LA INFLUENCIA DE LOS NIÑOS
juanmedalt29 de Enero de 2013
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LA INFLUENCIA DE LOS AFECTOS EN LA FORMACIÓN DE UN SI MISMO EN EL BEBE
Revisé anteriormente las teorías freudianas, las teorías de tres escuelas psicoanalíticas postfreudianas, de psicología psicoanalítica del self y de Otto Kernberg sobre afectos y síntomas (Yildiz, 2006, 2007, 2008).
En este artículo considero las teorizaciones sobre el desarrollo emocional deducidas e inferidas a partir de las observaciones de los infantes y sus aplicaciones posibles en las vivencias emocionales de los adultos. Psicoanalistas como Spitz, Mahler, etc., ya habían aportado sus teorías basadas sobre las observaciones de los niños, pero los grupos de investigadores de J. Bowlby y de D. Stern utilizaron métodos de observaciones más sistemáticos y más precisos. Además toman en cuenta los aportes más recientes de evolución biológica, etología comparada, neurociencias, teoría de la información, teoría cognitiva, teoría sistémica, etc.
PERSPECTIVAS DE PSICOLOGÍA EVOLUTIVA
1.1. Teorías de J. Bowlby sobre el vínculo afectivo, la separación afectiva y la pérdida afectiva
John Bowlby (1969, 1973, 1980) propuso un modelo de desarrollo y funcionamiento de la personalidad centrado en los afectos e inspirado por la etología comparada y la teoría de evolución biológica.
Para Bowlby no hay un instinto, hay diferentes conductas instintivas. Considera que el apego es una conducta instintiva primaria distinta de la sexual y la alimentación. El comportamiento instintivo de apego (pautas, potenciales, o esquemas de comportamiento que se desarrollan con la interacción con el ambiente temprano) acopla principalmente para los cuidados de la descendencia y la vinculación de los pequeños a sus padres. El apego se define como un lazo afectivo que une la persona a una figura específica (figura de apego); un lazo que induce conductas de apego que tienden a mantenerlos juntos en el espacio y perdura en el tiempo. Este comportamiento de vinculación, resultado tanto de una necesidad innata como de adquisición, tiene doble función: 1. Una función de protección física y seguridad emocional proporcionada por un adulto capaz de defender al niño vulnerable de todo peligro; y 2. Una función de socialización. El comportamiento de vinculación con la madre se diversifica, se amplía a figuras auxiliares, se desplaza, a lo largo de la vida, a las personas próximas, luego a los extraños y, finalmente, a grupos cada vez más amplios, que estructuran la personalidad.
Dentro de este modelo, los afectos sirven para: 1. Evaluar las condiciones internas y externas del individuo; 2. Decidir, actuar y evaluar continuamente sus consecuencias; y 3. Comunicarse con otras personas (Bowlby, 1969).
Para que la socialización ocurra y sea positiva es necesario que se establezca una auténtica concordancia entre las demandas reales del niño (naturaleza, ritmo) y la capacidad de la madre para responder a estas demandas de manera apropiada. El apego sereno (o seguro) es el resultado del desarrollo y del mantenimiento de la confianza ilimitada en la accesibilidad y el apoyo que pueden brindar las figuras de apego afectivo, y es necesario para el desarrollo de la confianza en sí mismo y en otros, y para el desarrollo armonioso de la personalidad (Bowlby, 1969). Según el autor, la figura de apego debe ser accesible totalmente al niño, por lo menos en los primeros cinco años de vida.
Cuando se perturba el apego sereno, el vínculo afectivo se transforma en un apego ansioso o inseguro (se denomina también como apego intenso, dependencia excesiva, celos posesivos, etc.). El apego ansioso resulta de la preocupación constante del sujeto de que sus figuras de apego sean inaccesibles o no respondan adecuadamente. Esta preocupación ansiosa puede resultar de separaciones reales de la madre o, con más frecuencia, de la acumulación de experiencias que alteran la confianza en la disponibilidad de las figuras de apego. Por consiguiente, el sujeto adopta la estrategia de mantenerse muy cerca de ellas con el fin de asegurarse su disponibilidad en la medida de lo posible. En esos casos se observa generalmente una madre insensible a las necesidades del infante, una madre “irritable”, “imprevisible”, “sobreprotectora” (“intrusiva” por sus propias angustias; padres que no permiten que sus hijos salgan de simbiosis), “vengativa”, un apego ansioso de los padres al hijo (inversión del apego), amenazas explícitas y/o implícitas de abandono que incluyen a veces amenazas de separación de los padres y aun de suicidio de uno de ellos, etc. Así, el temor y/o la ansiedad de separación exagerada resultan de un apego ansioso o inseguro. Según Bowlby, la ansiedad que se despierta frente a la separación o pérdida de la figura de apego es una respuesta fisiológica, una señal de alarma frente a los peligros, ya que la figura de apego tiene una función biológica protectora. Es un mecanismo heredado filogenéticamente y cumple un papel de supervivencia. Desde esta perspectiva, lo patológico sería la falta de ansiedad o que ésta se manifestara demasiado rápidamente o con una intensidad exagerada.
En casos de apego ansioso, en el niño crece la angustia y la cólera. La cólera es un reproche por lo que ha sucedido y un intento de disuasión para que no se produzca otra vez una situación parecida. Cuando este comportamiento de vinculación angustiosa es muy acentuado puede hipotecar el establecimiento de sus capacidades de adaptación social. El apego ansioso puede manifestarse en forma de fobias en los niños (escolares y otras) para justificar la cercanía o el aferramiento a la madre (o más tarde a un sustituto real o simbólico) e inducir posteriormente más alteraciones de la personalidad.
Cuando la ira y los reproches no dan resultados ante separaciones o desatenciones repetitivas o prolongadas, el sujeto puede entrar en un desapego con su figura de apego y puede predominar el resentimiento y el odio. De otra parte, cuando se reprime la furia contra los padres por terror al abandono, o los impulsos hostiles contra una figura de apego, puede aumentar aun más la angustia y transformarse en fobias. Así, la ansiedad difusa o las fobias son consideradas como estados de ansiedad acerca de la disponibilidad de la figura o las figuras de apego. Los síntomas psicosomáticos pueden enmascarar o reemplazar las ansiedades difusas o las fobias.
Bowlby (1980) considera que la pérdida afectiva provoca desapego con gran resentimiento, o la tristeza y la depresión. Describe 4 fases en un duelo “normal” ante una pérdida afectiva repentina (persona, cosa, expectativa, estatus, etc.):
1. Fase de embotamiento de la sensibilidad (aturdimiento), que por lo general dura desde algunas horas hasta una semana y puede estar interrumpida por episodios de aflicción y/o cólera sumamente intensas. Pueden ocurrir ataques de pánico y de despersonalización que pueden llevar a su turno a una agorafobia. Pueden también manifestarse la negación o la renegación de la pérdida.
2. Fase de anhelo y de búsqueda de la figura perdida, que dura algunos meses y a veces años (duelos patológicos). Puede surgir cólera e ira por aquellos considerados responsables de la pérdida y también por las frustraciones que surgen durante esa búsqueda inútil. Pueden surgir también autoreproches. Lo que predomina es una tristeza profunda de imposibilidad de reencontrar la figura perdida.
3. Fase de desorganización y desesperanza que implica una nueva definición penosa de sí mismo y de la situación. Es una fase de remodelación de los modelos representacionales internos a fin de adaptarlos a los cambios que se han producido en la vida de la persona.
4. Fase de mayor o menor grado de reorganización.
En resumen, para Bowlby, no es el complejo de Edipo lo que provoca la estructuración de la personalidad, las angustias y los síntomas, sino la posibilidad o no de tener, construir y mantener vínculos afectivos seguros durante todo el ciclo de la vida. La conducta sexual puede presentarse combinada o no con la conducta instintiva de apego emocional. Además, existen variedades de vínculos afectivos: hijo-padres; padres-hijos; pareja conyugal; entre hermanos y otros miembros de familia; entre amigos; entre miembros de un grupo o una institución; entre el sujeto y sus cosas o ideales, etc.
Bowlby considera que “el apego íntimo a otros seres humanos es el eje alrededor del cual gira la vida de una persona, no sólo cuando ésta es un infante o un niño..., sino también durante toda la adolescencia, los años de madurez y la senectud. De esos apegos íntimos una persona extrae su fuerza y experimenta el goce de la vida y en la medida en que contribuye a ello depara fuerza y goce de la vida a los demás.” (Bowlby, 1980, p.445).
Bowlby da como norma básica la indicación de que el terapeuta debe constituirse en figura de apego sereno para su paciente, ser una “base segura” desde la cual se desarrollará el difícil y largo proceso psicoanalítico.
El autor muestra en sus obras que el comportamiento instintivo de apego se observa también en muchas especies animales (con resultados de experimentos que apoyan su teoría). La aplicación y la integración de su teoría en la psicología (normal y patológica) del devenir humano parecen también convincentes. Sin embargo, no debemos reducir la complejidad del homo sapiens a las otras especies animales y desestimar la importancia de la triangulación de la vivencia edípica en la constitución y devenir simbólico singular de cada ser humano (proceso de separación-individuación, aceptación de la ley del padre
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