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Los Adolescentes Y El Sexo

adita12310 de Agosto de 2011

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PRESENTACION

Estos son párrafos sustraídos del libro: “Jóvenes y sexo: el estereotipo que obliga y el rito que identifica”, por medio del cual se ha tratado de ir más allá de la pura aproximación descriptiva del comportamiento sexual de jóvenes y adolescentes. Y se ha hecho con la evidente intención de acceder a un conocimiento en profundidad de todo el entramado de valores, opiniones, temores y creencias, que conforman el universo actitudinal de chicos y chicas ante el sexo, un aspecto básico en su tránsito hacia la personalidad adulta y también en su manera de vivir la juventud.

También adjuntamos artículos de corte cristiano que abordan la temática del adolescente y el sexo, para no dejar de lado la visión espiritual sobre el adolescente y los conceptos y actitudes referentes al sexo.

Este material se trata de que los jóvenes y los adultos, los expertos y la sociedad en su conjunto puedan disponer de más amplios conocimientos sobre este tema, permitirá sin duda un diálogo más rico y complejo y una mejor interlocución, destinados a propiciar que los grupos sociales, en este caso el de los más jóvenes, puedan verse orientados, y si es preciso apoyados, en su tarea de construir una vida más plena, con menos riesgos y más acorde con las necesidades sociales de conciliar libertades y seguridad.

Ada Doblado

1. INTRODUCCIÓN

Desde hace años el comportamiento sexual de los adolescentes y jóvenes es objeto de preocupación y alarma para distintos agentes sociales. En el ámbito familiar, los padres y madres están preocupados por no saber cómo manejar los distintos aspectos relacionados con el comportamiento sexual de sus hijos. En el espacio educativo, más allá de las dudas sobre qué contar o no a los adolescentes sobre sexualidad, se ve urgente la necesidad de una formación permanente ante la detección de una cada vez mayor precocidad en la iniciación sexual de los alumnos. Por último, en el ámbito sanitario se recogen periódicamente alarmantes cifras relacionadas con embarazos o enfermedades de transmisión sexual en la población adolescente.

La realidad de los comportamientos sexuales de adolescentes y jóvenes puede resultar paradójica y contradictoria en relación con la información y formación que reciben sobre sexualidad. Parece existir un punto ciego que no permite explicar por qué no disminuyen las prácticas de riesgo a pesar de los esfuerzos por acercar a los jóvenes todas aquellas medidas necesarias para evitarlos.

Los datos que arrojan las investigaciones sobre el comportamiento sexual de los jóvenes tampoco son nada tranquilizadores. En la última década ha ido descendiendo progresivamente la edad de inicio en las relaciones sexuales completas y, a pesar de la flexibilización y facilitación del uso de medidas anticonceptivas y profilácticas, sigue aumentando tanto el porcentaje de embarazos no deseados como el de enfermedades de transmisión sexual.

En virtud de todas estas razones, se ha investigado sobre el patrón de comportamiento sexual de los jóvenes, y se puede afirmar que el grado de conocimiento alcanzado es muy alto. Las variaciones de los hábitos sexuales de la cultura juvenil cuentan con un seguimiento permanente que, en teoría, debería permitir ir diseñando las estrategias de actuación más oportunas.

Es obvio que no se trata de culpabilizar a nadie. No sería justo puesto que la sociedad adulta se ha encontrado ante el reto de tener que educar en una materia para la que no fue preparada. Sin embargo, sí se tiene la obligación de analizar y reflexionar sobre el discurso socializador y educativo, tratando de descifrar qué elementos, en sus contenidos, en su formato de transmisión o en los agentes que lo protagonizan, influyen en que no sea escuchado por muchos jóvenes.

En los últimos años se ha planteado una corriente formativa que tiene en cuenta los elementos anteriormente citados. Se ha propuesto una buena selección del agente educativo, se ha construido el contenido formativo en base a las demandas de los jóvenes y no de los adultos, y se ha desfocalizado el protagonismo de la prevención de riesgos para centrarse en la educación afectivo-sexual y en las habilidades necesarias para ello. Además, esto se ha intentado hacer utilizando nuevos soportes. Así, por ejemplo, se ha usado al cine como herramienta pedagógica para la educación sexual; este soporte tiene una excelente acogida y sirve doblemente: como objeto intermediario que aproxima a jóvenes y adultos, y por- que permite aprovechar los propios contenidos erótico-sexuales que el cine muestra, para reconducirlos educativamente. No obstante, éstas y otras líneas de acción no cuentan con el tiempo suficiente de desarrollo como para poder valorar sus efectos en la población adolescente y juvenil.

En otro orden de cosas, desde una perspectiva investigadora, es importante ampliar la mirada. En la actualidad contamos con un exhaustivo mapa comportamental en materia de sexualidad de los adolescentes y jóvenes pero desconocemos profundamente el significado y el valor que ellos le dan al sexo y a la sexualidad. Profundizar sobre ello permitiría analizar la función simbólica e identitaria que la sexualidad tiene para los jóvenes, alcanzando con ello un mejor y más profundo conocimiento del comportamiento sexual y, por ende, obteniendo mejores posibilidades de orientarlo.

Si nos acercamos a la significación del comportamiento erótico-sexual, trascendiendo de los meros datos descriptivos de dichas conductas, es muy probable que consigamos acercarnos a la realidad de los jóvenes desde una nueva perspectiva, y podamos así abrir un campo de significaciones que quizá arrojen más información, e información más relevante, sobre la permanencia de conductas de riesgo. Acaso el cumplimiento de este objetivo sea una asignatura pendiente en un momento, en un período de la historia de España, en el que se invierten más recursos que nunca para que los jóvenes cuenten con más planes, mejores programas y proyectos más adecuados, para su sensibilización, información y formación sexuales.

2. APROXIMACIÓN TEÓRICA

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL DESEO

Uno de los aspectos que ha suscitado enorme interés en el campo de la Psicología Social es el análisis de cómo se construye la acción social; por qué las personas y los grupos interaccionan: las causas, los modos y maneras del intercambio huma- no. De hecho, apelando a lo más básico, la vida está fundamentada en la acción y el movimiento; tanto es así, que se la ha llegado a definir como “Todo estado de actividad de los seres orgánicos” (Diccionario Casares).

Acción social es cualquier conducta, en la medida en que el agente o agentes de la misma asocien un sentido subjetivo a la misma. Hay una acción social siempre que uno o varios individuos se comporten con respecto a una situación en la que están presentes otros seres humanos, y atribuyan un significado subjetivo a ese comportamiento (Weber, 1977).

Como los seres humanos viven en grupos y sociedades, los deseos individuales se diluyen en los grupales, siendo la estructura social y la cultura las que generan y moldean el deseo, dándole una expresión colectiva por encima de lo individual. Además, el deseo no siempre es fluido y armónico porque, aunque puede ser nexo de unión entre personas, más bien es generador de conflictos de intereses entre las personas y los grupos. Por esta razón el deseo está, al menos socialmente, regulado, enmarcado dentro de un conjunto de normas que premian o castigan el modo de satisfacción del mismo. Los valores sociales y la estructura social son los que canalizan y delimitan la accesibilidad y la distribución de esa accesibilidad al deseo, cualquiera que sea la forma que tome. El deseo erótico, que emana de la sexualidad, está lógicamente mediado por la cultura y, según el momento histórico y los valores predominantes, ha estado sometido a un tipo de norma u otra; la sexualidad, en todas sus formas, emerge y se realiza en medio de una cultura, que modela y normativiza el deseo erótico.

El deseo sexual se construye con tres elementos moderadamente independientes: el impulso, el motivo y el anhelo (Levine, 1988, 1992). El impulso representa la base biofisiológica del deseo sexual; está constituido por elementos anatómicos, fisiológicos y neuroendocrinos que regulan y predisponen el comportamiento sexual. El motivo hace referencia a la articulación psicológica, a la disposición hacia la acción; está condicionado por la historia personal y por la socialización del sujeto en su contexto. Por último, el anhelo, se corresponde con la representación más sociocultural del deseo sexual, está fuertemente mediatizado por el con- texto y determina la necesidad de implicarse en experiencias sexuales.

Hay consenso pues en que la sexualidad se sitúa en el cruce de la naturaleza con la estructura social. Esa posición explica que, según Osborne y Guasch (comp. 2003) la sexualidad sea universal y conservadora; es universal porque en todas las sociedades de todos los tiempos hay normas, explícitas o no, para gestionar un deseo erótico o sexual anclado en las naturaleza, y es conservadora porque se ocupa de reproducir el orden social vigente: en el momento en que el deseo erótico puede alterar y transgredir el orden establecido, la sexualidad señala el modo y manera en que las relaciones pueden existir sin alterar dicho orden social. En definitiva, las aspiraciones sexuales parecen dibujarse de forma acorde con la tradición cultural,

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