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Juego Y Desassollo Infantil


Enviado por   •  9 de Junio de 2013  •  3.840 Palabras (16 Páginas)  •  269 Visitas

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JUEGO Y DESARROLLO INFANTIL

…El sujeto se constituye desde la más temprana y decisiva relación con la madre (o su sustituta) y se enriquece en los futuros vínculos y relaciones…

La importancia de la función materna consiste en “contener” al recién nacido y esta experiencia le permitirá, entonces, desarrollar posteriormente la capacidad de contenerse, de tender a la integración de sí mismo. Al no estar organizado su ritmo de sueño y de vigilia, el niño se siente en un estado de desamparo y es presa de grandes ansiedades.

La madre debe adaptarse a la nueva situación, a la pérdida de un hijo intrauterino y al contacto de su hijo real, esta ansiedad y preocupación constante permite la agudización de las capacidades sensoriales y captar las necesidades del bebe. Esto se da mediante la conexión intima con su hijo.

Winnicott decía, que no existe bebe sin su madre y madre capaz de cumplir con todos los requerimientos del bebé en sus primeras etapas, si no hay un padre o 3° que haga la función de contener a esa madre.

El padre cumple un rol de apoyo a la madre. Es el que establece un contacto con la realidad exterior. También debe adaptarse a su nuevo rol y aprender los cuidados que necesita un bebé.

Winnicott se especializó en la relación madre-lactante y la evolución posterior del sujeto a partir de esta relación; como va a desarrollarse, relacionarse, integrarse, etc.

Un bebé no puede existir solo, es parte de un vínculo; necesita de los cuidados maternos o de un ambiente facilitador para ello. A esta función materna Winnicott la llama la “madre suficientemente buena”, aquella que espontáneamente, interpreta las necesidades del niño y lo gratifica; para luego ir fallando progresivamente.

La madre, en un principio, debe “ilusionar” al bebé, para luego “desilusionarlo” gradualmente. Por ejemplo, en su necesidad de comer, el bebe es acogido por la madre para alimentarlo, y así se configura una situación en la que el lactante tiene la ilusión de que el pecho fue creado por él y que es parte de él. Pero, a medida que la madre lo desilusiona, el bebé va percibiendo que no es uno con la madre, y aprende a entrar gradualmente en contacto con la realidad y con su subjetividad. Irá descubriendo, la inexistencia de esa unidad con la madre; y el efecto es que la madre deja de parecerle “perfecta”.

Con esto Winnicott quiere decir que no existen las madres perfectas, o que aunque lo hubieran no servirían a los procesos por los que debe atravesar el bebé, como frustrarse, por ejemplo. A medida que el niño crece existe una cuota de displacer, dolor o incomodidad cada vez mayor que el niño podrá soportar, el punto está en que en cada etapa, estas experiencias desagradables no sobrepasen el nivel de tolerancia ya adquirido y heredado, que puedan perjudicarlo en su desarrollo.

Al producirse esa ruptura de la diada madre-bebe, este logra ir independizándose, y así, logra paulatinamente su autonomía y su autosuficiencia. En esa falla, debe instalarse algo que la reemplace, algo en vez de ella; y es allí donde se instalarán los objetos provistos por la madre inicialmente, y luego los objetos descubiertos y creados por el bebé; los fenómenos, espacios y objetos transicionales, cuya función es ser puentes entre la madre ausente y su deseo de encontrarla.

Las experiencias durante los primeros y vulnerables años del desarrollo evolutivo de un individuo, influyen significativamente en el moldeado de la capacidad para formar relaciones íntimas y emocionalmente saludables. La empatía, el afecto, el deseo de compartir, la capacidad de amar y ser amado, etc., están asociadas a las capacidades medulares de apego formadas en la infancia y niñez temprana.

Refiriéndonos al “apego” como el vínculo específico y especial que se forma entre madre (o cuidador primario)-niño. Es una relación emocional perdurable con una persona específica, que produce seguridad, consuelo, y placer. (estado cosa deseada)

La pérdida o la amenaza de pérdida de esta persona, provoca una intensa ansiedad. Una relación sólida y saludable con la madre o cuidador primario, se asocia con una alta probabilidad de crear futuras relaciones saludables con otros, mientras que un pobre apego parece estar asociado con problemas emocionales y conductuales a lo largo de la vida.

Levantar al bebe en brazos, mecerlo, cantarle, alimentarlo, mirarlo detenidamente, besarlo y otras conductas nutrientes asociadas al cuidado de niños pequeños, son experiencias que forman el vinculo. (complejo atributo)

La relación más importante en la vida de un niño es el apego a su madre o cuidador primario, esta determina el “molde/andamiaje” para todas sus relaciones futuras.

Las emociones desempeñan un papel fundamental en el establecimiento de lazos afectivos entre el adulto y el niño. La expresión de estas emociones en edad temprana son “la sonrisa”, “la ansiedad ante el extraño” y “la negación”, considerados por SPITZ como organizadores del desarrollo afectivo del niño y como hitos de su evolución emocional.

La sonrisa, que es el primer organizador, aparece alrededor del primer mes de vida en estado de vigilia y que se vuelve cada vez más selectiva con respecto a los estímulos en contextos sociales. Según Spitz los niños no aprenden a sonreír, sino a identificar rasgos de la cara de su cuidador. El estímulo más determinante es el rostro humano.

La sonrisa es una expresión motora, es un esbozo de comunicación que sólo se comprende a través de las experiencias y las relaciones afectivas del niño con las personas que lo aman y lo cuidan. Hay diferencias entre las primeras sonrisas del niño y la relación social que posteriormente establece con su medio.

En las primeras semanas se trata de una sonrisa refleja, que se da en momentos de satisfacción del bebé: parece que el niño sonríe pero simplemente es como una mueca producto de una sensación de satisfacción, esta sonrisa se da tanto si el bebé está en reposo o vigilia. (Etapa preobjetual: el bebe no ha adquirido conciencia de un “otro” externo a si mismo)

Luego está la sonrisa social: cuando el niño ha adquirido un avance en su capacidad cognitiva, y reconoce el rostro humano, y ve en él algo que ya le es familiar y le sonríe; este tipo de sonrisa, ya puede considerarse social en tanto que, es una respuesta voluntaria ante el reconocimiento de un rostro humano. Cuando ha logrado organizar esa configuración perceptiva de dos ojos, una nariz y una boca, es una forma definida que ha empezado a reconocer. Esta sonrisa es una señal manifiesta de que el niño ha adquirido el esquema mental del rostro humano, por ello es que responde a cualquier rostro que se le presenta y sonríen a todos los rostros; y si a esto se agregan muecas y ruidos seguramente el bebé reirá y disfrutará más. (Etapa del precursor de objeto, la respuesta dirigida al rostro del adulto como primera manifestación del reconocimiento del mundo exterior).

Posteriormente hay una respuesta de sonrisa social discriminada, que se da ante personas con las que ha establecido una relación afectiva (madre), y comunicándose con ellas muestra que las ama. Es una sonrisa como si fuera un diálogo. Es una respuesta a un estímulo externo diferenciado y que indica que el niño ya tiene integrado un esquema mental permanente de ciertos rostros humanos.

Angustia del octavo mes

En el segundo trimestre de vida, de golpe aparece un nuevo tipo de llanto: el llanto vinculado con el miedo. El bebé de ocho meses ya distingue entre su propio cuerpo, su persona, y el mundo que lo rodea. A esta etapa de llanto descontrolado e inexplicable en muchos casos, se la conoce como la angustia del octavo mes. Por su nivel de desarrollo emocional, el bebé tiene una memoria mucho más viva que le permite diferenciar entre las personas conocidas y las desconocidas.

Hasta este momento, el bebé se concentraba exclusivamente en la satisfacción de sus necesidades, sin importarle demasiado por ejemplo quién le cambiaba el pañal sucio siempre y cuándo, alguien se lo cambiara.

Ahora, la preferencia por su mama es básica y no tolera su alejamiento. Es por eso que reacciona ante los extraños: con llanto.

Alrededor de los 7, 8, 9 meses aparece en el bebé, la conservación del objeto desaparecido de su vista, comienza a evocar, aparecen las representaciones internas de los objetos (al ver el chupete, la mamadera, la cara de mamá, algún juguete significativo, etc.). También las sensaciones de placer y displacer en relación con las experiencias vividas en su entorno. Esto tiene que ver con la satisfacción de lo deseado. Es la madre que irá separando al bebé y el bebé irá elaborando esta separación, la capacidad de espera necesaria, la tolerancia de la frustración, al deseo no satisfecho en lo inmediato. (Etapa de constitución del objeto, el proceso de separación e individualización que le permitirá reconocerse como ser distinto de la madre)

Aparece aquí, el fenómeno transicional; el objeto transicional, simboliza la unión entre el niño y su madre. El objeto transicional puede ser un juguete, un trapito, una frazadita, un almohadón, el aferrarse a él permite tolerar la separación.

Esto se relaciona con la capacidad de espera, con el reconocimiento de los objetos y su desaparición, con las imágenes internas que empieza a elaborar en su pensamiento; sufre esto como algo traumático, pero es necesario para crecer e independizarse.

En cuanto a cómo los niños se socializan y cómo esto afecta a su sentido de identidad personal, Erikson desarrollo etapas, cada una con dos resultados posibles. Sostiene que, la terminación exitosa de cada etapa da lugar a una personalidad sana y a interacciones acertadas con los demás. El fracaso a la hora de completar con éxito una etapa puede dar lugar a personalidad y un sentido de identidad personal menos sanos.

1. Confianza frente a desconfianza: Desde el nacimiento hasta la edad de un año, los niños comienzan a desarrollar la capacidad de confiar en los demás basándose en la consistencia de sus cuidadores (generalmente las madres y padres). La facilidad con que el infante se alimenta y la profundidad de su sueño son signos elementales de confianza social; luego demuestra una sensación más fuerte de confianza cuando puede admitir que su madre este fuera de su vista sin sufrir una ansiedad indebida, cuando la madre se ha convertido en un rasgo estable y confiable de su mundo. Esto incluye también confiar en si mismo tras la regularidad de las actividades mutuas con la madre como el amamantamiento, por ejemplo. Esto está ligado a la calidad de la relación maternal, que le sirve para tolerar las inevitables frustraciones que habrá de experimentar, siempre que sean en un contexto de un cuidado continuo y significativo sin que afecten perniciosamente el desarrollo de su personalidad. Experimentar un cuidado maternal opuesto, desarrollara en el niño una sensación de desconfianza básica, y es posible que crezca como una persona que teme a las relaciones estrechas y de confianza mutua con los demás.

2. Autonomía frente vergüenza y duda: Entre el primer y el tercer año, los niños comienzan a afirmar su independencia (control muscular), desarrollando habilidades que le permiten una sensación de autonomía o independencia; caminando lejos de su madre, escogiendo con qué juguete jugar, y haciendo elecciones sobre lo que quiere usar para vestir, lo que desea comer, etc. Si se anima y apoya la independencia creciente de los niños en esta etapa, se vuelven más confiados y seguros respecto a su propia capacidad de sobrevivir en el mundo. Si los critican, controlan excesivamente, o no se les da la oportunidad de afirmarse, comienzan a sentirse inadecuados en su capacidad de sobrevivir, y pueden entonces volverse excesivamente dependiente de los demás, carecer de autoestima, y tener una sensación de vergüenza o dudas acerca de sus propias capacidades.

3. Iniciativa frente a culpa: Alrededor de los tres años y hasta los cinco, los niños se imponen y tienen una conducta más intencional. Comienzan a planear actividades, inventan juegos, e inician actividades con otras personas. Si se les da la oportunidad, los niños desarrollan una sensación de iniciativa, y se sienten seguros de su capacidad para dirigir a otras personas y tomar decisiones. El gran peligro es que el niño se vea arrastrado por su propio entusiasmo, lanzarse a actos agresivos o coercitivos que no pueda controlar y que por lo tanto le produzcan culpa.

4. Industriosidad frente a inferioridad: Desde los seis años hasta la pubertad, los niños comienzan a desarrollar una sensación de orgullo en sus logros, consiguen aprobación gracias a su productividad por la adquisición de destrezas apropiadas. Inician proyectos, los siguen hasta terminarlos, y se sienten bien por lo que han alcanzado. El peligro de la inferioridad proviene de la posibilidad de que no aprenda las destrezas adecuadas. Durante este tiempo, los profesores desempeñan un papel creciente en el desarrollo del niño.

Desde el punto de vista evolutivo, las necesidades del niño van cambiando con la edad. Aurora Pérez diferencia segmentos de desarrollo, desde el nacimiento hasta la adolescencia, y los caracteriza de acuerdo a las exigencias dominantes que imperan en cada uno de ellos.

Desde el nacimiento al primer año de vida, la necesidad predominante del bebé es el contacto cuerpo a cuerpo; contacto que brinda seguridad, y sentimiento de confianza hacia el medio externo.

De los 2 a los 5 años, el niño realiza rápidas adquisiciones; como el lenguaje, la marcha y el control de esfínteres. Lo que necesita en este momento es estabilidad en el ambiente y libertad para experimentar.

Adaptarnos a las necesidades del niño, estimula un desarrollo saludable y propicia un ambiente de seguridad y bienestar.

La madre codifica las necesidades del bebe en términos de mensaje. El llanto adquiere un valor simbólico para el niño; es capaz de identificarse con el bebe (complejo cosa), le permite vivir la experiencia de la omnipotencia; al hacer real aquello que el bebe desea, este experimenta la “ilusión” de que “crea” la realidad. De este modo se constituye la base para el juego y el pensamiento.

Al igual que la madre, la maestra deberá detectar y dar lugar a las demandas de cada bebe. A partir de la experiencia de ser “escuchado” el bebe, podrá interesarse en escuchar a otros y participar de una actividad grupal.

La confianza en la madre y luego en la maestra, permitirá el surgimiento de un espacio potencial entre el niño y el otro; la sabanita, el osito, dan cuenta de la existencia de este espacio. Estos objetos son transicionales entre el bebe y el mundo. A partir de ello, surgen las primeras experiencias del juego, representan la relación con la madre, pero no son la madre.

El espacio transicional de cada niño, dependerá de las experiencias de ilusión en relación con los adultos significativos. Si este espacio es reducido la actividad lúdica será limitada. Los objetos transicionales tendrán que ser incluidos y respetados en el jardín; sin forzar su desprendimiento, respetando los tiempos de cada niño. El rol del maestro consiste en ampliar la zona de juego del niño, intentando primero encajar en su forma de jugar y proponiendo luego la suya propia. Jugar con la palabra, el sonido y el movimiento; el contacto corporal los juegos de movimientos y de exploración del propio cuerpo y del cuerpo del otro permiten construir el esquema corporal y estimulan la capacidad de investigación y la curiosidad. La siguiente etapa, es la de juego espontaneo, que la maestra podrá proponer y estimular; su presencia, su mirada, su interés sostienen el espacio lúdico. Finalmente el niño estará en condiciones, en su juego, de aceptar propuestas de otros, incluirse a partir de un rol, de complementario, enriqueciendo el juego.

Es importante desde el jardín detectar (observación/entrevistas) qué lugar ocupa el niño para sus padres, de qué modo se relacionan con el. El conocimiento de estas primeras relaciones y aprendizajes le permitirá a la maestra saber cómo situarse frente a este niño y a estos padres para que la adaptación y el aprendizaje sean posibles.

El jardín maternal tiene que transformarse en un lugar confiable, estable, donde los fenómenos transicionales, objetos transicionales, y el juego mismo tengan lugar. Si la madre está ubicada en un lugar confiable, esta confianza podrá lentamente ser transferida a la maestra, considerada un lugar “reaseguro”, pero solo será posible si esta se ubica en la línea de la función materna, es decir, escuchar las necesidades de cada bebe en particular. El logro de esta “confianza” madre / maestra, constituye la condición del desarrollo y del aprendizaje.

El medio familiar debe procurar momentos de juego, esto favorecerá el desarrollo emocional del niño. Si el padre, la madre o figuras sustitutas (maestra), han desarrollado un vínculo de apoyo y confianza, le han permitido utilizar su cuerpo y sus capacidades motrices, le han proporcionado objetos atractivos y adecuados, le han dado oportunidad de jugar con el otro, le han hablado, lo han contenido, el bebé podrá tolerar la espera, no sentirá abandono, ni perdida, sabrá que la espera será retribuida en presencia, en contacto y en juego.

Relacionando con Arminda Aberastury… al jugar un niño desplaza al exterior sus miedos angustias, y problemas internos.

La relación vincular que deben establecer la madre y el padre: primer vínculo es la piel, el segundo es la mirada y el tercero es la voz. Cuando el bebé gatea, se desplaza, puede alejarse y volver, explora el ambiente físico; esto le da el placer de la libertad de no depender de otros para obtener un juguete, por ejemplo. La madre se puede apoyar en su voz para darle tranquilidad, para hacerle saber que está cerca, ya que aunque no está en sus brazos, está en presencia.

El juego de esconderse y aparecer y desaparecer o hacerlo con objetos, como el de la sabanita, aparece entre los 4 y 6 meses y responde a motivos psicológicos profundos. Aquí elabora la necesidad de desprenderse de la relación única con la madre para poder pasar luego a la relación con el padre, y se establece la triada madre-padre-hijo que es la base de futuras relaciones del niño con el mundo.

Cuando el bebe nace necesita adaptarse; muchos intentos de explorar son la base de su futura actividad de juego. Desde su nacimiento es capaz de reconocer por la voz y el olfato a la madre., por eso es imprescindible que la piel de la madre este en contacto con la del bebe, un buen contacto físico; la carencia de esta relación trae trastornos en el contacto con la realidad.

A los cuatro meses comienza su actividad lúdica. Comienza a ser capaz de controlar sus movimientos, los coordina con la vista, se puede sentar y cambia su relación con los objetos, puede apoderarse de lo que necesita, tocarlo y llevarlo a la boca. El trozo de sabana tras el cual se esconde representa a la madre. Jugar a las escondidas es su primera actividad lúdica, con ella elabora la angustia del desprendimiento por el duelo del objeto que debe perder. También juega con sus ojos a cerrarlos y abrirlos, allí tiene o pierde el mundo.

De su cuerpo salen sonidos los laleos son los primeros intentos de expresión verbal. Su repetición también es un juego. El sonajero es el primer instrumento musical.

El niño experimenta y descubre que al golpear un objeto puede producir sonidos, estos también aparecen y desaparecen. Trata de reproducirlos para vencer el miedo. Es algo fuera de su cuerpo que simboliza a su madre y el lo maneja con su mano... lo chupa, lo explora, lo muerde, y va reproduciendo experiencias que lo tranquilizan. Cuando arroja el juguete al suelo espera y exige que se lo devuelvan, esto simboliza que puede perder y recuperar a su madre.

Entre los cuatro y seis meses a través de sus juegos experimenta que tanto los objetos como las personas pueden aparecer y desaparecer. Llora y pide por su madre ha comenzado el proceso de abandonar esta relación única para aceptar la presencia del padre. Sus tendencias destructivas aumentan cuando aparece el diente.

El niño ha descubierto que los objetos se juntan y se separan; su mundo lúdico se origina en esos primeros juegos de pérdida, recuperación, encuentro, desencuentro.

Segunda mitad del primer año, surge otro interés, introducir objetos en algo hueco. Con ello se inicia en el conocimiento del amor: entrar en alguien, recibir alguien, unirse y separarse. Usa todo lo que sirva para penetrar, de su propio cuerpo y de otros (ojos, orejas).

Luego de hacerlo con las personas lo comienza a hacer con objetos.

Entre los ocho y doce meses se manifiestan las diferencias de sexos. La niña prefiere depositar objetos en algo hueco y el niño elige juguetes que sirvan para penetrar; asi comienza una exploración de los objetos, amplia su campo de acción, y al final del primer año se pone de pie, lo que le permite alejarse voluntariamente de los objetos y reencontrarlos.

El niño ama y teme las sustancias que salen de su cuerpo (heces y orina), estas están condenadas a desaparecer por las prohibiciones adultas, y busca en el agua, la tierra y la arena los sustitutos permitidos.

Luego aparecen los tambores, pelotas, globos, como juguetes preferidos.

El tambor simboliza el vientre materno, al final del primer año busca estos objetos, una olla y una cuchara de madera o similares. Sirve para descargas motrices, y el hecho de que sea irrompible, facilita la descarga y disminuye sus tendencias destructivas y su culpa.

Además de las muñecas, los animales sirven como hijos fantaseados, son objetos de amor y malos tratos. Ha comenzado el aprendizaje de la maternidad y paternidad.

A los 2 años se interesa por los recipientes que sirven para trasvasar sustancias de un lugar a otro, y con ello la enseñanza del control de esfínteres.

Descubre como recrear y retener mediante dibujos la imagen de su mente y así disminuye la angustia.

Alrededor de los tres años los varones juegan con autos, y trenes que lo empujan a experiencias genitales que sublimada a través del juego; el garaje sirve como juego de penetración. Las niñas juegan con muñecas y animales y satisfacen sus necesidades de maternidad y paternidad.

Ya a esta edad el niño que juegue bien y tranquilo con imaginación nos garantiza salud mental.

Después de los tres años están interesados por conocer su cuerpo y el del otro sexo. La niña dibuja mujeres con formas marcadas y con adornos, el niño dibuja personajes cargados de revólveres espadas.

Los deseos genitales en los juegos sexuales son normales y contribuyen al buen desarrollo, pueden canalizarse a través del juego del doctor, la enfermera, los novios, etc.

Después de los cinco años el varón juega juegos de conquista, de misterio, de acción. La niña, más tranquilos, juega a la muñeca, a la casita, finge relaciones sociales, aprende los rasgos femeninos.

El niño realiza el aprendizaje de compartir y competir mediante múltiples juegos. Será necesario un largo camino hasta que entienda que competir incluye perder o empatar. Todos los niños juegan al tatetí, interponerse entre dos que quieren ser tres, hasta la resolución del complejo de Edipo, los competidores son hermanos y se lucha por conseguir la relación ideal con los padres.

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