Religión Y Experiencia Religiosa En Mexico

Religión y experiencia religiosa en México.

El presente ensayo es un análisis sobre la experiencia religiosa, planteada por las instituciones, así como una visión del análisis secular, que incorpora tradiciones ancestrales con cultos religiosos contemporáneos. La sociedad construye su identidad religiosa a partir de elementos conjuntos que conviene revisar detenidamente.

Según menciona Leñero (2000, p. 43) “en países como México difícilmente se habla de la religión sin comprenderla como la organización clerical que aglutina y controla, desde la cúpula jerárquica, a toda la estructura eclesial”; misma que comienza con el Papa, sigue con los cardenales, obispos y presbíteros.

Antes de que las religiones hoy hegemónicas se consolidaran como instituciones jerarquizadas, en los inicios de la comprensión religiosa, se pensaba que existían ciertas prácticas, como ceremonias, rituales, sacrificios; lugares, como cuevas, templos, montañas; y autoridades, como gobernantes, sacerdotes o chamanes, que tenían la capacidad de poner al ser humano en contacto, comunicación y sintonía con lo sagrado, la fuente de la que se origina todo lo creado, y cuya energía permite la existencia, vida y movimiento de la realidad. Así, los gobernantes, clérigos, sacerdotes y chamanes son los encargados de realizar los rituales y las peregrinaciones a espacios sagrados; y por sus conocimientos más profundos de la realidad, también dirigían la actividad comunitaria, delineaban los principios éticos y los valores morales, políticos, económicos y sociales. En consecuencia, sólo las autoridades-sacerdotes tienen el poder para acceder a lo sagrado, de forma que lo sagrado se convierte un espacio privado, reservado sólo a unas cuantas personas; mismas que en ocasiones eran confundidas con las divinidades, y cuando no era así, eran los elegidos de las mismas para ejercer su poder sobre la tierra. De lo anterior resulta que la experiencia religiosa también se privatiza. Sólo podemos acceder a lo sagrado, sólo podemos sentirnos religados, en comunión con todo lo creado y con la divinidad, por medio de la actividad ritual de los sacerdotes. Ésta situación se exacerba al institucionalizarse las religiones.

Durante la Edad Media la Iglesia católica ejerció un vasto dominio cultural sobre la mayor parte de Europa y sus colonias. Al mismo tiempo estableció relaciones con los diferentes grupos e instituciones sociales dominantes de la época, con lo ganó aun más privilegios sociales, políticos y económicos, se le concedieron grandes extensiones de territorio en diferentes partes del mundo, e infinidad de bienes materiales y suntuarios. Estas alianzas y la privatización de las realidades sacras instituyeron el poder público y sociopolítico de la religión católica.

Al arribar la Ilustración y la Modernidad, la Iglesia tuvo que librar batallas titánicas para conservar su influencia y dominio; por ejemplo, en México se vio involucrada en el movimiento de independencia, fruto de los ideales de la Ilustración; en los conflictos entre los grupos liberales y conservadores; en el movimiento revolucionario de 1910; hasta en el levantamiento indígena en Chiapas el 1º de enero de 1994. Su participación en estos eventos siempre ha sido ambivalente; por un lado protege sus intereses como institución; y por el otro realiza una labor humanitaria, o en palabras de Muro (1994, p. 24), “una pastoral liberadora, esto es, una evangelización que sea la base para la resolución de los problemas más apremiantes y para lograr un desarrollo realmente humano de los católicos mexicanos”; misma que cada día se ve más abandonada por la estructura jerárquica eclesial. De ésta forma el acceso a las realidades sagradas es constreñido, tanto por su privatización, como por el abandono de las autoridades religiosas.

Paralelamente, la Modernidad acentúa este fenómeno. Ésta puede ser comprendida como la visión del mundo científica-tecnológica,

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