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III Psicopatología Y Uso De Tabaco En Estudiantes De Secundaria

erredos10 de Noviembre de 2013

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III Psicopatología y uso de tabaco en estudiantes de secundaria

Los problemas emocionales de los discentes constituyen un grave problema educativo y de salud mental, no sólo para ellos, sino para sus padres y mentores. En la actualidad, infinidad de educandos además de presentar bajo rendimiento escolar, manifiestan desajustes conductuales y emocionales. Las causas del bajo rendimiento en la escuela son diversas y para tratarlas se necesita de un diagnóstico acertado. Entre las principales causas que originan el problema planteado son: el trastorno por déficit de atención y el depresivo mayor, los trastornos por uso de sustancias y la ansiedad. El objetivo de esta ponencia es determinar la relación entre el rendimiento escolar y la psicopatología en estudiantes de primer semestre de bachillerato en el CETUG, ubicado en la ciudad de Tres Valles, Veracruz. México, empleando para tal fin, una entrevista diagnóstica estructurada (MINI – KID).

II.- Introducción

El Sector de la Educación Superior Chilena es actualmente un sistema masificado, complejo y en rápido cambio. La matrícula en el sistema ha aumentado en más de un 300% desde 1990 al 2004 (MINEDUC, 2004), es decir, la población universitaria se triplicó en la última década. Esta tendencia de crecimiento se mantuvo con un incremento del 42% desde el 2002 al 2007 (CSE, 2008). El Estado ha apoyado esta fuerte expansión del sector educativo a través de subvenciones o créditos para los estudiantes, intentando con ello un acceso más equitativo de los distintos sectores sociales de la población chilena (CONACE, 2007).

Esta expansión y masificación de la educación universitaria ha generado cambios a nivel del estudiantado, configurando un nuevo tipo de estudiante (Núñez, 2007). Es así, como la cobertura universitaria para los quintiles socio-económicos I, II y III que corresponden al 40% de hogares con menores ingresos del país, se triplicó entre 1990 y 2003 (Donoso & Cancino, 2007). Es decir, el incremento en matrícula universitaria se ha realizado en gran parte a través de grupos sociales más vulnerables. El Mineduc ha señalado que se mantendrá esta tendencia al alza de "estudiantes carentes", definidos como aquellos que presentan dificultades socio-económicas, mayor exposición al fracaso académico y a riesgos asociados, y por lo cual debe entregárseles un reforzamiento integral por parte de las instituciones universitarias (Núñez, 2007). Un ejemplo de esto es que la tasa de titulación en Chile del 39%, se asocia a alta deserción por variables socioeconómicas (CONACE, 2007), lo que refiere dificultades de mantención para segmentos sociales en desventaja.

El nuevo tipo de estudiante ya no pertenece sólo a los segmentos de mejor rendimiento académico de la educación media (Florenzano, 2006), no proviene de sistemas educativos aventajados, y pertenece a grupos sociales más vulnerables (Donoso & Cancino, 2007), condición que estaría asociada a un mayor riesgo de presentar trastornos de salud mental para adultos y adolescentes latinoamericanos, según extensa revisión de trabajos publicados desde 1982 al 2006 (Ortiz, López & Borges, 2007). Si adicionamos a esto, que el joven universitario se encuentra en una etapa del ciclo vital compleja, asociada a la resolución de tareas no comparables con otras épocas de la vida (Gomberoff, 2003), en que la conjunción de características individuales y contextuales pueden facilitar estas conductas de riesgo (Martinez, 2007); podemos comprender mejor el surgimiento de problemas de salud mental en jóvenes (Florenzano, 2005). Si además reconocemos que el contexto universitario puede desempeñar un rol en la generación de salud o enfermedad de sus estudiantes, imponiendo tareas, exigencias y desafíos propios de un sistema educativo muy diferente, sería entonces esperable la emergencia de mayores problemas de salud y/o trastornos mentales en universitarios.

Estos planteamientos resultan congruentes con los hallazgos recogidos en universidades extranjeras y chilenas, y que muestran incidencias consistentemente altas en universitarios para diversos cuadros de salud mental. Entre ellos, los trastornos de ansiedad, presentan una tasa cercana al 15 %, siendo más frecuentes en mujeres (19.5%) que hombres (8%), excepto el trastorno obsesivo compulsivo y la fobia social, cuyas tasas son semejantes (APA, 1995). Para estos cuadros encontramos tasas significativamente altas en universidades extranjeras (ADAA, 2007; Al Nakeeb, Alcázar, Fernández, Malagón & Molina, 2004; Amézquita, González & Zuluaga, 2000; Camacho et al., 2005; Riveros, Hernández, & Rivera, 2007) y también en universidades nacionales (Benítez, Quintero & Torres, 2001; Cova, Alvial & Arod, 2007), cuyas tasas (sobre 23%) superan la tasa nacional para población general (16.2%) y también la del grupo etario equivalente (11.3%) (Vicente, Rioseco, Saldivia, Kohn & Torres, 2002). Si bien las metodologías de recolección de datos no son siempre comparables, sugieren la inquietud de contrastar estos hallazgos. Los estudios no siempre son coincidentes para la asociación con género, mostrando algunos diferencias significativas (Amézquita et al., 2000; Camacho et al, 2005; Cova et al., 2007; MINSAL, 2007; Riveros et al., 2007; Vicente et al., 2002), pero otros no (Al Nakeeb et al., 2004; Benítez et al., 2001).

Los trastornos de depresión son patologías frecuentes. Se estima que para el 2020 será la enfermedad de mayor ocurrencia en el mundo, calculándose que entre el 8 y 18% de la población sufrirá al menos un episodio depresivo significativo durante su vida (Kessler, 1993, citado en Czernik et al., 2006). Estudios señalan que los cuadros depresivos en universitarios presentan una mayor tasa en comparación con la población general y grupo etario correspondiente (Czernik et al., 2006; Riveros et al., 2007; Sánchez, Cáceres & Gómez, 2002), incluso mayor a países en desarrollo (Cova et al., 2007). Los trastornos depresivos a nivel nacional guardan equivalencia con las tasas encontradas a nivel Latinoamericano (Vicente, Rioseco, Saldivia, Kohn & Torres, 2005). La depresión mayor y distimia son los más prevalentes, después de la agorafobia, siendo el grupo juvenil semejante a la población general. (Vicente et al., 2002).

Las tasas reportadas son altas en universidades extranjeras (Al Nakeeb et al., 2004; Amézquita et al., 2000; Camacho et al., 2005; Czernik et al., 2006; Riveros et al., 2007) y en las universidades nacionales (Benítez et al., 2001; Cova et al., 2007; Santander, 2004), cuya incidencia (sobre 16.4%), supera la tasa para población general (15%) y también al grupo etario equivalente (13.8%) (Vicente et al., 2002). En población nacional existe una mayor incidencia en mujeres que hombres (MINSAL, 2007; Vicente et al., 2002), tendencia confirmada en algunos estudios con universitarios (Amézquita et al., 2000; Cova et al., 2007; Camacho et al., 2005; Riveros et al., 2007; Sánchez et al., 2002), pero en otros no (Al Nakeeb et al., 2004; Benítez et al., 2001; Czernik et al., 2006).

La conducta suicida se encuentra dentro de las 5 primeras causas de muertes entre 15 y 19 años (MINSAL, 2007) , estimándose que del total, un 30% ocurre en estudiantes universitarios (Arias, 2004, citado en Czernik et al., 2006) . El suicidio constituye un importante problema de salud individual y pública. Se calcula en Chile una tasa de 10.8 por 100 mil habitantes, con un importante aumento en adultos jóvenes de ambos sexos (MINSAL, 2007). La tasa en hombres dobla 3 a 10 veces la tasa en mujeres. Hoy en día la conducta suicida es definida dentro de un espectro de ideas, afectos y conductas que van desde las ideas de muerte hasta la consumación del acto suicida, siendo los límites y riesgos difíciles de precisar. Los hallazgos sobre conducta suicida en jóvenes universitarios resultan preocupantes, con tasas anuales que se ubican entre un 18% y 41% (Amézquita et al., 2000; Calvo, Sánchez & Tejada, 2003; Czernik, 2006; Sánchez et al., 2003). Dado que es una de las principales causas de muerte prematura prevenible (MINSAL, 2007), los esfuerzos destinados a explorar su diagnosis oportuna resultan muy relevantes. Se estima que por cada suicidio consumado, hubo entre 10 y 20 intentos previos (Rojas, 2008) . Un estudio en universitarios chilenos (Cova et al., 2007) arrojó elevadas tasas en mujeres para ideación (14.9%), planificación (10.1%) e intentos (3.5%). Las estadísticas indican tasas de muerte mayores en hombres, pero índices de intento suicida superiores en mujeres (Cova et al., 2007; MINSAL, 2007). No obstante, otros estudios no las confirman (Amézquita et al., 2000).

El consumo abusivo de alcohol y drogas constituye un importante problema de salud pública a nivel mundial. Los jóvenes universitarios chilenos aparecen como un grupo de riesgo importante al respecto, en los que se destacan las elevadas tasas de consumo para marihuana y alcohol (CONACE, 2007; Santander, 2004; Vicente et al., 2002), la intensidad de uso, baja percepción de riesgo, presencia de tráfico en los campus (CONACE, 2007) y tasas significativas para consumo de fármacos ligado a problemas de salud mental. El 6° estudio de drogas 2004 (CONACE, 2007) muestra que los jóvenes entre 19 y 25 años son el grupo etario con las mayores tasas anuales de consumo de drogas ilícitas, con una evolución histórica en alza para marihuana, siendo los universitarios quiénes registran el más alto consumo anual y más baja percepción de riesgo. Señala que en las universidades existen espacios legitimados socialmente para el consumo de drogas legales e ilegales, sin estrategias

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