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Enviado por   •  11 de Julio de 2013  •  529 Palabras (3 Páginas)  •  321 Visitas

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kaoLa novelística de la violencia en Colombia dejó un libro, ‘Cóndores no entierran todos los días’, escrito por Gustavo Álvarez Gardeazábal, que con el correr de los años se ha convertido en clásico de una literatura que recoge, como testimonio histórico, esa época aciaga que vivió el país en la década de los cincuenta del siglo pasado. En esta novela, el escritor vallecaucano narra cómo se vivió en Tuluá esa violencia que se desencadenó después del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. A través de un personaje central, León María Lozano, Álvarez Gardeazábal estructura un relato que, por su fuerza narrativa, hace que el interés del lector se mantenga a medida que avanza en la lectura.

La novela es la historia de un pueblo que adquiere características de personaje colectivo, toda vez que el narrador les recuerda a los pobladores, a cada instante, un pasado que por estar teñido de sangre no debe ser olvidado. Esas muertes empezaron cuando fue asesinado de cinco disparos Rosendo Zapata, el 22 de octubre de 1949. Hasta ese momento la gente no se había querido convencer de que los muertos que aparecían tirados en la calle eran todos de Tuluá. Los hombres de León María Lozano asesinaban de un tiro en la nuca al principio, y después a puñaladas. Luego abandonaban los cadáveres en las calles, sin papeles de identidad. Nadie reconocía los cuerpos, que eran tirados en una fosa común después de que, pasados varios días, no eran reclamados en el anfiteatro.

El ‘Cóndor’ se convirtió en héroe después de que se enfrentó, acompañado de tres hombres armados con carabinas sin munición, a la turba que después del asesinato de Gaitán intentó incendiar el colegio de los salesianos. En Tuluá le reconocieron, durante mucho tiempo, esa acción. Sin embargo, nadie llegó a pensar que León María Lozano fuera el responsable de los muertos que, en las noches, dejaban tirados en las calles. Sobre todo por sus principios religiosos. Hombre de convicciones católicas –tanto que cuando envió a sus hijas a estudiar a Manizales le pidió al padre Ocampo que les echara la bendición–, asistía a misa de seis todos los días y el primer viernes de cada mes se lo veía arrodillado en el confesionario, arrepintiéndose de sus pecados.

‘Cóndores no entierran todos los días’ resume con calidad narrativa los hechos violentos que se vivieron en el norte del Valle durante los años finales de la hegemonía conservadora. Álvarez Gardeazábal se convierte, en este libro, en el notario que recoge toda la información sobre las atrocidades cometidas por ‘los Pájaros’ bajo el mando de León María Lozano. El inventario de muertes no se queda solamente en datos estadísticos, sino que como investigador el autor descubre los secretos de muchos de esos asesinatos, la forma como se produjeron y el dolor que causaron. El retrato que el novelista hace del personaje

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