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Pérdida de un hijo


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2018  •  Ensayos  •  2.443 Palabras (10 Páginas)  •  90 Visitas

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Pérdida por hijo

La muerte de un hijo es un evento muy difícil que afecta el equilibrio y puede generar reacciones patológicas. En muchas ocasiones, los hijos supervivientes pueden estar envueltos en el centro de toda la atención de los padres, quienes realizan maniobras de compensación para aliviar el dolor y el sentimiento de culpa ante la pérdida. Sistémicamente, se puede dar el caso de que los hijos supervivientes tomen el lugar del hijo perdido como sustitutos, inclusive se encuentran casos donde el siguiente hijo tiene el nombre o un nombre similar al hijo que falleció. Lo ideal y más sano, sería que la familia logre vivir el duelo sin esperar que otro hijo ocupe el lugar del que ha fallecido. Esto se puede facilitar con un comunicación abierta en la familia para propiciar la unidad familiar y tener la oportunidad de expresar libremente los propios sentimientos. Es preferible hablar sobre la pérdida y asumir el dolor para buscar integrarlo, que buscar un reemplazo o negar los hechos que rodean la pérdida.

        La pérdida de un hijo también es la pérdida de un hermano. En muchas ocasiones se piensa que por la edad de los hijos no podrán comprender la explicación de lo que ha sucedido, sin embargo, esto es un factor que predispone a la familia a vivir situaciones mórbidas cuando lo que se busca es adaptarse ante la crisis. Esta crisis es un momento difícil en la que los hijos buscan adaptarse y afrontar el propio malestar y el de otras personas. El resultado de este malestar suele terminar en miedo a interactuar con otros, mostrarse contentos o jugar por que quieres que los demás pienses que no les importaba su hermano (Neimeyer, 2000). Sin una comunicación abierta y clara, los niños comienzan a buscar sus propias respuestas y mecanismos de adaptación sin la guía de sus padres. Esto puede resultar en el pensamiento mágico como explicación para la muerte del hermano y será necesario que los padres disipen estas ideas que podrían resultar contraproducentes en el desarrollo de la personalidad del niño o en su capacidad de establecer vínculos en el futuro.

Según Neimeyer (2000), es común que después de la pérdida haya un tiempo en que se descuide un poco a los otros hijos debido al estado de los cuidadores primarios, quienes, debido al trauma, simplemente no pueden ofrecer ayuda o no tienen la habilidad para comunicar lo que está sucediendo. Para este tipo de casos, el autor recomienda recurrir a las redes de apoyo para aliviar algunas de las reacciones y sentimientos que se estén experimentando.

Frecuentemente, estas muertes son súbitas y prematuras. Muchos hijos mueren en accidentes y esto aumenta el auto cuestionamiento y auto reproche de los padres puesto que su rol implica mantener seguros a los hijos. Esto puede llevar a fuertes sentimientos de culpa. Ambos padres han sufrido la pérdida, pero la experiencia propia puede variar mucho debido a los elementos característicos de cada persona, su relación con el hijo fallecido, entre otros factores, y esto puede causar tensión en la relación de pareja. En un estudio realizado por Hooghe et al (2018) se analizan las experiencias de las parejas dolientes relacionada con el proceso de hablar y de no hablar. En su análisis, encuentran cuatro formas de comunicación entre los participantes: no hablar debido a la insuficiencia y la falta de sentido de las palabras en el duelo, no hablar como forma de regular las emociones en la vida diaria, no hablar como expresión de un proceso personal e íntimo, y no hablar porque la pareja tiene la misma pérdida, pero un proceso de duelo diferente. Los autores mencionan que en este proceso las parejas buscan una distancia soportable de su propio dolor y del de su pareja, y se adaptan a su contexto relacional.

Asimismo, Neimeyer, Aprender de la pérdida: una guía para afrontar el duelo, explica que los padres experimentan sorpresa ante sus propias necesidades de adaptación a la muerte de su hijo. La pérdida provoca que los familiares busquen intimidad y cercanía y algunos padres sienten culpa al encontrarse cubriendo esa necesidad sexualmente. Por otro lado, la pérdida de un hijo puede llegar a ser aún más complicada cuando los padres están divorciados, teniendo sus necesidades características; puede haber algún nivel de acercamiento y empatía hacia al expareja hasta una lucha de control o poder. De tal manera que es importante que los padres entiendan sus necesidades y las puedan equilibrar adecuadamente para lograr su adaptación.

El autor en su texto menciona que “somos seres sociales, por lo que es necesario reinventarnos a través del tiempo y es implícito en los duelos, especialmente con la pérdida de un hijo” (pp. 76). Para esto es necesario trabajar las diferentes tareas del duelo, afrontar los sentimientos fuertes como la culpa hacia uno mismo o el enojo. Esto supone un esfuerzo y un trabajo personas, activo y doloroso que implica un desafío físico, intelectual, emocional y espiritual. Robert Neimeyer también es citado textualmente en la investigación de Vega et al (2012) y mencionan que el proceso conlleva cambios atemporales descritos como una “reconstrucción salpicada de significados particulares de la pérdida para cada persona”, donde cada persona resignificará y logrará darle sentido con sus propios elementos al dolor y a la pérdida. En esta misma investigación se observó que los participantes lograban “adaptarse a un mundo nuevo, a través de la reconstrucción de sus significados” conforme iban pasando los meses (pp. 253).

Aunque usualmente se insistía en olvidar y desapegarse del objeto de la pérdida redireccionando la energía emocional hacia otros vínculos, los investigadores contemporáneos, como el mismo Neimeyer o Kübler-Ross, sostienen que es mejor continuar con la vinculación con el ser fallecido buscando transformar la conexión como algo simbólico para que sirva como factor sanador (Vega, et al. 2012).

Pérdida por enfermedad

En el texto de Robert Neimeyer, en el texto citado anteriormente, se encuentra la siguiente cita relacionada con la pérdida de un hijo por una enfermedad:

Yo creía que si hacías lo que debías todo salía bien. Ya sabes, haces caso a tus padres, conoces al hombre adecuado, tienes un matrimonio de cuento de hadas y tres hijos y eres feliz para siempre. Entonces uno de tus hijos enferma y muere y tú piensas: «¡No es justo!». Es entonces cuando la ira entra en escena. Se supone que las cosas no tienen por qué ser así, pero así es como son. JANET, 42 años (pp. 74).

La cita anterior expresa de una manera muy ilustrativa el shock, la confusión, la duda y el cambio sin retorno que representa la pérdida inesperada de un hijo ante una enfermedad. Salinas (2011) reconoce que los padres viven un antes y un después en la historia de su vida a partir del haber recibido el diagnóstico de su hijo.

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