Malestar En La Cultura Tendencias Delictuales: ¿Una Falla Ambiental O Una Manifestación Innata?
carli.maring23 de Julio de 2013
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Malestar en la cultura
Tendencias delictuales: ¿Una falla ambiental o una manifestación innata?
Integrantes: José Barahona Gaete
Carla Marín Galleguillos
Fecha: 17 de Junio del 2011
Actualmente en nuestra sociedad, podemos reconocer un cambio profundo a nivel social que se evidencia a través del “apogeo del individualismo, la libertad y el castigo”, los cuales han sido factores esenciales y determinantes de diversos fenómenos sociales que se encuentran en auge y que han modificado radicalmente la concepción de sujeto, y por ende su subjetividad. Estas mutaciones a la concepción de sujeto que formula el psicoanálisis, es un proceso de larga data, en donde la historia se ha encargado de moldear y afectar a las múltiples maneras de entender la constitución y relación del sujeto en sociedad. Es así como, esta”nueva subjetividad” ha conmovido a diversas áreas que estudian al ser humano, y entre estas no escapa la psicología, quien necesariamente tiene que tener claro a quien tiene al enfrente a la hora de generar un encuentro con el otro, para entender, comprender el nuevo padecer de estos nuevos sujetos.
El sujeto desde el psicoanálisis (y del momento histórico actual) puede ser entendido como un sujeto efecto de lo social, conformado y estructurado por las condiciones socioambientales, culturales, económicas, comunicacionales, políticas y genéticas, que lo inundan y lo significan desde tiempos inmemoriales. Es así, como el sujeto estaría sujetado-a Otro, (Esses, 2004 ) que dentro del fenómeno social nos enfrenta constantemente al manejo de aquello que es mas propio e intimo, y ajeno y extraño a la vez, que busca llevarnos a la vida y al mismo tiempo antecedernos a ella (Freud, 1929)
El momento del encuentro con el otro, ha ido cambiando considerablemente con el paso de los años y los siglos. Con ello, se hace necesario hacer referencia a cómo ha ido cambiando la sociedad históricamente, permitiéndonos entender que ha ocurrido y que ocurre actualmente con la concepción de sujeto (dividido y en falta) dentro de nuestra cultura contemporánea (Naranjo, 2011). Esto se puede apreciar, por ejemplo, en el considerable aumento de las conductas en relación a la criminología, delincuencia o tendencias antisociales en niños y adultos (tema que profundizaremos más adelante).
Antiguamente podíamos considerar que nuestra sociedad y sus individuos eran parte de una homogeneidad cultural, en donde reinaba, a pesar de las clases sociales y el modelo capitalista para entender la vida, una manera imperante e igualitaria de relacionarnos, donde el poder, la vigilancia y el materialismo, permitían dar sentido a la vida de los sujetos modernos (Lipovetsky, 2002). Es así como según Bauman (2005), ha cambiado radicalmente la visión modernista, desde una era pesada, sensible, de metarrelatos, a una modernidad líquida (o posmodernismo para algunos), efímera, individualista e instantánea.
De esta manera, podemos entender como modernidad pesada a aquel periodo de la era humana en donde se privilegiaba las labores vitales humanas, situado en aquel tiempo y espacio determinado, confiando plenamente en las capacidades del sujeto moderno. Esta manera de entender a la sociedad llevaba a que los hombres se nivelaran, en una igualdad de condiciones que les permitían relacionarse con el otro. Dentro de la época del hardware (o pesada) predominaba la conquista territorial, donde todo tenía que llegar a ser propiedad privada, como consecuencia la riqueza y el poder se arraigaban firmemente a los bienes materiales, se delimitaba claramente el poder y los metarrelatos que regían a la sociedad. En este sentido la felicidad, la riqueza, y el poder eran encarnados, inamovibles e intransferibles al espacio físico donde se ejercía el poder. Acá la lógica del poder y el control estaban directamente relacionados y bajo la división del adentro y afuera, en donde la relación de ambos se mantenía vigilada y controlada por las figuras dominantes. Esto llevaba que las sociedades y el sujeto rutinizarán su tiempo y sus movimientos, llevándolos así a un sentimiento de unidad y lógica homogénea (Bauman, 2005).
Contrarrestando a esta visión modernista (antigua), podemos encontrar a la modernidad líquida y los efectos que ha ejercido sobre la constitución subjetiva. Bajo esta era el tiempo y el espacio han sido aniquilados perdiendo todo tipo de valor e impacto en la vida cotidiana, surgiendo como elemento central la instantaneidad enfocada hacia los fines. Acá ya no se puede reconocer ni espacio ni tiempos privilegiados, puesto que han perdido o carecen de cualquier valores especial, ya que la rapidez y la invisibilidad del tiempo ha dado la capacidad, de los que tienen las herramientas, de acceder a determinados lugares. Este hecho ha dado la cualidad de heterogeneidad a esta época, rompiendo con el sentimiento igualitario. Esta instantaneidad hace referencia a un paso al acto y a un tiempo sin consecuencia, alcanzando una satisfacción inmediata. Al mismo tiempo instantaneidad nos habla de un agotamiento y pérdida inmediata del interés, saliendo a la luz sólo pequeños momentos en donde los sujetos se despliegan (Bauman, 2005).
Crozier en Bauman (2005) enfatiza que dentro de esta modernidad fluida el poder que gobierna a la cultura en este determinado momento está dado por las personas que consiguen mantener sus actos en libertad, sin ninguna medida de control ni regulación, siendo estos capaces de rutinizar los actos de los no-libres los no-impredecibles, y generar una medida normativa frente al resto de los sujetos. Estas personas dominadas, son las que se consideran de manos atadas, pero que al mismo tiempo configuran la libertad de los primeros. Esto puede ser relacionado con lo que expone Lacan en el Seminario I (1981) en donde nos señala como la relación intersubjetiva entre los sujetos que habitan la sociedad moderna, posmodernista, o como quiera llamársela, se desarrolla en el registro de lo imaginario (en contraposición a la época clásica, en donde, predominaba el registro de lo simbólico, como eje central de autoridad social, encarnada en la figura parental transmitida mediante los metarrelatos que expresaban los grandes estatutos sociales, como eran la iglesia o el estado). Este predominio del registro de lo imaginario implica que constantemente necesitemos de otro para constituir y reafirmar continuamente la imagen como sujetos (yo). Esto, a su vez genera, que a nivel social se crean entre los sujetos reglas de acción humanas, que existen desde el comienzo, o realmente desde antes que el propio sujeto esté inserto de manera real en la cultura, permitiéndonos entender cómo se dan las relaciones de poder, o como lo diría Nietzsche en la dialéctica del amo y del esclavo, dentro del dominio de lo simbólico, de aquello que instaura la Ley. Marcando la diferencia con Hegel, en referencia, a que Nietzsche piensa a la dialéctica del amo y del esclavo, desde el sitial de la moral y los actos evocados por los amos, es decir, la aristocracia, o pensando desde la actualidad es la moral de quienes tienen el mando del ámbito social, a diferencia de Hegel, quien piensa la dialéctica del amo y el esclavo desde los esclavos (Foucault, 2000)
Es así como la sociedad fluida, se ha caracterizado por generar cambios esenciales frente a dos grandes elementos, por un lado tenemos el carácter de poderío y su manera de normalizar en la sociedad, y por otro lado, estamos frente al sentimiento de incertidumbre que se ha generado y que va en auge en la comunidad, conjuntamente de la sensación de carencia, de falta y de vacío (Bauman, 2005).
Esto da cuenta de un sujeto dividido y sujetado a un objeto-a (causante de deseo, que va más allá y más acá de lo asequible, desprendido en el momento de la adscripción al lenguaje y sirve de nexo entre la cosa y el Otro, conformándolo como sujeto, dentro de la falta), que está constantemente arraigado a la culpa y a la falta (simbólica) característica de esta nueva época (Esses, 2004). De esta manera, podemos entender que para Lacan el sujeto y lo inconsciente, o más bien el sujeto de lo inconsciente, aparece admitido desde la propia circunspección de que el sujeto se compone por una cadena de significantes, que comienzan con el propio deseo de la madre que luego debe ser resinificado por el padre, instaurando la ley que gobernará al sujeto lacaniano. Para que esto ocurra es fundamental que surja la palabra, y por ende, la división y la incertidumbre del sujeto, dado que, el sujeto empieza a emerger en el lugar del Otro (como primer significante). Ahí donde antes no había nada comienza a advenir un sujeto, que nace al mundo social, en el campo del Otro en la medida que surja el significante, determinando al sujeto como tachado o dividido o cruzado por el Otro y su significante (S1) como rasgo unario, en donde los demás significantes vendrán hacer un encadenamiento de significantes en donde el sujeto deberá situarse a nivel de la serie que constituye el registro de lo simbólico (Lacan, 1987).
De esta manera, podemos considerar que tanto el sujeto como la modernidad líquida, se caracterizan por esta fragmentación o división del sujeto y de su cultura, que a nivel social se manifestó a través de una invisibilidad brutal del tiempo y el espacio, rompiendo con las diferencias categoriales de adentro/afuera y lejanía/cercanía. Lo que realmente importa en este momento, es decir, lo valioso para la cultura, son aquellos elementos que se consiguen mediante la renuncia de otros valores, es decir, lo valioso es la superación de aquellos obstáculos y barreras que se interponen, para alcanzar lo que anhelamos
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