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Por Que Nos Gusta Tanto La Politica


Enviado por   •  25 de Enero de 2015  •  1.649 Palabras (7 Páginas)  •  120 Visitas

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Fernando Mires: ¿Por qué nos gusta tanto la política?

Texto de la Conferencia dictada por Fernando Mires en la Universidad Central de Venezuela (UCV) con motivo del quincuagésimo aniversario del Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES)

(14 de Octubre de 2011)

EL SENTIDO DE LA POLÌTICA

Si la política fuera un arte, sería en primera línea un arte gramático, qué duda cabe. Hablando de política nos articulamos gramaticalmente. Primero, en y con nosotros buscando el acercamiento más posible entre lo que sentimos y pensamos con lo que queremos y con lo que debemos decir. Segundo, estableciendo diferencias, acercamientos, alejamientos, antagonismos y reconciliaciones, nos articulamos con los demás. Tercero, al hablar de política hablamos de acontecimientos políticos y con ello nos articulamos con el propio tiempo en que vivimos.

1. Una pregunta indiscreta

Una vez por semana, casi siempre los días martes, en un café italiano llamado “Prosecco”, nos reunimos un pequeño grupo de ex docentes de la universidad de Oldenburg, todos al igual que yo, jubilados. Nuestro objetivo es conversar acerca de esto y de lo otro. Mas, suele suceder que esto y lo otro se reducen a un único tema: la política. Y sin embargo, ninguno de nosotros es político. Fue esa la razón por la cual un día se me ocurrió hacer una pregunta indiscreta: “¿Por qué nos gusta tanto la política?”.

Como es posible imaginar, las respuestas fueron diversas. Unos dijeron que les gustaba porque la política es un modo de polemizar sin agredirnos. Otros aseguraban que nos gustaba porque somos ciudadanos de la misma ciudad. No faltó otro quien, como afilando la hoja de un cuchillo, dijo: “Hablamos de política para no hablar de otras cosas”. Uno, recordando una frase de Aristóteles, no tuvo mejor idea que afirmar que el ser humano es un animal político. En lo de animal estuvimos de acuerdo. En lo de político, no tanto. Y como suele suceder en las reuniones inter-académicas, el tema no quedó zanjado. Todo lo contrario.

Uno de los pocos, pero también más conocidos dictámenes de Hannah Arendt –recordé al regresar a casa- dice: “El sentido de la política es la libertad”. Con esa frase –pensé- podríamos haber resuelto el problema. Pues, como a la mayoría nos gusta más la libertad que la opresión, y si el sentido de la política es la libertad, la pregunta del porqué nos gusta tanto la política se resolvería por sí sola. No obstante, pensando con más detención, puede que sea ahí donde recién comienzan los problemas. Lo mismo opinaba H. Arendt.

Cuando Hannah Arendt escribía que el sentido de la política es la libertad hacía solo mención al sentido originario de la política, sentido que no podía ser otro sino el asignado por los antiguos griegos. Pero la misma H. Arendt destacaba en uno de sus borradores destinados a culminar en un libro que no alcanzó a terminar (“Introducción a la Política”) que el sentido de la política en los tiempos actuales debe ser redefinido. La razón es que –como yo mismo constataba en la cafetería- nuestra vida se encuentra tan politizada que ya es imposible seguir buscando la libertad a través de la política. O como sugería Hannah Arendt: puede ser que hoy la libertad comienza ahí donde termina la política. ¿Y dónde termina? Mi respuesta no es nada de genial, pero por ahora no tengo otra: la política termina en lo no-político, y lo no-político hay que buscarlo en la vida íntima, en la privacidad, en el arte, en la religión, o en otros lados que por el momento no se me ocurren.

También podríamos decirlo así: a diferencia de los griegos para quienes la política era uno de muchos espacios, nosotros, los post-griegos, estamos amenazados de ser invadidos por el mundo político hasta el punto que si no nos detenemos a tiempo podemos terminar repitiendo la amenazante (y totalitaria) consigna de los estudiantes sesentistas: “todo es político”. En fin, hay señales que nos indican que el sentido de la libertad ya no debemos buscarlo en la política sino más bien fuera de ella. ¿Pero cómo liberarnos de la política si nos hemos convertidos en seres politólicos hasta el punto de que en una reunión no podemos hablar de otra cosa que no sea de política?

La política nos gusta, y nos gusta tanto que no sólo no podemos, tampoco queremos hablar de otra cosa. Como los alcohólicos, los tabacólicos, los trabajólicos, quienes no pueden ser liberados de sus vicios, los politólicos solo podemos liberarnos de nuestro “deseo de política” hablando de política pero con ello no nos liberamos de la política; todo lo contrario. De este modo no tengo otro camino que

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