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Para mi perspectiva este libro tiene como propósito enseñarnos a llevar nuestra vida de una manera segura mediante los 7 hábitos de la efectividad, para así lograr nuestras metas u objetivos.


Enviado por   •  12 de Enero de 2017  •  Ensayos  •  4.435 Palabras (18 Páginas)  •  233 Visitas

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 Paradigmas y Principios

  1. DE ADENTRO HACIA AFUERA.

Para mi perspectiva este libro tiene como propósito enseñarnos a llevar nuestra vida de una manera segura mediante los 7 hábitos de la efectividad, para así lograr nuestras metas u objetivos.

Durante el primer capítulo referente a De adentro hacia afuera, lo que entiendo es que debemos empezar por nuestra parte más interior, romper paradigmas, analizar nuestro carácter y actitudes, pienso que lo que primero que debemos hacer es cumplir promesas a nosotros mismos y después a los demás, si no realizamos cambios en nuestra actitud seguiremos siendo personas no valoradas e infelices.

En el caso del autor del libro, él tiene un gran inconveniente al no poder ayudar a su hijo a superar el comportamiento de inseguridad.   Él y su esposa, realizaron varias técnicas de actitud positiva y hasta de  sobreprotección, las mismas que no funcionaron, así que decidieron realizar un cambio en sus percepciones.  Las percepciones son las manera de ver las cosas y la forma en la que nos comportamos, por lo que él se dedicó a estudiar las expectativas y la profecías de auto cumplimiento llamado “Efecto Pigmalión”, la cual comprendió lo profundamente enraizadas que están dentro de nuestras perspectivas.

  1. DE ACUERDO A LA PERSONALIDAD Y LA ÉTICA DEL CARÁCTER.

El autor del libro se encuentra profundamente introducido en los éxitos de los libros publicados desde el año 1776, los cuales se tratan de psicología popular y la autoayuda.  Podemos decir que la ética del carácter es el cimiento del éxito en cosas tales como la integridad, la humildad, la fidelidad, la mesura, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo, la simplicidad, la modestia.

La ética del carácter enseñaba que existen principios básicos para vivir con efectividad, y que las personas sólo pueden experimentar un verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y los integran en su carácter básico.

 El éxito pasó a ser más una función de la personalidad, de la imagen pública, de las actitudes y las conductas, habilidades y técnicas que hacen funcionar los procesos de la interacción humana.

La ética de la personalidad, en lo esencial, tomó dos sendas, una de las  técnicas de relaciones públicas y humanas, y otra, de la actitud mental positiva.  Algo de esta filosofía se expresaba en máximas inspiradoras y a veces válidas, como por ejemplo una actitud determina tu altitud, la sonrisa hace más amigos que el entrecejo fruncido y la mente humana puede lograr todo lo que concibe y cree.

Otras partes del enfoque basado en la personalidad eran claramente manipuladoras, incluso falaces animaban a usar ciertas técnicas para conseguir gustar a las demás personas, o a fingir interés por los intereses de los otros para obtener de ellos lo que uno quisiera, o a usar el «aspecto poderoso», o a intimidar a la gente para desviarla de su camino en la vida.

Parte de esa literatura reconocía,  que el carácter es un elemento del éxito, pero tendría que compartir, mentalizarlo, y no a atribuirle condiciones fundacionales y catalizadoras. La referencia a la ética del carácter se hacía en lo esencial de una manera superficial; la verdad residía en técnicas transitorias de influencia, estrategias de poder, habilidad para la comunicación y actitudes positivas.    Lo que yo comprendo es que esta ética de la personalidad era la fuente subconsciente de las soluciones que El autor al pensar más profundamente sobre la diferencia entre las éticas de la personalidad y del carácter, se dio cuenta de que él y su esposa, habían estado obteniendo beneficios sociales de la buena conducta de sus hijos, y, según esto, uno de ellos simplemente no estaba a la altura de sus expectativas. La imagen de ellos y su rol como padres buenos y cariñosos eran incluso más profundos que su imagen del niño, y tal vez influían en ella. El modo en que veían y manejaban el problema implicaba mucho más que su preocupación por el bienestar de su hijo.    De modo que decidieron centrar sus esfuerzos en ellos mismos, no en sus técnicas sino en sus motivaciones más profundas y en la percepción del niño. En lugar de tratar de cambiarlo a él, procuraron apartarse -tomar distancia respecto de él- y esforzarse por percibir su identidad, su individualidad, su condición independiente y su valor personal.

Gracias a esta profundización de sus pensamientos y al ejercicio de la fe y la plegaria, empezaron a ver a su hijo en los términos de su propia singularidad. Vieron el enorme potencial que iba a dar sus frutos con su propio ritmo y velocidad. Entonces decidieron apartarse del y permitir que emergiera su propia personalidad. Comprendieron que su rol natural consistía en afirmarlo, disfrutarlo y valorarlo.   Cuando desecharon su antigua percepción del niño y desarrollaron motivos basados en valores, empezaron a surgir en ellos nuevos sentimientos. Disfrutaban de él en lugar de compararlo o juzgarlo. Dejaron de tratar de  hacer con él un duplicado de su propia imagen o de medirlo en comparación con ciertas expectativas sociales,   Dejaron de manipularlo amable y positivamente para que se adecuara a un molde social aceptable. Como lo consideraban apto y capaz de afrontar con éxito la vida, dejaron de protegerlo cuando sus hermanos y otros pretendían ridiculizarlo.   A medida que pasaban semanas y meses, el niño fue desarrollando en él una tranquila confianza,  se estaba  afirmando a sí mismo. Estaba madurando según su propio ritmo y velocidad. Empezó a sobresalir rápido y bruscamente,  en comparación con criterios sociales -académicos, sociales y atléticos-, yendo mucho más allá del llamado  proceso natural de desarrollo.

  1. GRANDEZA PRIMARIA Y SECUNDARIA.

Todas las investigaciones así como las experiencias del autor lo llevaron a concluir el poderoso efecto de la ética de la personalidad, y a comprender con claridad esas discrepancias sutiles, a menudo no identificadas conscientemente, entre lo que sabía que era cierto (algunas cosas que me habían enseñado muchos años antes, de niño, y otras profundamente arraigadas en mi propio sentido interior de los valores) y las filosofías de arreglo transitorio que encontraba a su alrededor día tras día.   Para el autor, los elementos de la ética de la personalidad (desarrollo de la personalidad, habilidades para la comunicación, estrategias de influencia y pensamiento positivo) son rasgos secundarios, no primarios.

El escritor trata de usar estrategias de influencia y táctica para conseguir que sus empleados hagan lo que  el  quiere, que trabajen mejor, que se sientan más motivados, que yo le agrade y se gusten entre ellos, pero nunca  podrá tener éxito a largo plazo si su carácter es fundamentalmente imperfecto, y está marcado por la duplicidad y  la falta de sinceridad.   La duplicidad alimentará la desconfianza, y todo lo que yo haga (incluso aplicando buenas  técnicas de "relaciones humanas") porque siempre  percibirá como  que él es un manipulador.   No importa que la retórica o las intenciones  sean buenas si no hay confianza o hay muy poca, faltarán bases para el éxito permanente. Solamente una bondad   básica puede dar vida a la técnica.  Finalmente, si no hay una integridad profunda y una fuerza fundamental del carácter, los desafíos de la vida sacan  a la superficie los verdaderos motivos, y el fracaso de las relaciones humanas reemplaza al éxito a corto plazo.   Muchas personas con “grandeza" secundaria -es decir, con reconocimiento social de sus talentos-carecen de “grandeza” primaria o de bondad en su carácter. Un poco antes o un poco después, esto se advertirá en todas sus relaciones prolongadas, sea con un socio en los negocios, con el cónyuge, con un amigo o con un hijo adolescente que pasa por una crisis de identidad. Es el carácter lo que se comunica con la mayor elocuencia. Como dijo Emerson,  "Me gritas tan fuerte en los oídos que no puedo oír lo que me dices".   Desde luego, hay situaciones en las que las personas tienen fuerza de carácter pero les falta habilidad para la comunicación, y ello sin duda afecta la calidad de las relaciones, pero los efectos siguen siendo secundarios. Lo que somos puede trasmitirse con una elocuencia mayor que cualquier cosa que digamos o hagamos. Hay que recordar lo que dijo William George Jordán, “En las manos de todo individuo está depositado un maravilloso poder para el bien o el mal, la silenciosa, inconsciente, invisible influencia de su vida.  Esta es simplemente la emanación constante de lo que el hombre es en realidad, no de lo que finge ser.

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