Psicología Del Amor
Angi75 de Febrero de 2013
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PSICOLOGIA DEL AMOR
I: El vínculo afectivo
A la hora de entablar una relación afectiva las personas se comportan de modos muy distintos. Algunos se muestran desconfiados, evasivos o ansiosos mientras que otros no tienen ningún miedo a abrirse a los demás. Unos parecen esperar el rechazo y otros la aceptación. Pero, ¿qué hace que seamos tan diferentes? ¿Somos igual de seguros o inseguros en la infancia y en la edad adulta? ¿Hemos tenido que aprender a amar?
El amor es un tema que ha dado muchos quebraderos de cabeza, tanto a quienes lo viven como a quienes tratan de investigarlo. Los psicólogos han estudiado esos lazos de amor que nos mantienen unidos a otra persona y le han dado el nombre de vinculación afectiva o apego. Se define como una relación afectuosa, recíproca, activa y fuerte entre dos personas. Son relaciones que proporcionan sentimientos de seguridad y cuando una persona se ve privada de ellas se siente sola o inquieta. Es decir, echamos de menos a la persona a quien amamos (llamada en psicología figura de apego). Esto es algo que no ocurre con otro tipo de relaciones cuya finalidad es proporcionarnos guía, compañía, diversión, oportunidad de compartir intereses comunes, intercambiar opiniones o sentirse necesitado, etc.
Empezando a amar
La formación de la relación afectiva depende tanto de la madre (o principal cuidador) como del hijo, de manera que ambos están contribuyendo en mayor o menor medida a su desarrollo y mantenimiento. Durante los primeros meses de vida casi cualquier conducta del niño puede promover afecto y ternura en la madre: lloran, sonríen, miran a los ojos, emiten sonidos o balbucean, etc. Este comportamiento empuja a la madre a acercarse y responder a sus necesidades, de forma que el niño se da cuenta de que cuando llora alguien está ahí para consolarlo, darle cariño y alimentarlo.
De este modo, va aprendiendo que el mundo es un lugar seguro y desarrolla confianza. (Durante el primer año de vida es imposible mimar demasiado a un niño. El modo de actuar más apropiada es responder en todo momento a su llanto). Más tarde, se sentirá también lo bastante seguro como para empezar a alejarse de su madre y salir a descubrir el mundo que le rodea.
¿Cómo se desarrolla el afecto a través del tiempo?
1. Antes de los dos meses, los bebés se consideran uno con el mundo y responden del mismo modo ante cualquier persona.
2. Hacia las ocho a doce semanas aparecen las primeras señales de cariño: lloran, sonríen y balbucean más ante la madre que ante otra persona.
3. A los 6 o 7 meses empiezan a mostrar ansiedad ante los extraños y buscan a su madre para que les dé seguridad.
4. Hacia los 9 o 10 meses suele aparecer la ansiedad de separación, que perdura hasta los 2 o 3 años. Forma parte del desarrollo normal del niño y sucede porque ya es plenamente consciente de que es un ser independiente y separado de su madre y el mundo.
5. Durante el periodo que va de los 10 a los 18 meses la principal actividad de los niños consiste en explorar el mundo. Pero esta exploración implica también inseguridad; puede sentir miedo y verse amenazado por el ambiente que le rodea. Por eso, antes de adentrarse en el mundo, necesita saber que hay alguien que lo protege y a quien puede recurrir en caso de necesidad y que le dará su apoyo y consuelo. Por tanto, si el proceso no ha sido adecuado, pueden tener problemas a la hora de lanzarse a descubrir el mundo. La unión con la madre se manifiesta aquí en forma de continuas comprobaciones para asegurarse de que está cerca, entrelazadas con constantes incursiones y exploraciones del ambiente. Este dilema (permanecer junto a la madre frente a explorar) también puede dar lugar a conductas contradictorias. El niño puede seguir a sus padres como una sombra y pegarse a ellos como una lapa y más tarde salir disparado como una flecha tanto alejándose de ellos como en su busca..
II. Niños: aprendiendo a amar.
Aunque todos nacemos con la capacidad para amar, tenemos que aprender la forma adecuada de hacerlo. Este aprendizaje comienza en la infancia, con nuestros padres, y se extiende durante toda la vida.
Para estudiar los lazos de amor entre madre e hijo, se ha recurrido a observar el comportamiento de los niños al ser separados de ella a una edad en la que todavía existe esa ansiedad de separación de la que antes hablamos.
La forma de reaccionar ante la separación puede ser diferente según el niño: algunos lloran y se agarran a sus padres; otros se "retiran del mundo" hasta que sus padres vuelven; otros protestan y se enfadan. Aunque en ese momento este comportamiento pueda resultar molesto, a esta edad es una prueba de que el proceso de vinculación ha sido adecuado.
Patrones del vínculo afectivo en niños
Vínculo afectivo de seguridad.
Cuando están con la madre, los niños más pequeños se acercan y se alejan de ella continuamente y le muestran juguetes o la saludan desde lejos. Se entristecen y protestan cuando son separados de sus madres y la buscan. Cuando ella regresa se alegran y buscan su contacto. Después vuelven a sus niveles habituales de juego rápidamente. Son niños que suelen cooperar y mostrar poca agresividad. A la edad de preescolar la relación con sus padres es íntima y relajada.
Vínculo afectivo de evitación.
Mientras están con la madre se centran en el juego sin incluirla a ella, con quien se muestran indiferentes o evasivos. Parecen indiferentes a la separación. Rara vez lloran cuando la madre se va y cuando regresa evitan mirarla y la evitan también a ella. Se mantienen alejados de ella incluso cuando la necesitan. A la edad de preescolar se relacionan lo menos posible con sus padres y tienden a ignorarlos.
Vínculo afectivo resistente. (También llamado ambivalente o ansioso)
Cuando están con la madre se relacionan poco con ella y si lo hacen es mostrando una conducta ambivalente, de aproximación y rechazo. Les resulta difícil separarse de ella y sus niveles de juego son bajos. Después de la separación se muestran muy ansiosos y alterados, lloran mucho pero se quedan pasivos y no la buscan. Cuando regresa, se muestran ambivalentes. Es decir, pueden buscar su contacto pero chillar y patear al mismo tiempo. Si los cogen en brazos se muestran pasivos, enfadados o intentan que los dejen en el suelo. No exploran mucho y no se les consuela fácilmente. Es difícil que vuelvan a sus niveles anteriores de juego. A la edad de preescolar manifiestan falta de autonomía y una dependencia de los padres que exageran mediante un comportamiento inmaduro de búsqueda de apoyo o mostrándose seductores.
Vínculo afectivo desorganizado-desorientado.
Muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Saludan alegremente a la madre cuando regresa pero luego se alejan de ella o se aproximan sin mirarla o parecen aturdidos durante el reencuentro. Cuando tienen miedo de un extraño se alejan y apoyan la frente en la pared aunque la madre esté cerca. Realizan movimientos repetitivos de balanceo o posturas extrañas, como acurrucarse en el suelo. También pueden tener miedo a los padres (alejarse corriendo, esconderse, ofrecerle objetos desde lejos y con los brazos tensos, como si temieran acercarse demasiado).
A la edad de preescolar tratan de controlar a los padres para intentar compensar de esa forma la ausencia de un ambiente predecible y estructurado que suele ser muy importante para los niños. A veces puede darse una inversión de roles, actuando el niño como si fuera el padre o madre y tratando de dirigirlos, cuidarlos, organizarlos y castigarlos.
¿Por qué estas diferencias?
Los tres últimos patrones reciben el nombre de inseguros y se forman cuando los niños se encuentran con rechazo, amenaza o inconsistencia paterna, que lo dejan en un estado de ansiedad ante la respuesta de sus padres en caso de que surgieran problemas. El niño trata de reducir esta ansiedad adaptándose como puede al comportamiento de la madre o padre. Se trata, por tanto, de un modo de actuar estratégico dentro de la relación. Por ejemplo, un niño que ha sido rechazado al intentar establecer una vinculación desarrolla un patrón de evitación. Cuando se encuentra en una situación estresante evita el contacto e incluso mirar a su madre, tratando de minimizar su ansiedad y evitar el rechazo que espera de ella. Por tanto, el comportamiento de los padres es muy importante a la hora de establecer un vínculo seguro, aunque tampoco puede descartarse la influencia de la forma de ser innata de los niños.
El comportamiento de los padres.
Las investigaciones han encontrado patrones de comportamiento en ambos padres que se corresponden con los estilos de vinculación de sus hijos. Así, la clasificación segura está relacionada con padres disponibles, sensibles y que responden a sus necesidades.
Las clasificaciones evasivas están relacionadas con el rechazo hacia el niño. En el hogar suelen mostrar ira, resentimiento e irritabilidad, castigo físico, regañinas continuas y constante oposición a los deseos del niño. A veces estos padres mantienen poco contacto físico con sus hijos, pero cuando lo hacen es de forma demasiado intensa, son entrometidos y agobiantes.
La clasificación resistente o ambivalente está relacionada con recuerdos
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