relacionales sociales insalubles.

El feminismo radical surgió en la década de 1970, y defiende que la sociedad moderna y sus construcciones (ley, religión, política, arte, etc.) son predominantemente el producto de los hombres, y están imbuidas de un carácter patriarcal. Desde este punto de vista, la mejor manera de acabar con la opresión de la mujer sería reemplazar el patriarcado por una cultura basada en la igualdad de género, o separar los sexos. Algunas feministas en este momento consideraron que esta crítica al patriarcado era insuficiente, y comenzaron a analizar la situación de las mujeres desde un punto de vista marxista. Con anterioridad hubo marxistas que se acercaron a la problemática del sexismo, como Alexandra Kollontai o Trotski. La actual problemática del feminismo marxista es que la lucha de clases marxista es trasladada a una lucha de géneros, en la que la mujer asume el rol de clase proletaria oprimida y el hombre el de patrón opresor.

Según el marxismo, en las sociedades capitalistas el individuo forma parte de una clase social, la cual determina sus capacidades, necesidades e intereses. El feminismo marxista considera que la desigualdad de género está determinada en último término por el modo capitalista de producción en la división social en clases. La subordinación de la mujer es vista como una forma de opresión que es mantenida porque sirve a los intereses del capital y de la clase dominante.

En España se puede destacar la labor de Lidia Falcón en la promoción del feminismo marxista. Lidia Falcón fue miembro del Partido Comunista de España, y posteriormente pasaría a formar parte del Partido Feminista y de la organización Vindicación Feminista.

Feminismo islámico es un movimiento que reivindica el papel de las mujeres en Islam. Aboga por la igualdad completa de todos los musulmanes, sin importar el sexo o género, tanto en la vida pública, como en la vida privada y por la justicia social, en un contexto islámico. Aunque arraigado en el Islam, el movimiento también ha tenido como referencia los discursos feministas seculares o no-Musulmanes y se reconoce como parte integrante del movimiento feminista.

Las voceras del movimiento intentan destacar las enseñanzas de igualdad profundamente arraigadas en el Corán y animar la crítica de la interpretación patriarcal de las enseñanzas del Corán (libro sagrado), el Hadith (refranes de Mahoma) y la Sharia (ley) y el estudio de los textos considerados sagrados en orden de lograr la equidad de géneros, contribuyendo a la construcción de una sociedad más equitativa.

El feminismo islámico intenta crear un espacio entre dos posiciones contrarias, pero complementarias y muy divulgadas ambas, que niegan la posibilidad misma de existencia de tal feminismo: de un lado, el fundamentalismo islámico que considera al feminismo como una invención occidental, resultado de la aborrecida modernidad y del otro lado las posturas feministas o liberales que sostienen la incompatibilidad entre el feminismo y el Islam, opinión a veces acompañada por la negación de la existencia de movimientos feministas en los países musulmanes. Valentine Moghadam, socióloga y jefa de la sección de "Igualdad de Géneros y Desarrollo" de la Unesco, considera que esas dos posiciones extremas no permiten comprender el surgimiento de los movimientos reformistas.1

El feminismo islámico está presente en diferentes países, desde el Maghreb, el Máshreq y Asia, hasta Europa y Estados Unidos, movilizándose contra el patriarcado a partir de referencias musulmanas.2 Un Congreso Internacional sobre el Feminismo Musulmán se llevó a cabo en Barcelona del 27 al 29 de octubre de 2005.3

El feminismo musulmán se funda en el ijtihad, o interpretación del Corán, para cuestionar el lugar de las mujeres en los países musulmanes y en el Islam. Otorga un papel central a la educación como elemento de autonomía de las mujeres.2

El concepto de "feminismo islámico" fue elaborado después de 1990 principalmente por las mujeres iraníes, laicas que se interesaron en el surgimiento del movimiento feminista después de 1980 y reformularon la problemática del feminismo al interior del paradigma islámico. Las tesis de las iraníes circularon en Sudáfrica, Egipto, Turquía, Europa y Estados Unidos.4

Este movimiento convergió en la revista Zanan (Mujeres), fundada por Shahla Sherkat, que planteó el debate sobre las relaciones de género al interior del Islam, y la compatibilidad entre Islam y feminismo.1 La revista Zanan enfatizó el origen social y político de la inequidad de género, y criticó el derecho musulmán como fundado en una interpretación patriarcal del Corán,1 levantando así la cuestión del ijtihad en cuanto derecho de las mujeres a reinterpretar la Fiqh, la jurisprudencia musulmana.1 En Irán, Egipto, Marruecos y Yemen, las feministas musulmanas han atacado al derecho de familia patriarcal.1 En la República Islámica de Irán algunas feministas se reivindican partidarias del fundamentalismo islámico en el plano político, en tanto que otras rechazan cualquier apelación a esa doctrina.1

El movimiento se apoya en los cuestionamientos hechos por los intelectuales musulmanes, con respecto a las relaciones entre el Islam, la democracia y los derechos humanos, por ejemplo, Abdulkarim Soroush, Mohsen Kadivar, Hassan Yousefi–Eshkevari y otros conocidos como Nueva Intelectualidad Religiosa en Irán; el difunto Mahmoud Taha en Sudán; Hassan Hanafi en Egipto y el exiliado Zeid Abu Nasr; Mohammed Arkoun de Argelia, profesor de la Sorbona; Chandra Muzzafar de Malasia, Fathi Osman, entre otros.1 Además del derecho a interpretar el Corán, las feministas islámicas reivindican el derecho a participar en las oraciones y oficios religiosos mixtos.1

Para Margot Badran, investigadora del Centro por la comprensión entre musulmanes y cristianos del príncipe saudita Al Walid bin Talal, en la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), los conceptos centrales de este movimiento son la igualdad de las mujeres y la justicia social.4 Escribe Badran:

«El Islam es la única de las tres religiones del Libro, que ha incluido en los textos –del Corán considerado como la palabra de Dios– la idea de la igualdad fundamental de la mujer y el hombre (tanto la una como el otro considerados como seres humanos o insan) y en ello incluye la cuestión de los derechos de la mujer y de la justicia social. Este es un mensaje que ha sido pervertido a nombre del Islam mismo. El patriarcado preexistente, que el Corán ha llegado a atemperar y finalmente a erradicar (...) ha demostrado ser muy resistente. Y es a pesar de la persistencia del patriarcado que la religión musulmana fue adoptada. La manipulación por las fracciones dominantes de la sociedad fue tal que el Islam terminó por ser percibido como naturalmente patriarcal, hasta el punto de borrar la contradicción inherente entre la palabra revelada y el patriarcado y de aniquilar toda reivindicación islámica en favor de la igualdad de los sexos y de la justicia social. Esta no es la menor paradoja de constatar que la única religión que ha inscrito el reconocimiento de la igualdad de los sexos en sus textos, sea actualmente considerada como la más machista de todas. Los machistas musulmanes en el ámbito estatal, social o familiar y los detractores del Islam tienen un interés común, aunque por razones diferentes, para perpetuar tal ficción e un Islam patriarcal.»4

Margot Badran afirma que el feminismo islámico reivindica una concepción igualitaria de la Umma, o comunidad de los creyentes, la cual transciende las divisiones Oriente/Occidente, público/privado, secular/religioso y desecha la idea de un Estado islámico.4 Según Valentine Moghadam, el feminismo musulmán en conjunto con el feminismo cristiano y el feminismo judío, se arraiga en una perspectiva religiosa.1

El feminismo separatista es una corriente feminista que defiende, en mayor o menor medida, la separación de hombres y mujeres en la sociedad. Bien por considerar que hombres y mujeres son en esencia distintos, y que la unión perjudica a las mujeres (con lo cual hasta cierto punto entrarían también en la corriente del feminismo de la diferencia); bien por considerar que los roles de género son construcciones sociales con las que hay que acabar, siendo necesario previamente una concienciación masiva de las mujeres, algo que no es posible mientras tengan relaciones con los hombres, pues en general los hombres no se oponen al patriarcado.

Una de las más importante feministas separatistas es Sheila Jeffreys, figura muy influyente para el movimiento del feminismo lésbico.

El feminismo filosófico es una corriente del feminismo que utiliza métodos del pensamiento filosófico para elaborar y progresar las causas vinculadas con el pensamiento feminista. Aunque se puede argumentar que la historia del pensamiento filosófico de la mujer occidental comienza en la Antigüedad clásica, como la hace M.E. Waithe en A History of Women Philosophers1 (llegando al siglo XVII, Waithe hace referencia a Sor Juana Inés de la Cruz, un citado ejemplo en el mundo hispanohablante), en general ha sido marginalizado por razones de discriminación hacia la mujer en el mundo de la filosofía canónica. Solo en los siglos XX y XXI, vinculado con la emancipación de la mujer en el ámbito educativo y laboral, surge una explosión de publicaciones que pueden ser llamadas feministas y filosóficas. Esta línea de pensamiento ha sabido vincular los conceptos de mujer y filosofía desde un nuevo punto de vista. Tras las obras precursoras de otras filósofas como la marquesa de Châtelet, Olympe de Gouges y fundamentalmente Mary Wollstonecraft, así como los ensayos La secreta guerra de los sexos (1948) de la española María Laffitte (Condesa de Campo Alange), y El segundo sexo (1949) de la francesa Simone de Beauvoir consolidó, a mediados del siglo XX, el nacimiento de esta nueva corriente filosófica centrada en la mujer.

El feminismo filosófico ha reexaminado críticamente lo que pensadores de la talla de Aristóteles o Hegel teorizaban acerca de las mujeres, comprobando la desafortunada pregnancia de los prejuicios filosóficos del pensamiento androcéntrico no sólo en la cultura popular (por ejemplo, en los dichos populares) sino también en la ciencia.

La revisión de los clásicos ha ido dotando a estos estudios de un armazón conceptual que les permite teorizar acerca de lo femenino y de los problemas que las mujeres deben enfrentar en su vida diaria.

Importantes filósofas feministas españolas son las doctoras Dña. Celia Amorós, Dña. Amelia Valcárcel y Dña. María José Guerra Palmero. Tres de las principales filósofas feministas estadounidenses contemporáneas son Nancy Fraser, Seyla Benhabib y Judith Butler.

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