Ritualidad política y violencia
monica1aSíntesis26 de Febrero de 2018
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Guerrero, Javier. (1991).Los años del Olvido. Boyacá y los orígenes de la Violencia. Bogotá: Tercer Mundo Editores.
Prólogo:
La historia de este texto para el autor se aproxima a la historia de un pueblo que vivió dos veces la misma pesadilla y vio morir dos veces a su misma gente.
Estudia los años de 1930 a 1934, donde se vivió una conmoción regional que como hipótesis el autor presenta como el último coletazo de las guerras civiles del silo XIX o como la primera gran batalla de la Gran Violencia que para el autor se desarrolla entre 1945 y 1965.
Boyacá es para el autor el principal escenario de la violencia olvidada. El café había empujado los ejes dinámicos del país del oriente al occidente.
Boyacá era una región claramente desacompasada del ritmo de modernización cultural que atravesaban otras regiones. Los boyacenses percibieron como amenaza la elección de Enrique Olaya Herrera, coterráneo liberal, a la presidencia de la República, para el autor, no les faltaba razón.
El texto gira en tres planos:
Ritualidad política y violencia
La época estudiada es de intensa actividad política, elecciones para Asamblea, Cámara y municipalidades, acabando de salir de la campaña presidencial distribuidas en los meses de febrero, mayo y octubre. Este dato para el autor ilustra que después de 50 años de inmovilismo institucional se comenzaba a afirmar una conciencia clara de posibilidad de la competencia, del relevo de programas, partidos u autoridades. La investigación muestra que en ello había mucho de verdad pero también de ilusiones.
Las campañas no son un simple episodio de renovación, son prácticas con reglas, dinámicas y efectos propios: ritualidad política. De ellas hacen parte de la elaboración de los discursos, programas, consignas, la elección del candidato, la creación de cuerpos directivos con sus ramificaciones regionales y locales, el diseño de una estrategia de finanzas, el montaje de una red de información, la definición de un itinerario de giras, la designación de un centro ceremonial de apertura y cierre de campaña (teatro, plaza, club, o sindicato), la movilización de símbolos (bandera, himno, indumentaria, monumentos, insignias, héroes) y finalmente la preparación de respuestas eficaces para contrarrestar el fraude e impedir la acción de los “tahúres electorales”, quienes llegaban a la mesa de votación con cartas marcadas.
Aunque ahora el Partido Liberal fuera cabeza, el aparato electoral permanecía bajo el control del Partido Conservador. El grueso de la burocracia boyacense seguía en manos de conservadores. En el campo educativo el panorama era el mismo. La totalidad de los maestros eran conservadores. Esto, bajo muchos efectos incitaba a la desobediencia civil y la sedición.
Parte de la violencia se justificaba en la resistencia a la oposición, pero también por la liberalización forzada que estaba viviendo el departamento.
La movilización electoral no era sinónimo de movilización civil. Lo que estaba en marcha era un incesante proceso de retaliación que el autor considera como guerra regional.
Los rumores se convierten en el motor de operativos armados y otras prácticas violentas. La violencia simbólica se suma a la violencia factual.
El autor expone diferentes tipos de campañas:
- Conspirativas: que promueven la insubordinación contra las autoridades civiles.
- Ideológicas: que giran en torno a las problemáticas e intereses del momento.
- Expedicionarias: con carácter de castigo, pretenden reafirmar la superioridad sobre un adversario ya vencido.
- Electoral-militar: se prepara la confrontación armada.
El Estado-facción
El Estado colombiano además de las funciones comunes ejercía como prisionero de la lógica partidista. Lo que está en juego es una visión del Estado y del poder como botín. Se presenta una apropiación partidista de los organismos estatales que muestra el proceso lento en la construcción del Estado-Nación.
La apropiación partidista de instituciones, puestos públicos y funciones estatales genera una dinámica que lleva a la tragicomedia. Los desprotegidos policías de 1930 a 1932 tienen que crear sus propias “policías cívicas”, esto también pasa en otras localidades y momentos, autoridades o dirigentes conservadores forman estas agrupaciones alegando persecución del gobierno liberal. Este fenómeno no es exclusivo de esta época, el autor lo llama parainstitucionalización.
Ante la ausencia de Estado, los partidos cometían fraude, violaban las normas, no había garantías políticas y esta era la práctica cotidiana.
La iglesia no podía ser una instancia alternativa o de de morigeración. Era parte de la violencia regional.
Entre la POLIS y la Ciudad de Dios
El tercer hilo conductor del texto es el papel de la iglesia como fuerza estructuradora de lo político y lo social a nivel nacional, regional, local y particular.
Pero ante todo es el eje de poder local, que incluso como monumento arquitectónico domina el poblado. Los curas no solo actuaban con autonomía sino por encima a de las autoridades.
Los curas además gozaban de poder de movilización política: párrocos electorales. Para el autor, la competencia de entonces tiene un sabor a cruzada.
La iglesia también es central en la movilización armada, los curas junto con notables pueblerinos, bandas armadas conservadoras, se organizaban y adoptaban consignas religiosas por ejemplo “Los Nazarenos”.
La iglesia juega un papel importante en la reproducción simple de la cultura aldeana: el control de fiestas, escuelas, regulación del trabajo, el descanso, la vigilancia sobre el ciclo vital: bautizos, matrimonios, entierros. Adicionalmente en el confesionario ejerce presión sobre la conciencia de los católicos. Era pecado ser liberal, leer El Tiempo y El Espectador. Los curas eran intermediarios culturales entre la nación y la provincia.
En cada región el catolicismo se ejercía de manera diferente: en Antioquia se nutria del conservadurismo político pero alimentaba visones contrastantes sobre el trabajo y la innovación. En Boyacá el catolicismo era campesino que educaba en sumisión y en la inmutabilidad de los valores. El de Antioquia promovía el espíritu emprendedor.
Después de 50 años de vínculo con el gobierno, la iglesia se tornó asustadiza por el cambio y reaccionó con aprehensión y hostilidad. Para el autor la política y la religión, el municipio y la parroquia, la polis y la ciudad de Dios no tenían resueltas sus identidades.
Los curas luchaban por la hegemonía del poder local que se empezaba a socavar. La promesa del reinado de Cristo expresaba en este contexto el anhelo de regreso a una sociedad de súbditos y los temores tanto de la iglesia como del Partido Conservador a una sociedad de ciudadanos, a una sociedad política.
INTRODUCCIÓN
El autor comienza hablando de la importancia de la violencia como constructora de la historia en la memoria de las personas que nacieron en la década de los cincuenta pero expone que esta violencia está desdibujada. Por eso, se interesó por el pacto de “perdón y olvido” que nace en el Frente Nacional y que pervive hasta hoy. Para el autor las guerras civiles del siglo XIX son el antecesor de La Violencia. Entonces la provincia y sus conflictos en los años treinta son el eslabón perdido entre las batallas decimonónicas y los años cuarenta y cincuenta.
El trabajo está dividido en cuatro partes:
1. Revisión de tesis historiográficas y sociológicas que dan contexto a lo local.
2. Mirada de la coyuntura de 1920-1930 para entender el proceso de la caída de la República Conservadora y las tensiones que generó
3. La liberalización de Boyacá, fortín conservador por excelencia entre 1930 y 1933
4. El escenario nacional y el ascenso de Alfonso López Pumarejo y el debate de la “Revolución en Marcha”.
Otro aspecto importante que va a tratar es el de la Iglesia. Luego de esta introducción agradece por la colaboración en el trabajo a los profesores de la Universidad Nacional y a instituciones que lo patrocinaron. Especialmente a Gonzalo Sánchez y a Bernardo Tovar.
PREAMBULO
El autor trae varios relatos en donde se muestra el predominio de uno u otro partido en la zona de Boyacá. Especialmente me llama la atención el relato que habla de Güicán y Chulativa como lugares de conservadores que apoyaron la Batalla de Palonegro.
PRIMERA PARTE
LA DECADA DE LOS AÑOS 30 Y LA VIOLENCIA EN BOYACÁ
Las referencias a la violencia de los años treinta es vaga. Hay estudios de los movimientos sociales y agrarios de los años veinte y treinta que hacen referencia a zonas de colonización o a zonas cafeteras, pero son escasos los trabajos sobre conflictos sociales en la primera mitad de siglo XX.
Para el autor, la respuesta a la pregunta fundamental sobre los sucesos anteriores a 1946 debe estar dada por los estudios regionales que muestren la letra menuda de cómo se dio ese proceso de adscripción de la población a los caudillos, de éstos a los bloques de poder central, de cómo fueron los grandes alineamientos regionales, para llenar vacios que conduzcan a nuevos aportes para la comprensión del proceso nacional.
La función legitimadora del orden, del discurso partidista y del discurso eclesiástico también han sido poco estudiados. El autor propone un análisis del discurso escrito y oral, y su relación con el surgimiento de los conflictos en lo local: el municipio y la parroquia.
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