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Practicas De Crianza


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2013  •  3.557 Palabras (15 Páginas)  •  287 Visitas

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Prácticas de crianza contemporáneas ¿subjetivantes?

Martes 13 de abril de 2010, por Raquel Ribeiro Toral La crianza como espacio y tiempo de subjetivación

La subjetivación es la posibilidad de que un individuo biológico se conforme como sujeto que se sostienen deseando algo en la vida, pudiendo así darle sentido y vivirla de maneras singulares. Las prácticas de crianza son subjetivantes porque en ellas, el recién nacido establece relaciones afectivas con quienes lo cuidan, que le posibilitan con el tiempo, conformarse como un yo, entendido como el “sí-mismo” de una persona que lo diferencia de otras.[1] En su artículo “Introducción del Narcisismo” (1914), Freud planteó que el deseo de sus padres hacia el bebé les permitirá imaginar como humano a ese individuo biológico, depositando expectativas en él y otorgándole un lugar en la familia como ser sexuado. Al nombrarlo, mirarlo y responder a sus necesidades, le transmitirán y lo insertarán en la cadena humana significante (cultura), inaugurando así la posibilidad de que se despliegue como sujeto en un mundo simbólico.

Esta perspectiva freudiana del proceso de subjetivación, sugiere que al principio se dará una relación de completud con el otro que le proporcionará una imagen corporal, permitiéndole reconocerse como parte de la especie humana. Esta acción psíquica llamada por Freud identificación primaria, es un proceso psicológico mediante el cual el bebé asimila un aspecto, propiedad o atributo de otro y se transforma sobre el modelo de éste, por lo que puede decirse que la identificación es la operación en virtud de la cual se constituye el sujeto humano.[2]

Posteriormente se modificará la relación, cuando el otro le demuestre que además de desearlo a él, desea a otros; lo que le permitirá quebrar la fantasía de completud y asumirse como un ser con carencias. Tal carencia lo llevará a desear lo que le falta, orillándolo a entrar en contacto con la realidad externa, de tal manera que como sujeto deseante pueda desplazarse en la cadena significante cultural. Esto puede verse en el paradigmático juego del Fort/Da analizado por Freud en su escrito “Más allá del principio del placer” (1920: 14-17). Se trataba de un niño de año y medio, quien lejos de llorar cuando su madre se ausentaba por horas, jugaba a arrojar lejos de sí ciertos juguetes para luego aparecerlos, mientras pronunciaba Se fue/Aquí está. Ello evidenciaba ciertos logros culturales del niño como su renuncia pulsional de admitir sin protestas la partida de la madre; su capacidad de procesar psíquicamente la situación al recrearla en el juego y manejarla a su antojo (jugando incluso a que él era quien desaparecía ante su madre); así como su posibilidad de nombrar la experiencia vivida. Ese juego significante dio lugar a un sujeto en falta, deseante, creador y lingüístico.

Con este aumento en la importancia de la realidad exterior en el psiquismo, se instituirán funciones como la atención, el registro, la memoria, el pensar (no inconciente) y el juicio, lo cual permitirá que la descarga motriz se mude en acción, tal como lo explica Freud en “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico” (1911). Viene al caso profundizar en la función del enjuiciar, la cual –según la desarrolla Freud en “La Negación” (1925)- se trata de atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa, y admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad. Para ello son necesarios dos referentes que permitan al pensar volver a hacer presente algo que una vez fue percibido, reproduciéndolo en la representación sin necesidad de que el objeto siga estando afuera. A partir de aquí se construyen las oposiciones entre afuera-adentro y subjetivo-objetivo, y entonces el juzgar puede poner fin a la dilación que significa el pensar y conduce al infante a actuar. De manera que el juicio, al permitirle establecer sus relaciones con el mundo y con los otros, traza el camino para que pueda darle significación a su vida y asumir un lugar en el mundo.

En este sentido, tenderá a reprimir aquellos deseos y acciones no permitidos culturalmente; debido a ello, las antiguas investiduras libidinales hacia sus padres, serán sustituidas por una identificación secundaria con ellos[3], lo que formará el núcleo de un ideal del yo, con el cual medirá su yo actual para actuar en concordancia. A este ideal del yo, que comenzó a formarse por la influencia crítica de los padres, se le sumarán con el tiempo, la identificación con los educadores, los prójimos, la opinión pública y la crítica de la sociedad; por lo que diríamos que se trata del ideal común de una familia, de un estamento, de una nación (Freud, 1914: 96-98). Sin embargo, lo reprimido retornará en la cotidianidad de su vida manifestándose en sueños, lapsus, síntomas, actos fallidos, mostrando justamente en esos actos al ser que las porta: un ser sexuado, neurótico, en falta, en síntesis, un ser humano.[4]

El contexto de la crianza contemporánea.

Ahora bien, las prácticas de crianza subjetivan de determinada manera, según las condiciones de posibilidad que brinda su cultura. Durante la sociedad disciplinaria, por ejemplo, la finalidad de la crianza era educar a los niños para hacer de ellos sujetos razonables, morales y disciplinados que se insertaran dócilmente a una sociedad del trabajo[5]. Siguiendo esta idea, cabría pensar que la crianza contemporánea subjetivaría de una manera particular. Sin embargo, una mirada analítica al contexto en que acontecen las prácticas actuales, me permitirá poner a discusión las dificultades de subjetivación que conllevan.

A inicios del siglo XXI, vivimos en un sistema de libre mercado, que según sus ideólogos, está autorregulado por fuerzas anónimas de oferta y demanda, por lo que en los individuos ya no tiene cabida el juicio personal ni la responsabilidad ética para guiar sus decisiones financieras ni de ningún tipo. En efecto, tal como argumentaban Adam Smith y Frederik Hayek[6], el libre mercado funcionaría mejor cuanto menos pensaran sus integrantes, porque establecer juicios perturbaría el estado de ánimo de los humanos tornándolos infelices y ello desordenaría al sistema. Por eso, más que establecer juicios, los individuos alcanzarían la felicidad si actuaran guiados por una ley del menor esfuerzo que los conduciría a responder a los estímulos emitidos por el sistema.

De ahí que hoy en día enjuiciar es considerado un acto de locos, desviados de la norma, como lo muestra Casanova (1990: 136-137) en su crítica a los manuales diagnósticos psiquiátricos, los cuales en su afán de clasificar toda desviación mental, consideran que sólo sería normal aquel que nunca pensara. En contraparte, el sistema pretende otorgarnos la felicidad mediante un control

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