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HOMOSEXUALES NACEN O SE HACEN

Abraham8a1 de Noviembre de 2013

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¿Se nace o se hace?: Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá*

Resumen

Este artículo expone las tensiones y supuestos bajo los cuales se han venido entendiendo y agenciando las prácticas homoeróticas. En este sentido, recurre a los desarrollos historiográficos de la Psicología Social Crítica para identificar las nociones que se derivan del yo y la identidad personal. Se ilustran igualmente las propuestas socioconstruccionistas para una construcción social de la sexualidad. También se exponen algunas tensiones contemporáneas entre los Estudios LGBT****** y la Teoría Queer. Se expone el modelo de los repertorios interpretativos de Potter y Wetherell para orientar el análisis de las argumentaciones que ofrecieron los participantes del estudio ante la disyunción: esencialismo (nacen)construccionismo (se hacen) de la homosexualidad. Los resultados obtenidos evidencian cómo losas participantes emplearon recursos retóricos tales como la deconstrucción con un potencial de resistencia y reflexividad posibilitador de cambios discursivos para la cultura. A manera de comentario final, se propone la plasticidad erótica como un patrón que caracteriza narrativas contemporáneas sobre la homosexualidad.

Palabras clave: Homosexualidad, identidad, Psicología Social, Psicología Crítica, análisis del discurso, repertorios interpretativos.

Los desarrollos contemporáneos de la genealogía de la sexualidad señalan que ésta, más que cualquier otra necesidad humana, ha sido objeto de agudas problematizaciones y complejas formas de regulación y control a lo largo de la historia. Así, pues, desde la Antigüedad, la sexualidad ha sido objeto de una preocupación moral que ha llevado a los seres humanos a desarrollar formas de interpretación y construcción variables sobre el deseo y los sujetos que lo encarnan.

En esta perspectiva, la historia de la sexualidad no puede ser centralmente el relato de "las conductas y prácticas sexuales, según sus formas sucesivas, su evolución y su difusión", sino más bien "una historia del contexto teórico y práctico al que está asociada" (Foucault, 1993, p. 7); es decir, una historia de los saberes y de los sistemas de regulación con base en los cuales se ha construido y transformado la experiencia de los sujetos de deseo a lo largo de la historia.

Históricamente, es de particular interés establecer el lugar que han ocupado las relaciones homoeróticas en los sistemas culturales de interpretación y regulación de la sexualidad en su conjunto, puesto que, se presume, tales interpretaciones han operado como dispositivos de regulación de la sexualidad como tal. En otras palabras, se trata de repensar la historia de la producción del sujeto desde el lugar del homoerotismo (Giraldo Botero, 2006).

Algunas de las prácticas eróticas de la Antigüedad fueron objeto de una compleja reflexión y regulación social -al menos por parte de los filósofos-, pero también objeto de la poesía erótica entre mujeres como Safo de Lesbos. Puede afirmarse que durante esta época mucha gente se ocupaba de construir una estilística de la existencia, una ética de la vida cotidiana y de la erótica. Tal 'esplendor' quedó sepultado con las Teologías de la Alta Edad Media y el nacimiento de los Estados modernos.

En ese tránsito, el homoerotismo ha pasado de ser una práctica erótica entre otras, a una tentación de la carne a la que todos estaban potencialmente expuestos, a una categoría identitaria, 'un tercer sexo' que, en los tiempos modernos, muchos atribuyen a determinaciones de carácter biológico. Socialmente, la homosexualidad, una producción moderna que copa el espacio discursivo del homoerotismo, opera como sistema de regulación de la identidad masculina, en tanto 'la homosexualidad' representa culturalmente todo lo que el hombre no debe ser. Por su parte, el homoerotismo femenino ha adquirido el índice de la negación, lo que no existe, de lo que no se habla. En conjunto, la estigmatización de la homosexualidad como categoría identitaria parece servir a la reproducción de la heterosexualidad obligatoria.

Uno de los mecanismos de significación más poderosos para el sostenimiento cultural de la heterosexualidad obligatoria se encuentra en la conexión de significado que articula sexo/género/deseo, como cadena determinista en el proceso de subjetivación; es decir, un axioma no explorado, tanto en las explicaciones cotidianas como en las concepciones 'científicas', según el cual el sexo determina el género y estos dos, a su vez, determinan los cuerpos/ objetos adecuados del deseo (Butler, 2001; 1990).

Se trata de una explicación naturalista que asume sin cuestionar un axioma esencialista y binario que sustenta los modelos de identidad de género legitimados en Occidente (siendo sus opciones femenino y masculino). En tal sentido, en la historia contemporánea, tanto en las disciplinas sociales como en las explicaciones cotidianas, se ha consolidado una jerarquía sexual que establece el límite entre una sexualidad aceptada y reconocida como saludable y la que no. Aunque en tal jerarquía, la línea entre lo normal y lo anormal viene desplazándose, de forma que el espectro de las prácticas y preferencias sexuales reconocidas viene ampliándose, el parámetro de la sexualidad normal, natural, saludable y 'santa' sigue siendo heterosexual, realizada en el contexto conyugal y monógamo, reproductivo, y practicada en el hogar (Rubin, 1993).

En el contexto del presente trabajo se privilegian las críticas a tales políticas de la identidad adelantadas en dos campos académicos y políticos contemporáneos: la teoría queer y la Psicología Social socioconstruccionista.

La formulación queer, adelantada por Judith Butler, señala que no existe un sexo prediscursivo que sirva como referencia estable para la construcción cultural del género; más bien, este último debe ser visto como el conjunto de prácticas que cada individuo realiza en el marco de unos regímenes normativos que se van materializando en el cuerpo (Butler, 1993). Tal materialización puede consolidar perspectivas, bien de sumisión, bien de resistencia, o bien de insubordinación (Butler, 1993).

La teoría queer propone una postura resistente a las políticas de la identidad, caracterizada por la oposición a la ubicación subjetiva de una categoría identitaria particular: asumirse como queer es resistirse a la categorización de género y ser solidario con las luchas de exclusión y discriminación.

Implica también operar una distinción crítica y reflexiva para los propios relatos identitarios, entre la funcionalidad de la categoría homosexualidad, construida por la modernidad en Occidente, y la libertad de las preferencias y prácticas eróticas entre distintas personas y en cada una de éstas en distintos momentos de su ciclo vital.

Por su parte, la psicología socioconstruccionista señala críticamente cómo actualmente la exclusión de lo otro opera en el marco de unas políticas de la identidad que la psicología tradicional ha contribuido a legitimar (Sampson, 1993). En efecto, los modelos identitarios de la psicología moderna han privilegiado como parámetro de 'normalidad', características masculinas, heterosexuales, de clase media y occidentales, para legitimar un individualismo autocontenido que desconoce la génesis dialógica del yo, configurando una economía discursiva en la que lo otro resulta necesariamente estigmatizado.

En los tiempos contemporáneos, la exclusión y la estigmatización operan ya no sólo desde la matriz heterosexual, sino también en los límites que cada categoría de sujetos está dispuesta a reconocer; por ejemplo, una concepción biologicista y esencializada de la homosexualidad tiende a excluir tanto a la bisexualidad como a los sujetos queer, particularmente, por la concepción naturalizada tanto sobre los objetos de deseo adecuados para cada categoría identitaria como por la estabilidad atribuida a cada una de ellas.

La variabilidad histórica de las interpretaciones y los discursos culturalmente legitimados sobre la homosexualidad, la evidencia de que durante muchos períodos de la historia la homosexualidad hizo parte de una erótica mucho más compleja que incluía relaciones tanto hetero como homoeróticas, y la deconstrucción de los determinismos sobre los objetos adecuados de deseo, en conjunto, permiten proponer la tesis de que los seres humanos estamos en capacidad de constituir a otros, independientemente del sexo, en sujetos de deseo, siendo los sistemas de regulación de la identidad los que limitan culturalmente las opciones. En el proceso de socialización humana, tales límites culturales se construyen mediante aprendizajes emocionales, 'pánicos eróticos' (Rubin, 1993), elicitados, al menos en parte, de manera ideológica mediante asociaciones entre la homosexualidad y el estigma social.

Si se acepta lo anterior, entonces, ¿cómo explicar la homosexualidad, sin caer en discursos esencialistas o individualistas, insostenibles ya argumentativamente? La hipótesis implícita de esta propuesta, siguiendo a Judith Butler, es que aunque se acepte que la restricción de género es constitutiva, las autonarraciones homosexuales (en cuanto lugar subjetivo, tanto de inteligibilidad como de abyección del sujeto, Butler, 2002) parecen ser el resultado, de realidades construidas conversacionalmente (Shotter, 2001) en las que los roles emocionales o expresivos (pánico erótico, efecto performativo del nombre propio, etc.) juegan un papel determinante.

Con base en lo anterior, puede afirmarse que si bien la patologización y la exclusión de los sistemas de protección social

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