Funcionamiento Familiar
gloriacelaya23 de Enero de 2013
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Funcionamiento familiar
Siendo la familia1 la unidad que integra una sociedad, es evidente que muchos han sido los investigadores (Gurman y Kniskern, 1981; Olson, 1985; Beavers y Hampson, 1995) que han tratado de evaluar el funcionamiento familiar y de pareja desde los inicios de la terapia familiar. Sin embargo, la mayor dificultad que se ha tenido que superar es el inconveniente de la enorme cantidad de información que se obtiene de la entrevista con algún miembro de un núcleo familiar, adicionalmente hay que considerar las apreciaciones particulares del o los sujetos que analizan dicha información (Sinibaldi, citado en Velasco y cols., 2006). Así, el principal quehacer del investigador será identificar los aspectos que considera trascendentes para su trabajo.
Por otra parte, la evaluación, según Stufflebeam (2001), considerada como «...la emisión de juicios de valor de algo específico» nos remite al concepto de medición2, el cual según Stevens (2001: 11) se refiere a «...la representación que se hace al asignar números a las características que distinguen a los constructos en observación, de acuerdo con ciertas reglas». Al respecto Ojeda (citada en Velasco y cols., 2006: ix) comenta que la importancia de la medición radica en «...que, a nivel de aplicación, ésta permite abordar, desde distintas perspectivas, un mismo fenómeno y con ello hacer que las diferentes ramas del conocimiento se desarrollen».
Para llevar a cabo la acción de medir se tienen diversos tipos de instrumentos, Ojeda (citada en Velasco y cols., 2006: x) propone las escalas tipo Likert como los instrumentos adecuados para «...abordar conceptos de alto grado de abstracción mediante una escala de valores representada por un continuo numérico, pictórico o por juicio». Fishbein y Ajzen (1975: 31) consideran que dichas escalas permiten expresar la opinión que se tiene, consistentemente y de forma favorable o desfavorable, de un evento o suceso, esto es «...permiten vincular conceptos abstractos con indicadores empíricos». Así, Arcus (1993) menciona que el estudio de variables tan exageradamente abstractas, como las que se identifican en la evaluación del funcionamiento familiar, de los problemas familiares, de la percepción de la estigmatización y el apoyo recibido y del estilo de amor que expresan los miembros de una pareja, han exigido la operacionalización de las variables, esto es lograr manejarlas, verlas, tocarlas, controlarlas y/o analizarlas, lo que sería la definición del objeto; además de la definición del evento, considerando que forman parte de un todo, por las implicaciones que tiene para la conducta social.
La medición realizada nos permite conocer el contexto en que interactuamos, recolectando información acerca de las diversas variables que se identifican, sucesos, comunidades, eventos, fenómenos, objetos o constructos, buscando acrecentar tanto el conocimiento como la obtención de las experiencias y vivencias de las personas con que interactuamos y poder comprender la realidad interpersonal que se desarrolla entre los integrantes de distintos grupos sociales, como es la familia y la pareja, ya que su interrelación «...desempeña un papel preponderante en el establecimiento de los subsecuentes vínculos interpersonales y el proceso de adaptación social» (Ojeda, citada en Velasco y cols., 2006, p. x); es en la actitud3 considerada como la «...tendencia del comportamiento afectivo, regida por el conocimiento que un individuo tiene con respecto a hechos, personas, situaciones o instituciones» (Reza Trosino, 1999: 12), donde se evidencia el conflicto4 que surge en las relaciones humanas.
Es en este contexto que Atri (2006), tratando de evaluar el funcionamiento familiar, busca definir el concepto de normalidad familiar. Después de hacer un recuento de los diversos autores que han tratado de aterrizar dicho término, se centra en la propuesta del modelo McMaster de Funcionamiento Familiar (MMFF), el cual refiere seis dimensiones, que han resultado ser de utilidad en la evaluación de las familias en tratamiento, pues éstas logran una representación clara de lo que se puede considerar como una familia normal. Las dimensiones mencionadas son las siguientes: resolución de problemas, comunicación, roles, involucramiento afectivo, respuestas afectivas y control de conducta.
El modelo describe los aspectos que debiera presentar una familia normal (además de los extremos de ese continuo donde se ubicarían las familias disfuncionales) en cada una de las dimensiones y ello involucra, normalmente, generar un juicio de valor. Atri (2006: 5) menciona que esto «...no indica que se trate de imponer valores en el proceso terapéutico, pero sí reconocer que hacemos juicios valorativos y que debemos estar preparados para establecer una base de valores que sustente este enfoque, y comenta que ...lo anterior debe ser manejado con mucho cuidado por los clínicos». Luego entonces, las dimensiones del funcionamiento familiar propuestas por este modelo (Epstein y cols., 1983: 171-180) son las siguientes:
RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS
Esta dimensión considera la destreza de la familia para lograr la resolución de sus problemas en una forma que salvaguarde el funcionamiento familiar de una manera efectiva, pues nos comenta la autora que previamente a las investigaciones de Westley y Epstein (1969) se consideraba que las familias ineficientes enfrentaban un mayor número de problemas que las que se desempeñaban eficazmente; pero ella considera que todas las familias afrontan casi la misma cantidad de conflictos, aunque las eficientes los solventan, mientras que las ineficientes no tienen la habilidad para resolverlos.
A continuación se presenta una tipología de los problemas familiares, los cuales se subdividen en instrumentales y afectivos. Los problemas instrumentales los refiere a aspectos mecánicos de la vida diaria (sustento económico, alimento, ropa, casa, transportación, etc.), entre tanto que los problemas afectivos los relaciona con aspectos emotivos (coraje, depresión, amor, etcétera). El modelo comprende siete pasos identificados estratégicamente (Westley y col., 1969), que se deben implementar para llevar a cabo el proceso de resolución de problemas:
1) Identificación del problema: este paso requiere de la capacidad que posea la familia para ubicar adecuadamente el problema, ya que usualmente se trasladan las dificultades existentes hacia campos que constituyen menos peligro, pensando que éstos son el verdadero problema.
2) Comunicación del problema a la persona adecuada: este paso exige la destreza de comunicarse con la persona involucrada, ya que los padres, frecuentemente, se dirigen al hijo, cuando realmente desean hablar con su pareja.
3) Implementar alternativas de acción: este punto apela a la pericia de plantearse diversas posibilidades de solución, pues según sea el caso los planes pueden variar en apego a los requerimientos del momento.
4) Elegir una alternativa: este paso demanda la habilidad de escoger la opción más adecuada para resolver el conflicto, la respuesta a los siguientes cuestionamientos puede dar la pauta para llevar a cabo la selección, ¿puede la familia llegar a una solución?, ¿lo hace de una manera predeterminada?, ¿se informa a las personas involucradas de la decisión?
5) Llevar a cabo la acción: este paso requiere la decisión de la familia para que implemente la alternativa de solución determinada, las posibilidades son: que haga lo que decidió, que lo lleve a cabo parcialmente o que no realice acción alguna.
6) Verificar que la acción se cumpla: este paso se refiere al hecho de que la familia verifique si la acción fue realizada.
7) Evaluación del éxito: este paso radica en llevar a cabo un ejercicio para que la familia valore el logro obtenido en la resolución del problema y determine si llevó a cabo un aprendizaje de la situación y ya están aptos para aceptar sus errores. Atri (2006: 7) menciona que «...una familia normal puede tener algunos problemas no resueltos, sin embargo, no tienen la intensidad y la duración sufi-cientes para crear mayores dificultades».
COMUNICACIÓN
Esta dimensión se refiere al intercambio de información en la familia. Para efectos de este análisis la comunicación se clasifica, también, en áreas instrumentales y afectivas, así como la solución de problemas. La autora comenta que se presume que la habilidad de lograr la comunicación en un área supone la facilidad de comunicarse en la otra, sin embargo, algunas familias presentan mayor conflicto para tener comunicación relacionada con el área afectiva, al mismo tiempo que realizan adecuadamente su comunicación instrumental; la situación inversa se ha visto en muy pocas ocasiones. El modelo descrito propone evaluar dos vertientes de la comunicación: el primero se refiere a la precisión con que el contenido de la información es intercambiado y se presenta como una comunicación clara5 en contraposición con una confusa6; la otra alude a si el mensaje es dirigido a la(s) persona(s) adecuada(s) o si se desvía hacia otra y se plantea como una comunicación directa versus una indirecta; al considerarse estos aspectos como independientes se están analizando cuatro estilos de comunicación, al respecto la autora proporciona unos ejemplos (Atri, 2006: 8):
a) Clara y directa: «estoy enojada contigo porque no me haces caso».
b) Clara e indirecta: «los hombres que no me hacen caso me sacan de quicio».
c) Confusa y directa: «hoy te ves fatal».
d) Confusa e indirecta: «fíjate que ciertos hombres me provocan dolor de cabeza».
El modelo se centra en la comunicación verbal; asimismo
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