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Neurosis Ansiedad Y Angustia


Enviado por   •  28 de Marzo de 2014  •  1.725 Palabras (7 Páginas)  •  257 Visitas

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Es posible ver el origen de las neurosis en el hecho de que el paciente haya sufrido alguna vez, en su primera infancia, un shock o un trauma, entonces, hay que tener en cuenta también la actitud que el hombre adopta ante lo que vive, y de esta actitud depende sobre todo en el trauma, es decir, la lesión psíquica, por así decirlo, le deje una cicatriz, una enfermedad mental crónica.

La cuestión es si se trata de una relación causa-efecto, si esta relación es reversible y si puede ser un efecto recíproco, podemos ver que en ella la ansiedad de expectativa está en relación con algo especial, de forma que en el caso de la neurosis de ansiedad aquello que la persona afectada teme tanto, aquello que espera con tanto miedo, es el propio miedo. Veremos que le tiene miedo en la medida en que teme las consecuencias de la excitación que el propio miedo provoca; teme que le dé un colapso en un espacio abierto o que le dé un ataque en la calle, sea un ataque cardiaco, sea una hemorragia cerebral.

Cuando el individuo no logra expresar y satisfacer sus necesidades, viéndose imposibilitado a tomar decisiones y a dar soluciones a las diferentes situaciones de su vida, se enferma. y entonces surge la ansiedad se encuentra una ambivalencia del sentimiento de ansiedad aquello que más se ansia es aquello que más miedo da.

A) Por que se teme el castigo por haber sucumbido al deseo.

B) Por que se tiene miedo a una frustración.

Esta ambivalencia hace que muchas personas no sean capaces de decidirse por algo que apetecen, y posponen continuamente la realización de su deseo. Mientras el deseo quede irrealizable, tienen la sensación de tener aún una posibilidad de conseguirlo. La realización concreta de un deseo lleva a veces al descubrimiento de que “no era esto lo que yo quería“. Por eso se habla en psicopatología de neurosis de ansiedad.

Lacan elabora la distinción entre necesidad, demanda y deseo. La necesidad orgánica de alimento, expresada por el niño con su llanto, recibe una respuesta por parte del otro, su madre, la cual le confiere un sentido a ese llamado. A partir de este momento, la respuesta que aporta la madre a la necesidad, instituye la existencia de una demanda, es decir, que la respuesta de la madre convierte el grito en llamado. A su vez, la satisfacción obtenida por la respuesta a la necesidad induce la repetición de esa primera experiencia de satisfacción. La necesidad se vuelve entonces demanda, sin que por ello pueda recuperarse el goce inicial, el de esa primera experiencia de satisfacción, de tal manera que una segunda experiencia nunca será igual a la primera. Aquí se esboza desde ya, la pérdida de goce que padece el sujeto por su ingreso en el mundo de la demanda, es decir, en lo simbólico. Así pues, lo que se pone en juego en el goce no es de ningún modo reductible a algo de orden natural; se trata, por el contrario, del punto en el que el ser vivo se enlaza con el Otro del lenguaje. Lacan pasará a distinguir entre el placer y el goce; el goce es lo que se encuentra en el más allá del principio de placer, es decir, que se trata de algo que excede los límites del placer. Ir más allá del principio del placer, es un movimiento ligado a la búsqueda del goce perdido, lo cual será la causa del sufrimiento del sujeto. [El Goce de Lacan, por Hernando Bernal. En: Poises. Diciembre 2002].

El deseo freudiano se despliega sobre el fondo de una nostalgia, de un anhelo, de la búsqueda del reencuentro con ese objeto mítico de la primera satisfacción, objeto inalcanzable, perdido desde siempre. Se dice que el hombre es una máquina de producir deseos, que está lleno de deseos (insatisfechos). La ansiedad sería algo así como todos los deseos acumulados o la imposibilidad de decidir qué es lo mejor, lo más deseable.

Desde el punto de vista de la sociedad actual, al hablar de ansiedad habría que tener presente que vivimos en una sociedad que genera deseo y apetencias para vender sus productos y al mismo tiempo alimenta la ilusión de que todo el que se esfuerce lo suficiente puede subir en la escala social (propuesta por nosotros mismos). El sentimiento de autoestima está asociado al continuo control del rendimiento personal, pero también al miedo que provoca el estar criticado, evaluado, examinado continuamente, miedo a no “dar la talla” exigida. Este miedo se convierte en un estado angustioso que consume toda la energía necesaria para el trabajo creador y “acorrala” al individuo. Se tiende a veces a salir de este, acorralamiento, amedrentamiento mediante la huida hacia adelante: acentuando la actividad y la apetencia, es decir, alimentando más la ansiedad. Es así la ansiedad más un mecanismo de defensa contra la angustia que un sinónimo de ella.

De la ansiedad se puede decir que es una vivencia displacentera semejante en cierta medida al miedo, pero diferenciada fundamentalmente de éste por el hecho de que no existe un elemento real que provoque esta reacción. El miedo reclama siempre la presencia de algo real que lo desencadena. No es lo mismo tener miedo al bombardeo que se fantasea, que sentir miedo cuando las bombas están callando. En el primer caso se trata sólo de un estado de ansiedad, porque no hay un hecho real que lo justifique, mientras que en el segundo hay

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