Revisión de los componentes básicos de la teoría freudiana de la personalidad
YoselyncagInforme18 de Marzo de 2017
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Revisión de los componentes básicos de la teoría freudiana de la personalidad
El ello, el yo y el superyó:
Al principio de su desarrollo teórico, Freud estableció la distinción entre el consciente, el pre-consciente y el inconsciente. La conciencia consiste en todo aquello de lo que somos conscientes en un momento dado. El preconsciente está conformado de aquello de lo que no somos conscientes, pero que no nos sería difícil reconocer. El inconsciente consiste en los recuerdos que se hallan activamente reprimidos en la conciencia y que, por consiguiente, sólo se hacen conscientes como resultado de un gran esfuerzo. Más adelante Freud resumió y amplio estos puntos de vista con sus conceptos del ello, el yo y el superyó.
- El ello: El ello sólo cuenta con dos medios para satisfacer las necesidades. Uno de ellos es la acción refleja, que se activa de forma automática cuando surgen ciertos malestares. Estornudar y retroceder ante los estímulos dolorosos son ejemplos de acciones reflejas. El segundo medio de satisfacción es el cumplimiento de deseo, en el cual el ello conjura imágenes de objetos que satisfarán una necesidad existente.
En vista de que las actividades del ello ocurren independientemente de la experiencia personal, y dado que ofrecen la base de toda la personalidad, Freud se refería a ellas como procesos primarios. Los procesos primarios son irracionales, toda vez que están directamente determinados por el estado de necesidad del individuo, no toleran que trascurra tiempo entre la aparición de una necesidad y su satisfacción, y su existencia se da por completo en el nivel inconsciente.
- El yo: Es consciente de las necesidades tanto del ello como del mundo físico y su principal labor estriba en coordinarlas. En otras palabras, el trabajo del yo consiste en hacer coincidir los deseos (imágenes) del ello con sus contrapartes del entorno físico. Es por esta razón que se dice que el yo opera al servicio del ello. También se afirma que el yo está dirigido por el principio de realidad, porque los objetos que proporcionan deben dar por resultado no una satisfacción imaginaria de la necesidad, sino real.
Cuando el yo localiza un objeto del entorno capaz de satisfacer la necesidad, invierte la energía de la libido en el pensamiento de dicho objeto, creando en consecuencia una catexis entre la necesidad y el objeto. La catexis es una inversión de la energía física en el pensamiento de objetos o procesos que satisfarán una necesidad. Las actividades realistas del yo se denominan procesos secundarios y contrastan con los procesos primarios, o irreales del ello.
Si el ello y el yo fueran los únicos dos componentes de la personalidad, los seres humanos difícilmente seriamos capaces de distinguirnos de otros animales. No obstante, existe un tercer componente de la personalidad, que termina por complicar mucho las cosas.
- El superyó: Aunque el niño recién nacido está completamente dominado por el ello pronto aprenderá que la necesidad de gratificación rara vez es satisfecha de inmediato. Lo más importante es que debe aprender que algunas cosas están “bien” y otras están “mal”. Por ejemplo, el varón deberá inhibir sus deseos sexuales hacia su madre y sus tendencias agresivas hacia su padre. La enseñanza de lo que puede hacerse o no constituye lo que se conoce como socialización del niño.
A medida que el niño interioriza cuales son las opciones permitidas y cuales las prohibidas, desarrolla un superyó, que representa el brazo moral de la personalidad. El superyó completamente desarrollado se divide en dos partes.
La consciente consiste en las experiencias interiorizadas por las cuales el niño ha sido castigado de manera consciente. Participar en esas actividades, e incluso pensar en hacerlo, ahora provoca que el niño se sienta culpable. El ideal del yo consiste en las experiencias interiorizadas por las cuales el niño ha sido recompensado. Participar en dichas actividades, o incluso pensar en hacerlas, hace el niño se sienta bien respecto así mismo. Aunque Freud considera tanto el ello como el superyó tienen antecedentes arcaicos, hizo énfasis en el papel que desempeña en su desarrollo las experiencias personales de castigo y recompensas. Una vez que el superyó está desarrollado, la conducta y los pensamientos del niño son gobernados por valores interiorizados por lo general transmitido por los padres; en ese punto se dice que el niño se ha socializado.
Las pulsaciones de vida y muerte
Freud hizo una distinción entre las pulsaciones de vida y las de muerte; las pulsaciones de vida se les dio el nombre genérico de eros (En referencia al Dios griego del amor), y a la energía asociada con ello se la denomino libido. En un momento dado, Freud equiparó la libido con la energía sexual, pero, debido al incremento de las evidencias en el sentido de que son dos fuerzas diferentes, y a las severas críticas externadas por sus colegas más cercanos, amplio el concepto de libido para que incluyera la energía asociada con todas las pulsaciones de vida, incluyendo el sexo, el hambre y la sed. De acuerdo con su postura final, cuando surge una necesidad la energía de la libido se pone al servicio de su satisfacción, logrando con ello prolongar la existencia. Una vez que todas las necesidades están satisfechas, la persona se hallará en un estado de tención mínima. Uno de los principales objetivos de la vida es alcanzar ese estado de “ausencia de necesidades” que corresponde a la completa satisfacción.
La ansiedad y los mecanismos de defensa del yo
- La ansiedad: Esta es un aviso de daño inminente y Freud distinguió tres variedades de la misma. La ansiedad objetiva se da cuando existe una amenaza objetiva para el bienestar del individuo. Por ejemplo, ser atacado físicamente por otra persona o un animal, podría provocar ansiedad objetiva. La ansiedad neurótica surge cuando el yo siente que se verá sobrepasado por el ello o, en otras palabras, cuando las necesidades del ello se vuelven tan poderosas que el yo supone que será incapaz de controlarlas con lo cual la irracionalidad del ello se manifiesta en el pensamiento y la conducta del individuo. La ansiedad moral se presenta cuando se viola o está apunto de violarse un valor interiorizado. La ansiedad moral es más o menos lo mismo que la vergüenza o la culpa. Es el autocastigo que experimentamos al actuar en contradicción con los valores interiorizados en el superyó.
Cualquier forma de ansiedad es desagradable y quien la experimenta busca su reducción o eliminación tal como buscamos erradicar las sensaciones del hambre, sed o dolor. Lidiar con la ansiedad es uno de los trabajos del yo. Para reducir la ansiedad objetiva, el yo debe manejar con eficacia el entorno físico; para vérselas con la ansiedad moral y la ansiedad neurótica, el yo debe completar procesos que Freud llamo mecanismo de defensa del yo. Freud consideraba que todos los mecanismos de defensa del yo tienen dos cosas en común: distorsionan la realidad y opera el nivel inconsciente, es decir, sin que la persona este consciente de que uno de ellos está en acción.
- Los mecanismos de defensa del yo: La represión es el mecanismo de defensa fundamental, porque está implícito en todos los demás. Las ideas reprimidas solo se introducen a la conciencia cuando se hallan lo suficientemente disfrazadas como para no provocar ansiedad. Estas ideas reprimidas modificadas aparecen en los sueños, mediante expresiones humorísticas, de síntomas físicos, durante la asociación libre y mediante parapraxis. En vista de que se lo puede identificar casi en todas las áreas de la teoría psicoanalítica, el desplazamiento es otro muy importante mecanismo de defensa. En general, el desplazamiento se refiere a reemplazar un objeto o un objetivo que provoca ansiedad por otros que no lo hagan. Cuando un desplazamiento implica sustituir un objetivo no sexual con otro que, si tiene esa carga, el proceso se denomina sublimación. Freud consideraba que la sublimación era la base de la civilización. Debido a que pocas veces somos capaces de expresar nuestros impulsos sexuales de manera directa, nos vemos forzados a hacerlo directamente por medio de la poesía, el arte, la religión, los deportes, la política, la educación y todas las demás actividades que caracterizan la civilización. En consecuencia, Freud visualizaba la civilización como un equilibrio para que esta exista, los seres humanos de inhibir la satisfacción directa de sus urgencias básicas. Freud creía que los seres humanos son animales frustrados por la misma civilización que crearon para protegerse de sus semejantes. Freud afirmó: “La sublimación de la pulsión es una característica especialmente evidente del desarrollo cultural; es lo que posibilita la existencia de las actividades físicas, científicas, artísticas o ideológicas de mayor nivel, que desempeñan un importante papel en la vida civilizada”.
Otra forma de manejar los pensamientos que ocasionan ansiedad consiste en atribuirlos a una entidad distinta del propio yo. Este proceso se denomina proyección. En este caso, el individuo ve las causas de los fracasos, la urgencia indeseable y los deseos secretos como algo “externo” en lugar de admitir que forman parte del yo, porque esto le ocasionan ansiedad.
Las etapas psicosexuales del desarrollo
Aunque Freud consideraba que la totalidad del cuerpo es una fuente de placer sexual, creía que el tal placer se consideraba en diferentes partes del mismo durante las distintas etapas del desarrollo. En cualquiera de esas etapas, el área del cuerpo en la que se concentraba el placer sexual recibe el nombre de zona erógena. Las zonas erógenas dan a las etapas del desarrollo sus nombres correspondientes. De acuerdo con Freud, las experiencias que vive el niño durante cada etapa determina, en gran medida su personalidad adulta. Debido a ello, afirmaba que los cimientos de la personalidad adulta quedaban establecidos hacia los 5 años de edad, aproximadamente.
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