Retorno a la memoria compleja
julianacardonabTutorial25 de Febrero de 2014
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Retorno a la memoria compleja
La memoria explícita es propia de cada individuo. Alguna gente
convive con sus recuerdos permanentemente. Tal es el caso de
Virginia Woolf. Sus recuerdos de la infancia estaban siempre en la
frontera de su conciencia, listos para que los convocara y los incorporara
a su vida cotidiana. Además, ella tenía una habilidad exquisita
para describir los pormenores de sus experiencias.Así, años después
de la muerte de su madre, recordaba:
[…] ahí, en el centro mismo de esa inmensa catedral que es la
infancia, estaba ella desde el comienzo.Mi primer recuerdo de ella
es su regazo. […] Luego, la veo en el balcón, envuelta en un salto
de cama blanco. […] La verdad es que me obsesionó hasta los cuarenta
y dos años, pese a que murió cuando yo sólo tenía trece.
[…] Esas escenas… ¿por qué persisten incólumes año tras
año si no están hechas de algo comparativamente permanente?
Otra gente sólo evoca el pasado de vez en cuando. Cada tanto, por
ejemplo, pienso en el pasado y recuerdo a los dos oficiales de policía
que irrumpieron en nuestra casa y nos ordenaron dejarla el día
de la Kristallnacht.Cuando ese recuerdo vuelve a mi conciencia, veo
y siento de nuevo su presencia.Veo la expresión preocupada de mi
madre, vuelvo a sentir la misma ansiedad e idéntica confianza en las
acciones de mi hermano, que busca su colección de monedas y de
estampillas.Una vez que esos recuerdos se escenifican en el ámbito
espacial de nuestro pequeño departamento, los detalles restantes
surgen en mi mente con asombrosa claridad.
Recordar los pormenores de un acontecimiento se parece a recordar
un sueño, o a contemplar una película en la que desempeñamos
un papel. Incluso podemos recordar estados emotivos, aunque en
forma muy simplificada. En mi caso, recuerdo hasta el día de hoy
el clima de la escena con Mitzi.
En The milk train doesn’t stop here anymore [El tren lechero ya
no para aquí], Tennessee Williams describe lo que hoy llamaríamos
memoria explícita en estos términos:“¿Se te ocurrió alguna vez
[…] que la vida entera es recuerdo, salvo el momento presente,
que se escapa tan de prisa que apenas nos damos cuenta? En realidad,
todo es recuerdo […] salvo cada instante que huye”.
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A todos nosotros, la memoria explícita nos permite saltar en el
espacio y en el tiempo y conjurar situaciones y estados emotivos que
se evaporaron en el pasado, aunque sigan viviendo de alguna manera
en nuestra mente. Sin embargo, evocar un recuerdo –por muy importante
que sea– no es lo mismo que dar vuelta las páginas de un álbum
fotográfico. Es un proceso creativo.Creemos que lo que se almacena
en el cerebro es sólo el núcleo del recuerdo. Cuando se lo evoca, ese
núcleo se reelabora y reconstruye, con cosas que faltan, agregados,
elaboraciones y distorsiones. ¿Cuáles son los procesos biológicos
que me permiten rememorar mi propia historia con tal nitidez?
Cuando cumplí 60 años, reuní por fin coraje suficiente para retomar
el estudio del hipocampo y de la memoria explícita.Hacía mucho
tiempo que tenía curiosidad por saber si algunos de los principios
moleculares básicos que habíamos descubierto a partir de un simple
circuito reflejo en Aplysia también eran válidos para los complejos
circuitos neurales de los mamíferos. En 1989 más o menos, se
produjeron tres avances científicos que permitieron analizar esa
cuestión en el laboratorio.
En primer lugar, se descubrió que las células piramidales del hipocampo
desempeñan un papel crucial en la percepción que tiene un
animal de su entorno espacial. Después, se descubrió un notable
mecanismo de reforzamiento sináptico en el hipocampo, que recibió
el nombre de potenciación de largo plazo. Muchos investigadores
pensaban que la memoria explícita descansaba sobre ese mecanismo.
Por último, se inventaron nuevos y poderosísimos métodos
para modificar genéticamente a los ratones, lo que tenía mucha
importancia para mi propio enfoque sobre el aprendizaje.Nuestro
equipo habría de adaptar esos métodos al cerebro intentando estudiar
la memoria explícita en el hipocampo con tanto detalle como
habíamos estudiado la memoria implícita en Aplysia.
La nueva era de investigaciones sobre el hipocampo comenzó en
1971, cuando John O’Keefe, del University College de Londres, hizo
un descubrimiento sorprendente sobre cómo procesa el hipocampo
la información sensorial.Comprobó que las neuronas del hipocampo
de las ratas registran información que no se refiere exclusivamente
a una única modalidad sensorial –vista, sonido, tacto o dolor– sino
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a todo el espacio que rodea al animal, lo que entraña información
proveniente de varios sentidos. A continuación, O’Keefe demostró
que el hipocampo de las ratas contiene una representación –un mapa–
del espacio externo y que las unidades de ese mapa son las células
piramidales, que procesan información acerca del lugar. De hecho,
el perfil de los potenciales de acción de esas neuronas está tan íntimamente
ligado a una región determinada del espacio que O’Keefe
las bautizó “células de lugar”. Poco después, diversos experimentos
con roedores mostraron que las lesiones del hipocampo afectan gravemente
la capacidad del animal para aprender tareas que dependen
de la información espacial. Ese hecho indicaba que el mapa espacial
desempeña un papel decisivo en la cognición espacial, es decir,
en nuestra conciencia acerca del medio que nos rodea.
Si el espacio involucra información adquirida mediante diversas
modalidades sensoriales, se planteaban varios interrogantes: ¿cómo
se combinan esas modalidades? ¿Cómo se genera el mapa espacial?
Y, una vez generado, ¿qué lo mantiene?
El primer indicio para responder estas preguntas llegó en 1973,
cuando Terje Lømo y Tim Bliss, dos estudiantes de posdoctorado
que trabajaban en el laboratorio de Per Andersen en Oslo, descubrieron
que una breve ráfaga de actividad neural puede reforzar
las vías neuronales aferentes en el hipocampo de los conejos. Lømo
y Bliss no conocían los trabajos de O’Keefe y no intentaron estudiar
el funcionamiento del hipocampo en lo que respecta a la memoria
o a un comportamiento específico, como nosotros habíamos
hecho con el reflejo de retracción de la branquia en Aplysia.
Adoptaron, en cambio, un enfoque similar al que inicialmente habíamos
tomado Ladislav Tauc y yo en 1962: desarrollaron un análogo
neural del aprendizaje. En lugar de construir ese análogo a partir
de paradigmas clásicos de comportamiento como la habituación, la
sensibilización o el condicionamiento clásico, lo construyeron a partir
de la actividad neural per se.Aplicaron un tren de estímulos eléctricos
muy rápido (100 impulsos por segundo) a una vía neuronal
que llevaba al hipocampo y descubrieron que las conexiones sinápticas
de esa vía se reforzaban durante un período comprendido entre
varias horas y un día o más. A esa forma de facilitación sináptica la
denominaron potenciación de largo plazo.
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Pronto fue evidente que la potenciación de largo plazo se produce
en las tres vías del hipocampo y que no se trata de un proceso
unitario. En realidad, bajo esa denominación se abarca una familia
entera de mecanismos ligeramente diferentes, cada uno de los
cuales refuerza la sinapsis en respuesta a distintos perfiles y tasas
de estimulación. La potenciación de largo plazo se parece a la facilitación
de largo plazo entre las conexiones de neuronas sensoriales
y motoras en Aplysia, porque incrementa la tenacidad de las conexiones
sinápticas.No obstante, mientras que la facilitación de largo
plazo en Aplysia implica un reforzamiento heterosináptico que se
lleva a cabo mediante un transmisor modulador que actúa sobre
la vía homosináptica,muchas veces la potenciación de largo plazo
puede iniciarse por una mera actividad homosináptica. Sin embargo,
como habríamos de descubrir más tarde en nuestro laboratorio y
en otros, para transformar la plasticidad homosináptica en plasticidad
heterosináptica de largo plazo se convoca la actividad de neuromoduladores.
A principios de la década de 1980, Andersen simplificó enormemente
la metodología desarrollada por Lømo y Bliss; extirpó el hipocampo
del cerebro de una rata, hizo cortes de él y los colocó en una
caja de Petri; pudo observar así las diversas vías neurales de un segmento
determinado del hipocampo. Para sorpresa de todos, esos
cortes de cerebro siguen funcionando durante horas cuando se los
prepara convenientemente. De este modo, los investigadores pudieron
estudiar la bioquímica
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