Inocencia perdida, una crisis en Ciudad Juarez
Joel SantamandTesina13 de Marzo de 2017
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Capitulo 1. Ciudad Juárez de los años 80´s
En el siguiente capítulo se expondrán los conceptos claros de la psicología con relación al comportamiento social del individuo; y sé hablará del contexto histórico de Ciudad Juárez abarcando el periodo de los siglos XIX y XX.
- Definición de inocencia
La Real Academia de la Lengua Española define a la inocencia como el estado del alma limpio de culpa[1]. Según la Teoría de campo de Kurt Lewin, una persona interactúa con su entorno, donde solo los hechos presentes pueden ser responsables de la conducta[2]. La persona inocente no conoce el mal ni tiene malicia en su corazón (entiéndase corazón por la concepción más profunda del ser), es aquella que tiene libertad para tener un desarrollo adecuado psicológica y socialmente esto, implica su relación con la sociedad y la percepción de la misma en un sentido recíproco.
La inocencia es una cualidad única y exclusivamente del hombre con la cual se nace; siendo ésta manifestada en las actitudes, el comportamiento y la respuesta social ante las situaciones de la vida cotidiana. Una persona no conoce la malicia en los primeros años de vida, esta se va adquiriendo tras experiencias. Por citar algunas: la culpa, el odio, el deseo, la venganza.
- Problemas en el desarrollo
El desarrollo del individuo se articula sobre dos bases fundamentales: presencia del padre y presencia de la madre. El niño espera de la madre fundamentalmente amor, no desprovisto de autoridad; de su padre, autoridad que de ningún modo debe de estar vacía de un profundo amor[3].
El vínculo que se establece entre madre e hijo, es fundamental en los primeros meses de vida del niño. Este contacto con la madre es necesario pues constituye para el niño una incesante e indispensable fuente de experiencias sensoriales, psicointelectuales y psicoemotivas. A raíz de ello el niño siente si se le quiere, o si representa una carga; si se le cuida o si se le abandona.[4] La insuficiencia afectiva de la madre representan para el niño una autentica catástrofe debido a la carencia de la cual es víctima. Pero el exceso de amor maternal, transforma a las madres en abusivas, algo no menos perjudicial. La desviación del amor maternal puede llegar en casos menos comunes incluso al odio[5]. Sin embargo, la madre influye de manera importante en gran medida a los posibles trastornos de la personalidad futura de los hijos, o por el contrario, del equilibrio y estabilidad emocional del mismo.
Por otra parte el papel que desempeña el padre (tratando de no verlo desde un punto de vista donde el padre solo es un mecanismo) no es buscarse en una igualdad falsa con relación a la madre, sino el niño espera autoridad del padre. Pero no es una autoridad generalizada, sino en una ejemplaridad[6], así con el ejemplo el padre exige una respuesta igual al hijo. Al procurar una relación positiva y vital entre padres e hijos, el desarrollo de los hijos transcurre en una normalidad tranquila y fecunda.[7]
En la primera etapa de la vida de una persona (infancia-niñez) se establecen las bases morales vitales para el desarrollo integral como son: los valores, las actitudes, el comportamiento y su personalidad.
Hasta cierta fase del desarrollo psicológico que puede considerarse aproximadamente alrededor de los 9 años, el bien y el mal son establecidos por el padre, y el niño los acoge como identificación con el ejemplo del padre[8].
Cuando en una familia tienen que dejar el núcleo familiar para salir a trabajar ambos padres, se deja olvidados (no por voluntad propia sino por necesidad)[9] a los miembros indefensos: los niños. Surge como necesidad el aprender a subsistir solos y buscan, sin orientación o guía, satisfacer necesidades de afecto, atención, contacto, seguridad, por citar algunas ante el vacío que deja la partida de ambos padres.
La proliferación de la ciudad hizo que ésta creciera tanto económico-social como en infraestructura. Sin embargo, no se tenían contempladas las repercusiones a los miembros más vulnerables de la sociedad: los niños y adolescentes. Kurt Lewin en su Teoría de Campo[10], relaciona al individuo con un entorno en el cual puede interactuar libremente, si hay cambios o alteraciones en una de las partes tanto el individuo como la sociedad son afectadas directa o indirectamente. Así el núcleo familiar se solidifica en la armonía que existe entre sus miembros.
No existe sociedad viable sin un equilibrio permanente entre amor y autoridad, entre solidaridad y rivalidad. En la sociedad estos cuatro papeles son representados por la madre, el padre, por los hermanos y por otro personaje que, a pesar de no ser de carne y hueso, tiene características de no menos importancia; el hogar.[11]
El niño cuya infancia se desarrolla en un hogar sano y adecuado está mucho más capacitado en los aspectos psico-sociales, que aquel que no haya podido correr con la misma suerte. Sin olvidar la realidad concreta de cada individuo y la personalidad característica del niño. El desarrollo adecuado de un individuo depende de muchos factores que podríamos resumirlo solo en uno, del cual se ha ido marginando poco a poco: la seguridad.
- La seguridad
La psicología establece la seguridad como “la correlación que existe entre una serie de medidas o entre dos medidas similares”[12], podemos definir este concepto de seguridad como una necesidad de estabilidad psicoafectiva del individuo, y los podemos relacionar entre los peligros que se nos presentan a nosotros. El niño no tiene la necesidad de seguridad estando dentro de “su mundo”, puesto que en él no hay peligro, sino éste se ve atacado por nosotros, “nuestro mundo”[13].
Sin embargo, los problemas o peligros que se les presentan son fabricados por nosotros y estos afectan en su desarrollo. Podemos hablar de una utopía en relación a la seguridad del niño, porque para que el individuo no necesite de seguridad, sería preciso decir que nuestro mundo necesitaría cambiar por completo. Haciendo hincapié al referirnos a una seguridad profunda, más íntima[14].
El niño no busca nuestra seguridad, o la seguridad que le podamos dar, sino nosotros se la damos lo que genera una coodependencia. Entonces no se trata de seguridad, sino de un sentido de convivencia, sentido social de la existencia[15].
La capacidad de dar seguridad viene en proporción con la recibida, no podemos dar algo que no se tiene. La seguridad es la base primordial de toda formación humana capaz de construir un yo maduro y apto.
Para asegurar la salud mental de los niños futuros importa ante todo, desarrollar y reforzar en el niño el sentimiento de seguridad, de ser siempre querido y aceptado.[16]
- La sociedad de Ciudad Juárez en los s. XIX y XX
A partir de 1848, una vez perdida la guerra con Estados Unidos, se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo cediendo México casi la mitad de su territorio y fijando así la nueva frontera en el Río Bravo, Paso del Norte como antiguamente se le llamaba a Juárez (Ciudad Juárez a partir de 1888 hasta la actualidad)[17] se convirtió en el paso obligado de mercancías al otro lado de la frontera, recalcando que el tráfico internacional no solo consistía en materiales y sino también en recursos humanos.
Mientras El Paso era depurado de sus tendencias viciosas enajenándose de la ciudad vecina, las calles y callejuelas de Ciudad Juárez se ganaron el nombre de la “frontera sodomita” (en relación a Tijuana llamada Gomorra)[18] llena de inmoralidades, perversiones, corrupción, crueldad e hipocresía. En 1921 se estima que la ciudad albergaba a más de 153 meretrices en la zona centro que para el año de 1927 se incrementó a más del 75%. Pero la gravedad del asunto residía en que la mayoría eran jóvenes incautas que tenían entre 13 a 19 años de edad, quienes se prostituían principalmente en cantinas, cabarets, hoteles y casas de asignación[19]. Por la inconformidad de los habitantes reclamando la vigilancia o la prohibición de esta práctica con el motivo de ser un acto inmoral para la sociedad se dispuso un área de tolerancia de la ciudad en la periferia alejada de restaurantes, cabarets y cantinas, donde aquí eran más frecuentes[20]. La prostitución no solo provocaba el clandestinaje sino que al mismo tiempo generaba otros problemas: el tráfico de mujeres (trata de blancas), que engañadas eran llevadas a la zona de tolerancia[21]. El municipio respondió promulgando las cuotas vigentes a la práctica de la prostitución para las meretrices locales y extranjeras, donde las mexicanas deberían de pagar cinco pesos, las norteamericanas ocho pesos y las francesas diez, además de un peso por registro[22].
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