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Profesionales Alquimistas


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2011  •  1.753 Palabras (8 Páginas)  •  848 Visitas

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Profesionales Alquimistas

Sergio Aurelio

Resumen

En la actualidad, hacer alquimia es trabajar para que el mundo recupere el equilibrio, la paz y la armonía. Sin distinción, todas las personas deseamos ser felices y vivir en libertad, pero pocos son los que asumen la misión de reencontrarse con su espiritualidad y así tener herramientas para inspirar a los demás. El trabajo del docente no es únicamente la transmisión de datos, sino también la de despertar en los estudiantes el deseo de profundizar, de creer en sí mismos, de implementar en su vida cimientos éticos que le permitan actuar en favor del bien común, de ser líderes transformacionales de la sociedad guatemalteca. Cada docente, desde su campo profesional, ha de asumir un estilo de vida alquímico, que le permita transmutar hacia una versión de sí mismo, que inspire a los estudiantes; y no tanto por su capacidad académica, sino por la manera en que conduce su vida, prepara una clase y enfrenta los problemas.

Palabras Clave

Alquimia, Transmutación, Valores, Educación, Docencia, Inspiración, Espiritualidad, Consciencia, Discernimiento, Competencias.

Artículo

Quizá el término “alquimia” provoque una connotación extravagante en nuestra mente. Algunos imaginan misteriosos magos medievales; otros, evocan metáforas motivacionales; y quizá los cinéfilos, reviven excelsos largometrajes de incansables efectos especiales. Probablemente todos sean acertados. Y completando estas ideas, en esta ocasión nos apropiaremos de la definición literal de la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española, DRAE (2001), para reflexionar acerca de la validez e imperante necesidad de aplicar la alquimia en el ámbito académico: “Transmutación maravillosa e increíble”.

Una asequible manera de comprender este concepto, es valiéndonos de la famosa alegoría de la piedra filosofal que, según las leyendas, era el blanco de todos los alquimistas: el propósito de su búsqueda. Se cree pues, que la piedra filosofal es una sustancia cuya extraordinaria naturaleza permite transformar los metales más rústicos y vulgares en oro. ¿Quién en toda la historia de la humanidad, no quisiera transformar el plomo en oro? ¿O el caos en orden? ¿O las desgracias en fortunas? ¿O los defectos en virtudes? Paulo Coelho (1988) resume esta idea en la siguiente frase: “La Alquimia es traer al plano material la perfección espiritual”. Y el lector podrá preguntarse: ¿qué tiene que ver la perfección espiritual y la transmutación en el ámbito educativo? Estoy convencido que este proceso, casi mágico, es la razón de existir de toda institución educativa. Y es que no hay que limitar el término “espiritual” únicamente a templos, libros sagrados y sacramentos; hemos, en cambio, de reconocer que la espiritualidad es aquello que está presente en todo y todos, y que persigue el mismo fin: servir a Dios, lo cual implica una serie de cambios y sacrificios loables en nuestra vida. Una valiosa referencia que enfatiza esta verdad, se encuentra en La Biblia, Corintios 12, versículos 5 al 7: “Hay diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. Y hay diferentes poderes para actuar, pero es un mismo Dios el que lo hace todo en todos”.

Así pues, toda persona consciente y con facultades cognitivas mínimas, por el hecho de vivir en constante interacción consigo misma y con otros seres vivos, y cuyas acciones individuales afectan al entorno, es responsable de identificar cuál es el sentido de la vida, y de reconocer esa esencia común para poder discernir y actuar en base a lo que es bueno para todos. Resulta útil entonces, vincular la espiritualidad con el discernimiento. En este tema, Carlos Cabarrús (2008), del Instituto Teológico de la Vida Religiosa, hace una analogía entre el discernimiento y un colador: cuando se filtra un material a través de un colador, éste permite el paso de la sustancia valiosa, e impide el paso de otras indeseadas. Discernir, entonces, es una virtud que nos permite filtrar, tamizar de entre el basto campo de opciones, lo mejor. Y lo mejor es, en palabras de Cabarrús (2008): “lo que me haga engrandecer y defender la dignidad de la persona y de la tierra” (p.32). Es desde esta perspectiva, en la que asumimos el discernimiento como un hábito de vida, en que entra en juego la consciencia.

El tema de consciencia ha tomado relevancia en las últimas décadas, debido a los movimientos sociales que han surgido para contrarrestar el deterioro de la situación actual del planeta. Y no únicamente el deterioro ambiental, sino principalmente el de pérdida de valores y discernimiento, que traen como consecuencia: desigualdad, guerra, delincuencia, corrupción, engaño, muerte y dolor. Nuevamente, aprovechando el valor didáctico de las analogías, me tomaré la libertad de comparar la consciencia con una linterna. Pensemos en un niño que nace y crece en nuestro contexto actual, en que las opciones de comunicación y de exploración del mundo, son ilimitados. Este niño en formación, necesita una linterna que le permita alumbrar su vida de la manera más saludable, humana e integral posible, y no se pierda entre tanta información indiscriminada. Ahora bien, esta linterna es innata, pero su luz se nubla conforme vamos creciendo y adoptando posturas egoístas, reactivas, superficiales, defensivas y primitivas. Es por ello que permitir que la luz de la consciencia ilumine nuestra vida es un trabajo constante y permanente; y aunque es en realidad un proceso individual, los padres de familia y las instituciones educativas tenemos absoluta influencia en la formación espiritual de los más jóvenes.

Es fácil identificar en nuestra propia historia de vida, este proceso de transmutación que hemos venido describiendo. Cada

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