Teorias De Personalidad
Geum10 de Septiembre de 2012
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1. Anna Freud
Parece ser que cada vez que Freud ya había escogido su sucesor, el nominado le abandonaría. Por lo menos, esto ocurrió con Jung y Adler. No obstante, mientras tanto, su hija Anna iba leyendo sus obras, se embarcaba en análisis con su padre y perfilando su carrera como psicoanalista tardíamente. Anna también se convirtió en su cuidadora desde el momento en que su padre desarrolló un cáncer en 1923. Más tarde se convertiría en su sucesor simbólico.
Psicología del Yo. A diferencia de Jung y Adler, Anna se mantuvo fiel a las ideas básicas de su padre. No obstante, se preocupó más de la dinámica mental que de su estructura y estuvo particularmente fascinada por el lugar del Yo en todo esto. Después de todo, Freud dirigió la mayor parte de sus esfuerzos al Ello y a la parte inconsciente de la vida psíquica. Como acertadamente afirmó, el Yo es el “lugar de observación” desde el cual observamos el trabajo del Ello y el Superyo, así como del inconsciente en general. Por esta razón, Anna se merece un estudio aparte.
La autora es probablemente mejor conocida por su libro El Yo y los Mecanismos de Defensa, en el cual presenta una descripción particularmente clara de cómo funcionan las defensas, incluyendo además una atención especial al uso de las defensas en adolescentes. La sección sobre las defensas en el capítulo de Freud de este libro está basada casi en su totalidad tanto en el trabajo de Anna como en el de Sigmund.
Este énfasis sobre el Yo empezó un movimiento en los círculos psicoanalíticos llamado psicología del Yo que representa en la actualidad, de manera discutible, la mayoría de los freudianos. (Se podría decir que la tendencia actual en psicoanálisis americano es ésta. En Europa, existen muchos seguidores de esta corriente, aunque todavía perviven extensivamente las “viejas escuelas”. N.T.).
Esta surge y se apoya en los trabajos tempranos de Freud, pero se complementa con una visión más actual, ordinaria y práctica del mundo del Yo. En este sentido, la teoría freudiana puede aplicarse no solo a la psicopatología, sino también a campos relacionados como lo social y evolutivo. Erik Erikson es el ejemplo mejor conocido de la psicología del Yo.
Psicología infantil. Pero Anna Freud no era primordialmente una teórica. Sus intereses eran más prácticos y mucho de su esfuerzo fue dirigido hacia el análisis de niños y adolescentes, logrando perfeccionar la técnica. Después de todo, su padre se había dedicado exclusivamente a pacientes adultos. ¿Qué podemos hacer con un niño que sufre en el presente las crisis y traumas, así como las fijaciones no son meras recolecciones del pasado?.
En primer lugar, la relación del niño con el terapeuta es distinta. Los padres de éste constituyen una gran parte de la vida de él; una parte que el terapeuta no puede usurpar. Pero, el terapeuta no puede convertirse en otro niño. Sigue siendo una figura de autoridad para el paciente. Así que Anna ideó una técnica para manejar este problema de “transferencia”, utilizando la forma más natural posible: siendo un adulto cuidadoso, no un nuevo compañero de juegos, no un padre sustituto. Actualmente, su acercamiento al paciente puede considerarse todavía un poco autoritario, pero tiene más sentido que otros.
Otro problema del análisis de niños es que sus habilidades simbólicas no están tan desarrolladas como en los adultos. De hecho, los más jóvenes, tienen problemas a la hora de verbalizar sus dificultades emocionales. Incluso los más mayores tienen problemas para esconder sus conflictos tras símbolos complejos, como hacen los adultos. Después de todo, los problemas de los chicos se establecen en el “aquí y ahora”; no hay mucho tiempo para construir defensas. Por lo tanto, los problemas están más cercanos a la superficie y tineden a expresarse de manera más directa, menos simbólica, en términos conductuales y emocionales.
La mayoría de sus contribuciones la estudio de la personalidad proceden de su experiencia en el Hamstead Child Therapy Clinic (Clínica de Terapia Infantil Hamstead) en Londres que ella misma ayudó a construir. En este lugar, Anna se percató de que uno de los mayores problemas era la comunicación entre terapeutas: mientras que los problemas adultos se comunicaban por medio de etiquetas tradicionales, los de los niños era imposible.
Dado que estos problemas de los niños son más inmediatos, Anna los reconceptualizó en términos de movimientos del niño en una línea temporal de desarrollo. Un niño se desarrolla y crece relacionándose con sus progenitores a través de sus comportamientos alimentarios, higiene personal, estilos de juego, relaciones con otros niños y así sucesivamente. Estos comportamientos son considerados como sanos.
Cuando un aspecto del desarrollo es bastante más duradero que otros, el clínico puede asumir que existe algún problema, describiendo el área particular de atención.
2. Carl jung
La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Relacionado cercanamente se encuentra el inconsciente personal, que incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente en tanto incluye ambas memorias, las que podemos atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos recuerdos que han sido reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en que no contiene a los instintos, como Freud incluía.
Después de describir el inconsciente personal, Jung añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.
Existen ciertas experiencias que demuestran los efectos del inconsciente colectivo más claramente que otras. La experiencia de amor a primera vista, el deja vu (el sentimiento de haber estado anteriormente en la misma situación) y el reconocimiento inmediato de ciertos símbolos y significados de algunos mitos, se pueden considerar como una conjunción súbita de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo. Otros ejemplos que ilustran con más amplitud la influencia del inconsciente colectivo son las experiencias creativas compartidas por los artistas y músicos del mundo en todos los tiempos, o las experiencias espirituales de la mística de todas las religiones, o los paralelos de los sueños, fantasías, mitologías, cuentos de hadas y la literatura.
3. Alfred Adler.
Alfred Adler postula una única “pulsión” o fuerza motivacional detrás de todos nuestros comportamientos y experiencias. Con el tiempo, su teoría se fue transformando en una más madura, pasando a llamarse a este instinto, afán de perfeccionismo. Constituye ese deseo de desarrollar al máximo nuestros potenciales con el fin de llegar cada vez más a nuestro ideal. Es, tal y como ustedes podrán observar, muy similar a la idea más popular de actualización del self.
La cuestión es que “perfección” e “ideal” son palabras problemáticas. Por un lado son metas muy positivas, de hecho, ¿no deberíamos de perseguir todos un ideal?. Sin embargo, en psicología, estas palabras suenan a connotación negativa. La perfección y los ideales son, por definición, cosas que nunca alcanzaremos. De hecho, muchas personas viven triste y dolorosamente tratando de ser perfectas. Como sabrán, otros autores como Karen Horney y Carl Rogers, enfatizan este problema. Adler también habla de ello, pero concibe este tipo negativo de idealismo como una perversión de una concepción bastante más positiva. Luego volveremos sobre el particular.
El afán de perfección no fue la primera frase que utilizó Adler para designar a esta fuerza motivacional. Recordemos que su frase original fue la pulsión agresiva, la cual surge cuando se frustran otras pulsiones como la necesidad de comer, de satisfacer nuestras necesidades sexuales, de hacer cosas o de ser amados. Sería más apropiado el nombre de pulsión asertiva, dado que consideramos la agresión como física y negativa. Pero fue precisamente esta idea de la pulsión agresiva la que motivó los primeros roces con Freud. Era evidente que éste último tenía miedo de que su pulsión sexual fuese relegada a un segundo plano dentro de la teoría psicoanalítica. A pesar de las reticencias de Freud, él mismo habló de algo muy parecido mucho más tarde en su vida: la pulsión de muerte.
Otra palabra que Adler utilizó para referirse a esta motivación básica fue la de compensación o afán de superación. Dado que todos tenemos problemas, inferioridades de una u otra forma, conflictos, etc.; sobre todo en sus primeros escritos, Adler creía que podemos lograr nuestras personalidades en tanto podamos (o no) compensar o superar estos problemas. Esta idea se mantiene inmutable a lo largo de su teoría, pero tiende a ser rechazada como etiqueta, por la sencilla razón de que parece que lo que hace que seamos personas son nuestros problemas.
Una de las frases más tempranas de Adler fue la protesta masculina. Él observaba algo bastante obvio en su cultura (y de ninguna manera ausente de la nuestra): los chicos estaban situados en una posición más ventajosa que las chicas. Los chicos deseaban, a veces de
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