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INTERVENCIÓN EN DUELO EN LAS DIFERENTES ETAPAS EVOLUTIVAS.

AmorenoEnsayo24 de Octubre de 2012

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INTERVENCIÓN EN DUELO EN LAS DIFERENTES ETAPAS EVOLUTIVAS.

M. Paz Moreno Llorca.

Junio 2002.

¿QUÉ ES EL DUELO?

INTERVENCIÓN EN EL DUELO DE LOS ADULTOS.

EL DUELO DE LOS NIÑOS.

EL DUELO DE LOS ADOLESCENTES.

EL ANCIANO EN DUELO.

La documentación sobre el tema del duelo es realmente escasa, teniendo en cuenta los años que se lleva trabajando en él, sobre todo en ambiente hospitalario. Sin embargo la muerte de seres queridos es un hecho cotidiano y que tarde o temprano nos ocurrirá a todos.

La idea básica de este resumen bibliográfico sobre el duelo en las diferentes etapas de la vida es que cualquiera que sea nuestra edad al sufrir la pérdida, no se nos puede evitar el dolor de la muerte ni la información sobre lo que ha ocurrido, sino que se nos puede y debe incluir en los sistemas familiares de duelo. La exclusión del proceso (llevar a otra casa, no decirlo todo o decirlo en el último momento) por razones de sobreprotección conducen a que el anciano o el niño se sientan excluidos o incapaces de elaborar el duelo.

La muerte es un proceso natural, y, como tal, debemos referirnos a él desde la más tierna infancia. Más que una terapia para el duelo lo que se propone aquí es un cambio de actitud: despojar a las pérdidas de ese halo de prohibición y hablar de ellas cuando ocurren, desde las más pequeñas hasta las más grandes. Aprender y educar en la elaboración adecuada de un duelo.

En relación con el nivel cognitivo se debe informar con toda franqueza de la pérdida y se debe permitir que se expresen las emociones que cualquier persona experimentaría para facilitar así el proceso normalizado de duelo. Cuando muchas veces “protegemos” a ancianos y niños de una muerte en realidad somos nosotros a los que nos resulta difícil soportar su dolor. Pero ellos deben pasar por él de forma intransferible, al igual que nosotros cuando la pérdida es compartida.

1. ¿QUÉ ES EL DUELO?

Duelo es el proceso que experimenta una persona a raíz de la pérdida de alguien o algo querido. Aunque las pérdidas que más fácilmente se nos vienen a la cabeza son las de personas queridas, podemos entender el concepto de pérdida como la desaparición de cualquier objeto físico, como el incendio de una casa o el robo de una joya, de una persona querida o de otro tipo de valor, como un empleo o una pérdida de estatus social. Todas estas experiencias de pérdida suscitan en la persona un amplio rango de conductas, emociones y pensamientos de mayor o menor intensidad que no deben ser minusvaloradas, sino consideradas desde la perspectiva del valor que cada uno pueda conceder a lo que ha perdido. Esto es particularmente importante en ciertos tipos de pérdidas no tan obvias, como un niño que echa de menos a los amigos tras el cambio de colegio, o socialmente menos destacadas, como un aborto natural.

El duelo comienza normalmente con la pérdida del ser querido y se puede considerar acabado, según Worden y Neimeyer, cuando el superviviente muestra capacidad de:

reorganizar su vida a un nivel parecido al que siempre tuvo.

referirse al fallecido sin sentimientos de extrema tristeza o ansiedad.

Aunque algunos autores hablan de recuperación sólo cuando se es capaz de reinvertir la energía emocional en otra relación análoga (por ejemplo en el caso de los/las viudos), en términos generales se toma como referencia el que el doliente sea capaz de dar y recibir afecto por parte de su red de apoyo social.

En los casos de larga enfermedad y muerte previsible y en los de demencia el duelo puede comenzar antes de la misma, de una forma anticipada.

En cuanto al nivel de funcionamiento de la persona a lo largo del proceso de duelo, Neimeyer propone que los días siguientes al fallecimiento la conmoción y el aturdimiento hacen que superemos el dolor y nos reorganicemos bastante bien, pero después de estos dos o tres días cuando la realidad de la pérdida se nos presenta con toda su fuerza, empezamos un proceso de caída que suele durar unos meses. Los estudios sugieren que el peor momento del duelo se suele experimentar hacia el cuarto mes, aparte de fechas especiales para el doliente en el primer año de duelo, como aniversarios o vacaciones. Finalmente, después de estos momentos especialmente duros, la persona se va recomponiendo en un lento proceso que puede durar años, dependiendo en muchas ocasiones del apoyo social efectivo que se tenga y de la paciencia de éstos para dar a cada doliente el tiempo que necesite para recuperarse. La mayor parte del entorno social suele dar por hecho que al año de la muerte el viudo, padre, madre o hermana debe haber vuelto a hacer su vida normal, pero es muy normal que se necesiten dos o tres años, sin tener ideas preconcebidas sobre este ciclo.

Reacciones normales ante la pérdida.

Tanto si la muerte era previsible tras una larga enfermedad como si se produce de forma inesperada, las reacciones del superviviente, dependiendo del estilo individual, comprenden:

Manifestaciones físicas: vacío en el estómago, opresión en el pecho o garganta, hipersensibilidad al ruido, despersonalización, falta de aire, debilidad y sequedad en la boca.

Sentimientos: tristeza, enfado, culpa, ansiedad, fatiga, impotencia, shock, anhelo, alivio e insensibilidad.

Pensamientos: incredulidad, confusión, preocupación, sentido de presencia y alucinaciones.

Conductas: tr. Del sueño, alimentarios, aislamiento, desorganización soñar con la pérdida, evitar o frecuentar recuerdos, buscar al fallecido o llamarlo, suspirar, hiperactividad y llanto.

En el proceso de intervención es necesario tener presente que todos estos síntomas son frecuentes y normales en un doliente en los primeros meses de duelo, con la consecuente necesidad de normalizar tanto a la persona como a la familia respecto a ellos.

Etapas y tareas del duelo.

A diferencia de las teorías tradicionales sobre el duelo, que hacían hincapié en una serie de etapas más o menos universales, las publicaciones más recientes insisten en la consideración de la elaboración de la pérdida como un proceso activo, lleno de decisiones en las que la persona elige entre una serie de alternativas, siendo así cada duelo completamente diferente. De hecho es un momento critico en la vida en que las decisiones son muchas y muy rápidas, y los cambios que suceden a éstas en ocasiones son muy relevantes en la vida cotidiana, como tener que ponerse una viuda a trabajar o tener que mudarse de casa tras la muerte del padre.

Aún así, podemos hablar de una serie de estados que atraviesan los supervivientes sin que tenga que ser en este orden y sin seguir un orden lineal, ya que a menudo se observan regresiones en la elaboración del duelo en fechas señaladas, o épocas de mayor estrés. Desde la primera aproximación de Kúbler-Ross en 1969(1. negación 2. rabia 3. pacto, 4. depresión 5. aceptación), una de las más acertadas es la de Parkes, de 1970, que propone las siguientes etapas en la elaboración del duelo:

insensibilidad

anhelo y rabia

desorganización e inquietud

reorganización de la conducta

En estas etapas y en los trabajos que realizó Parkes con Bowlby respecto al apego y la ansiedad de separación se basó William Worden para desarrollar su teoría de las tareas para el duelo y la terapia basada en ellas, actualmente la más conocida y relevante en este campo, de por sí escaso en bibliografía especializada.

Worden entiende que más que pasar por unas etapas marcadas la persona que ha perdido un objeto de apego ha de resolver activamente cuatro tareas o desafíos:

Aceptar la realidad de la pérdida.

Durante los primeros días existe una cierta tendencia natural a no admitir la muerte o no darse cuenta en el plano real de su ausencia. Se coge el teléfono para llamarle o parece que abrirá la puerta en cualquier momento. Esto es normal en los primeros días, incluso semanas, es necesario estar informado de que no significa que la persona esté perdiendo la razón o exagerando en su reacción. Es normal en los primeros días no tocar las posesiones del fallecido, recordar sólo lo agradable de la relación, pero progresivamente ir admitiendo que la muerte es real y no tiene posibilidad de cambiarse.

Sentir y elaborar el dolor y otras emociones.

Después del aturdimiento y la confusión el dolor y otras emociones aparecen y es imprescindible sentirlas en toda su dimensión. Cualquier evitación o retraso del natural sufrimiento prolongará el duelo innecesariamente. Lo elaboramos cuando hablamos del fallecido, lloramos, expresamos nuestra desesperanza de encontrar otra persona igual, somos incapaces de ir a trabajar, pero también cuando sentimos culpa por no haberle visto más, no haberle cuidado o por haber tenido una relación tormentosa (malos tratos, abuso, haber cortado la relación). Es habitual también el enfado por el abandono que supone la muerte, aunque es difícil que la persona tome conciencia de él, debido al aparente absurdo que supone. No se trata, entonces de una aceptación intelectual, sino emocional de la pérdida.

Adaptarse a los cambios en el medio.

Sobre todo en el caso de cónyuges, padres o hijos, la muerte supone la desaparición de una persona que cumplía unas funciones que ahora el viudo, hijo o hermano tiene que retomar

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