Orientacion Educativa
perry8225 de Octubre de 2012
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RASCOVAN, Sergio. “Orientación Vocacional”. Edit. Novedades educativas, Argentina 1998, p. 35-94
CAPITULO 6
EL SUJETO DE LA ORIENTACIÓN. ALGUNOS RECURSOS INSTRUMENTALES
Isabel Semidober
Al referirnos al sujeto de la orientación, nos interrogamos por este "ser humano", que nace, como cachorro, en un estado de prematurez: requiere de la familia o sus sustitutos, la escuela y las instituciones, para constituirse en sujeto social.
Visualizamos que, sin esos otros, el sujeto de la orientación no logra transformarse en un sujeto deseante, capaz de construir su proyecto de vida.
El sujeto de la orientación es aquel consultante —recorto adrede la idea de paciente—, que, interrogado por su porvenir, en el área educativa, laboral o recreativa, plantea una inquietud sobre su implicación en ella. Puede ser un púber, un adolescente, un adulto o alguien de la tercera edad.
En la actualidad, los fenómenos de educación permanente, la superespecialización, la flexibilización laboral, la reconversión productiva y la mayor expectativa de vida reclaman nuevas inserciones educativas, productivas y sociales.
A continuación conceptualizaré las características más relevantes del consultante en orientación vocacional y ocupacional, sea éste un adolescente, un adulto o un sujeto de la tercera edad.
Detallo las problemáticas más frecuentes que ellos presentan de acuerdo con su ciclo vital, considerando la singularidad de cada uno en la construcción de su proyecto de vida.
Adolescencia.
La tarea orientadora, desde la perspectiva vocacional y ocupacional, se inicia en la adolescencia temprana. Es la pubertad un momento frecuente de consulta, sobre todo por parte de la familia, que se siente implicada.
Pubertad proviene de pubertas, que refiere a la edad del vello. Peter Blos considera la pubertad como el momento de la Naturaleza, y la adolescencia como el momento de la entrada a la cultura, categorizando a esta última en fases: adolescencia temprana, media, propiamente dicha, tardía y posadolescencia. Cada una posee características propias, con diferencias en la evolución de niñas y varones. Son fundamentales para él: la desinvestidura del vínculo con los padres, el hallazgo de objeto, el incremento de libido narcisista y las características grupales en juego.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la adolescencia como el período comprendido entre los 10 y los 24 años, pero no podemos considerarla sólo como una etapa evolutiva, sino también estructural y psicosocial.
J. Kristeva rechaza la idea de que la adolescencia sea una categoría de edad y propone llamarla "estructura psíquica abierta", donde se renuevan algunas
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identificaciones y se cuestionan otras.
La elección vocacional es una respuesta posible que cada sujeto da a una pregunta sostenida por lo social. Está enraizada en su historia, en sus determinantes inconscientes, en un tiempo y espacio particular. De este modo, las opciones de elección y las expectativas son diferentes de acuerdo con el contexto social (rural, urbano, nivel social, etc.) y la globalización no ha podido limar estas diferencias.
Sin embargo, en todas las culturas hay y hubo ritos de iniciación, a considerar como "segundo nacimiento": iniciación a la sexualidad genital, a carreras o trabajos, a la paternidad...
Desde la etimología la adolescencia se define como un estado inacabado. Pero definir un estado vital por lo que la falta parece poco justo para sus integrantes.
La crisis adolescente se caracteriza por una gran estimulación psíquica y somática, con un fuerte bombardeo de imágenes y exigencias sociales. El Ideal del yo termina de constituirse en esta etapa: se apoya en la capacidad de postergación, en la valoración y el esfuerzo. Freud lo define como la instancia de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo y las identificaciones con los padres, sustituidos por ideales colectivos. El pasaje del Yo ideal al Ideal del yo se da a partir de un posible quiebre narcisístico que da lugar a inaugurar un tiempo futuro de acuerdo con los ideales de cada sociedad.
Distintos autores nos acercan diversas lecturas sobre la adolescencia.
Sigmund Freud, que no se ocupó de la adolescencia como ciclo vital, se refiere a la pubertad como al momento del trabajo de sepultamiento del Complejo de Edipo.
Winnicott considera que hay un remedio efectivo para la adolescencia: el transcurso del tiempo y la madurez progresiva.
Para Piera Aulagnier, el trabajo de la adolescencia consiste en el logro de la historización.
Desde el marco del psicoanálisis argentino tradicional, Mauricio Knobel describió el síndrome de la adolescencia normal con las siguientes características: búsqueda de sí mismo y de la identidad, tendencia grupal, necesidad de fantaseo e intelectualización, crisis religiosa, desubicación temporal, evolución de la sexualidad desde el autoerotismo hacia la heterosexualidad, actividad social reivindicatoría, contradicciones sucesivas en la conducta, separación progresiva de los padres, fluctuaciones del humor.
Aberastury y Knobel se refieren a los duelos que el adolescente debe tramitar: duelo por el cuerpo infantil, por los padres de la infancia y por el rol e identidad infantil.
Rodolfo Urribarri, en una revisión del concepto de duelo adolescente, considera que coexiste con un renacer, ya que hay un desplazamiento de libido narcisista hacia nuevos objetos a partir de una nueva configuración yoica, lo que posibilitaría la elección en la adolescencia. Se produciría así una transmutación. El duelo que sí se elabora es por la renuncia a algunos ideales forjados en la infancia.
Más recientemente, en nuestro país, Silvia Di Segni de Obiols y Guillermo Obiols ubican al adolescente actual, en relación con la posmodernidad, como apurado en su desarrollo, inquieto por adueñarse de la libertad, demorado en sus hábitos de autonomía, a veces conformista, con predominio de conductas 2
de acción y no siempre responsable.
A la par de la crisis de la adolescencia se da la crisis parental familiar, que, junto a los factores históricos, sociales y culturales, gravita en la constitución de la identidad vocacional y ocupacional de todos los miembros.
El mundo actual, con sus problemáticas políticas y económicas, dificulta la inclusión de los jóvenes en el campo laboral, haciendo de la adolescencia un período que se extiende hasta los 30 años en algunos casos.
Compete en parte a los profesionales de la orientación reflexionar con este grupo etario a fin de posibilitar una mejor inclusión en la educación y el trabajo.
Adultez.
El sueño infantil que todos hemos tenido: "cuando sea grande voy a hacer/ser todo lo que quiera..." resulta ser simplemente un sueño, que en ocasiones logra concretarse parcialmente.
La idea sartreana de la libertad como la posibilidad de elegir en situación acota esa mágica expresión de deseos.
Leemos en el diccionario: "adulto = llegado a su máximo crecimiento y desarrollo / llegado al término de la adolescencia". ¿El adulto es entonces un sujeto finalizado en su desarrollo y formación? Retomando ideas de Lapassade en su libro La entrada en la vida, intentaré demistificar el glorioso lugar del adulto: "la madurez es una máscara"; "soy adulto para los otros como los otros lo son para mí..."; "en los encuentros tengo que ocultar esos titubeos e indecisiones que serían considerados como signos inaceptables de mi inmadurez"; "la infancia y la juventud es un largo camino en que se efectúa la entrada a la edad del hombre"; "las civilizaciones han glorificado esa etapa como si se adquiriese una posición definitiva en la sociedad".
En las últimas décadas, en nuestro país se ha precipitado el quiebre de la industria nacional, dando lugar a un altísimo índice de desocupación y de subocupación. Sabemos que por cada adulto desocupado existen dos menores de edad en riesgo potencial, ya que dependen de él.
En el Malestar en la cultura, Freud define el acuerdo entre el hombre y la comunidad como aquel pacto por el cual el individuo renuncia en parte a su satisfacción pulsional inmediata a cambio de su pertenencia a una comunidad, grupo, familia e institución. Por este sacrificio y postergación se le garantiza el ejercicio de una justicia igualitaria, y por ende el amparo social. Esta renuncia del ser humano a cambio de la protección es a veces ineficaz, ya que la garantía de un futuro promisorio no se cumple totalmente, no sólo en la Argentina, sino también en muchos otros países. Frente a este fracaso, surge en el ser humano la sensación del desvalimiento, dando lugar a mecanismos de retracción, apatía, refugio en conductas infantiles, crisis frente al crecimiento, abandono de expectativas de progreso, modos de narcosis diversos, mecanismos de identificación con el agresor, violencia social, depresiones, enfermedades psicosomáticas y, sobre todo, falta de confianza en el porvenir.
La desocupación, en especial cuando no es transitoria, determina un impacto emocional significativo que incide en la autoestima.
La reorientación vocacional y laboral requiere la ruptura de ciertos estereotipos sobre la adultez, ya que el adulto que consulta debe elaborar la transformación de sus ideales infantiles en relación con su ser adulto: sólo así la espiral dialéctica de su proyecto de vida se verá destrabada.
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Desde esta perspectiva se acompaña la búsqueda de nuevas inserciones, con el afán de superar el drama que implica
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