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Seis Estudios De Psicología -Primera Parte-Piaget

peperina198418 de Febrero de 2014

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Seis estudios de psicología -Piaget-

Primera parte:

1- Desarrollo mental del niño

El desarrollo psíquico, es comparable al crecimiento orgánico, consiste en una marcha hacia el equilibrio, un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estado de equilibrio superior. La inteligencia por ej, pasa desde una relativa incoherencia de las ideas infantiles a la sistematización de las ideas adultas, también en la vida afectiva se ha observado como el equilibrio de los sentimientos aumenta con la edad. Las relaciones sociales obedecen a esta misma ley de estabilización gradual.

Sin embargo hay una diferencia entre la vida del cuerpo y la vida del espíritu, la forma final del crecimiento orgánico es mas estática que aquella hacia la cual tiende el desarrollo mental, y más inestable, cuando ha concluido la evolución ascendente comienza la evolución regresiva que conduce a la vejez. Ciertas funciones psíquicas pasan por un maximun hacia el final de la infancia y disminuyen luego por ej la agudeza visual, en cambio las funciones superiores de la inteligencia y de la afectividad tienden hacia un “equilibrio móvil” y más estables, para las personas sanas no marca la decadencia sino un progreso espiritual.

Dos aspectos complementarios de este proceso de equilibración: es preciso oponer desde el ppio las estructuras variables, las que definen las formas o estados sucesivos de equilibrio, y un determinado funcionamiento constante que es el que asegura el paso de cualquier estado al nivel siguiente.

Desde el punto de vista funcional, considerando los móviles generales de la conducta y del pensamiento, existen mecanismos constantes, comunes a todas las edades: a todos los niveles, la acción supone siempre un interés que la desencadena, ya se trate de una necesidad fisiológica, afectiva o intelectual (la necesidad se presenta en este último caso en forma de una pregunta o un problema), a todos los niveles, la inteligencia trata de comprender o de explicar, si bien las funciones del interés, de la explicación son comunes a todos los niveles, “los intereses” y las explicaciones varían considerablemente de un nivel mental a otro. Al lado de las funciones constantes, hay que distinguir las estructuras variables, que serán las formas de organización de la actividad mental, bajo su doble aspecto motor o intelectual, por una parte, y afectivo por otra, así como sus dos dimensiones individual y social (interindividual). Hay seis estadios o períodos de desarrollo, que marcan la aparición de estas estructuras sucesivamente construidas:

1- El estadio de los reflejos, o montajes hereditarios, así como las primeras tendencias instintivas (nutrición) y de las primeras emociones.

2- El estadio de los primeros hábitos motores y de las primeras percepciones organizadas, así como los primeros sentimientos diferenciados.

3- El estadio de la inteligencia sensorio-motriz o práctica (anterior al lenguaje) desde el lactante hasta 1 año y medio o 2.

4- El estadio de la inteligencia intuitiva, de los sentimientos interindividuales espontáneos y de las relaciones sociales de sumisión al adulto, 2 años a 7, la segunda parte de la “primera infancia”.

5- El estadio de la operaciones intelectuales concretas (aparición de la lógica), y sentimientos morales y sociales de cooperación, 7 a 11 o 12 años

6- El estadio de las operaciones intelectuales abstractas, de la formación de la personalidad y de la inserción afectiva e intelectual en la soc de los adultos (adolescencia).

Cada uno se caracteriza por la aparición de estructuras originales, que los distingue de los anteriores, lo esencial de esas construcciones subsiste en los estadios ulteriores en forma de subestructuras, y también una serie de caracteres momentáneos que se van modificando.

Ahora podemos comprender lo que son los mecanismos funcionales comunes a todos los estadios, puede decirse que toda acción –todo movimiento, pensamiento o sentimiento- responde a una necesidad, una necesidad es siempre la manifestación de un desequilibrio: existe una necesidad cuando algo fuera de nosotros o en nosotros ha cambiado, de tal manera que se impone un reajuste de la conducta en función de esa transformación. La acción termina en cuanto las necesidades están satisfechas, desde el momento en que el equilibrio ha sido restablecido entre el hecho nuevo que ha desencadenado la necesidad y nuestra organización menta y como se presentaba antes de que aquel interviniera.

En este mecanismo continuo y perpetuo de reajuste o equilibración consiste la acción humana y por esta razón pueden considerarse las estructuras mentales sucesivas.

Los intereses de un niño dependerán en cada momento del conjunto de las nociones que haya adquirido, así como las disposiciones afectivas. Puede decirse que toda necesidad tiende a: 1- incorporar las cosas y las personas a la actividad propia del sujeto, a “asimilar” el mundo exterior a las estructuras ya construidas, y 2- a reajustar estas en función de las transformaciones sufridas, a “acomodarlas” a los objetos externos, toda la vida mental, como la propia vida orgánica tiende a asimilar el medio ambiente, y realiza esta incorporación gracias a unas estructuras u órganos psíquicos cuyo radio de acción es cada vez más amplio: la percepción y los movimientos elementales dan primero acceso a los objetos próximos en su estado momentáneo, luego la memoria y la inteligencia prácticas permiten a la vez reconstituir su estado inmediatamente anterior y anticipar sus próximas transformaciones. El pensamiento intuitivo viene luego a reforzar ambos poderes. La inteligencia lógica, en su forma de operaciones concretas y finalmente de deducción abstracta.

Al asimilar los objetos, la acción y el pensamiento se ven obligados a acomodarse, la “adaptación” es el equilibrio de tales asimilaciones y acomodaciones. Vamos a estudiar las etapas de esta adaptación.

I- El recién nacido y el lactante

Se caracteriza en una conquista a través de las percepciones y los movimientos de todo el universo práctico que rodea al niño. Esta “asimilación sensorio-motriz” del mundo exterior inmediato, sufre en 18 meses o 2 años toda una revolución copernicana en pequeña escala: mientras que el recién nacido lo refiere todo a sí mismo, a su propio cuerpo, al final, cuando se inicia el lenguaje y el pensamiento se sitúa ya prácticamente como un elemento o un cuerpo entre los demás, en un universo que ha construido y que ahora siente como algo exterior a él. Vamos a describir paso a paso las etapas de esta revolución copernicana, en su doble aspecto de inteligencia y visa afectiva nacientes. Desde el primero de este punto de vista pueden distinguirse tres estadios: el de los reflejos, el de la organización de las percepciones y hábitos y el de la inteligencia sensorio-motriz.

En el momento del nacimiento la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, hereditarios a tendencias instintivas tales como la nutrición.

Asimila una parte de su universo a la succión, el mundo es una realidad susceptible de ser chupada, rápidamente ese universo se convertirá en una realidad susceptible de ser mirada, escuchada, y cuando los propios movimientos lo permitan, sacudida.

Los ejercicios reflejos, habrán de complicarse muy pronto hasta integrarse en hábitos y percepciones organizadas, constituyen el punto de partida de nuevas conductas, adquiridas con ayuda de la experiencia. La succión sistemática del pulgar pertenece ya a ese segundo estadio, al igual que mover la cabeza con un ruido, seguir un objeto, etc. Desde el punto de vista perceptivo, el niño empieza a sonreír (quinta semana y más) que reconoce a ciertas personas por oposición a otras, etc, pero lo que reconoce son apariciones sensibles y animadas, no prueba todavía la disociación yo mundo exterior. Entre los 3 y 7 meses toma lo que ve, capacidad de prensión, que más tarde será manipulación, y luego nuevos hábitos.

El punto de partida es siempre un ciclo reflejo, incorpora nuevos elementos y constituye con ellos totalidades organizadas más amplias. Para que el sujeto reproduzca inmediatamente esos nuevos movimientos: esta “reacción circular” tiene un papel esencial en el desarrollo sensorio-motor y representa una forma más evolucionada de asimilación.

En el tercer estadio, es mucho más importante para el ulterior desarrollo: el de la inteligencia práctica o sensorio-motriz propiamente dicha. La inteligencia aparece mucho antes que el lenguaje, mucho antes que el pensamiento interior que supone el empleo de signos verbales (del lenguaje interiorizado). Pero se trata de una inteligencia exclusivamente práctica, que aplica a la manipulación de objetos y que no utiliza en el lugar de las palabras y de los conceptos, más que percepciones y movimientos organizados en “esquemas de acción”.

En cuanto a la construcción de esos actos de inteligencia, pueden invocarse dos clases de factores. Primeramente, las conductas anteriores que se multiplican y diferencian hasta poder registrar los resultados de la experiencia, en sus “reacciones circulares” el bebé no se contenta ya con reproducir los movimientos, los varía intencionalmente para estudiar los resultados de estas variaciones. Por otra parte, los “esquemas” de acción, construidos ya al nivel del estadio precedente y multiplicados se hacen susceptibles de coordinarse entre sí, por asimilación reciproca, equiparable a lo que habrán de ser más tarde las nociones de pensamiento propiamente dicho.

En el punto de partida de la evolución mental, no existe ninguna diferenciación entre el yo y el mundo exterior, las impresiones

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