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Tener Y Ser Erich Fromn

GeovannaSV20 de Enero de 2014

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INTRODUCIÓN: LA GRAN PROMESA, SU FRACASO Y NUEVAS OPCIONES

EL FIN DE UNA ILUSIÓN

LA GRAN promesa de un Progreso Ilimitado (la promesa de dominar la naturaleza, de

abundancia material, de la mayor felicidad Para el mayor número de personas, y de

libertad personal sin amenazas) ha sostenido la esperanza y la fe de la gente desde

el inicio de la época industrial. Desde luego, nuestra civilización empezó cuando la

especie humana comenzó a dominar la naturaleza en forma activa; pero ese dominio

fue limitado hasta el advenimiento de la época industrial. El progreso industrial, que

sustituyó la energía animal y la humana por la energía mecánica y después por la

nuclear, y que sustituye la mente humana por la computadora, nos hizo creer que

nos encontrábamos a punto de lograr una producción ilimitada y, por consiguiente,

un consumo ilimitado; que la técnica nos haría Omnipotentes; que la ciencia nos

volvería omniscientes. Estábamos en camino de volvernos dioses, seres supremos

que podríamos crear un segundo mundo, usando el mundo natural tan sólo como

bloques de construcción para nuestra nueva creación.

Los hombres y, cada vez más, las mujeres tenían un nuevo sentimiento de libertad;

se convertían en amos de sus vidas: las cadenas feudales hablan sido rotas y el

individuo podía hacer lo que deseara, libre de toda traba, o así lo creía la gente.

Aunque esto sólo era verdadero en relación con la clase alta y la media, sus logros

podían hacer que los demás tuvieran fe en que posteriormente la nueva libertad

llegaría a extenderse a todos los miembros de la sociedad, siempre que la

industrialización continuara progresando. El socialismo y el comunismo rápidamente

cambiaron, de movimientos cuya meta era una nueva sociedad y un nuevo hombre

en movimientos cuyo ideal era ofrecer a todos una vida burguesa, una burguesía

universalizada para los hombres y las mujeres del futuro. Se suponía que lograr

riquezas y comodidades para todos se traduciría en una felicidad sin limites para

todos. La trinidad "Producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin

restricciones" formaba el núcleo de una nueva religión: el Progreso, y una nueva

Ciudad Terrenal del Progreso remplazaría a la Ciudad de Dios. No es extraño que

esta nueva religión infundiera energías, vitalidad y esperanzas a sus creyentes.

Lo grandioso de la Gran Promesa, los maravillosos logros materiales e intelectuales

de la época industrial deben concebirse claramente para poder comprender el trauma

que produce hoy día considerar su fracaso. La época industrial no ha podido cumplir

su Gran Promesa, y cada vez más personas se dan cuenta de lo siguiente:

o La satisfacción ilimitada de los deseos no produce bienestar, no es el camino de la

felicidad ni aun del placer máximo.

o El sueño de ser los amos independientes de nuestras vidas terminó cuando

empezamos a comprender que todos éramos engranes de una máquina burocrática,

y que nuestros pensamientos, sentimientos y gustos los manipulaban el gobierno, los

industriales y los medios de comunicación para las masas que ellos controlan.

o El progreso económico ha seguido limitado a las naciones ricas, y el abismo entre

los países ricos y los pobres se agranda.

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o El progreso técnico ha creado peligros ecológicos y de guerra nuclear; ambos

pueden terminar con la civilización, y quizás con toda la vida.

Cuando fue a Oslo a recibir el Premio Nóbel de la Paz (1952), Albert Schweitzer

desafió al mundo "a atreverse a enfrentar la situación... El hombre se ha convertido

en un superhombre.., pero el superhombre con su poder sobrehumano no ha

alcanzado el nivel de la razón sobrehumana. En la medida en que su poder aumente

se convertirá cada vez más en un pobre hombre... Debe despertar nuestra conciencia

el hecho de que todos nos volvemos más inhumanos a medida que nos convertimos

en superhombre".

¿POR QUÉ FRACASÓ LA GRAN PROMESA?

El fracaso de la Gran Promesa, además de las contradicciones económicas esenciales

del industrialismo, surgió junto con el sistema industrial debido a sus dos principales

premisas psicológicas: 1) La meta de la vida es la felicidad; esto es, el máximo de

placer, que se define como la satisfacción de todo deseo o necesidad subjetiva que

una persona pueda tener (hedonismo radical); 2) El egotismo, el egoísmo y la

avaricia, que el sistema necesita fomentar para funcionar, producen armonía y paz.

Es bien sabido que los ricos a través de la historia han practicado el hedonismo

radical. Los que contaban con recursos ilimitados, como la élite de Roma, de las

ciudades italianas del Renacimiento, y de Inglaterra y Francia en los siglos XVII y XIX

trataron de encontrar un sentido a la vida en el placer ilimitado; pero aunque el

máximo placer (el hedonismo radical) fue el objetivo de ciertos grupos en

determinadas épocas, con una sola excepción anterior al siglo XVII, la teoría del

bienestar no fue sustentada por los grandes Maestros de la Vida en China, la India, el

Cercano Oriente y Europa.

Esa cínica excepción es el filósofo griego Aristipo, discípulo de Sócrates (primera

mitad del siglo IV a. de c.) quien enseñó que sentir el máximo placer corporal

constituye la meta de la vida, y que la felicidad es la suma total de los placeres

gozados. Lo poco que sabemos de este filósofo se lo debemos a Diógenes Laercio,

pero basta para mostrar a Aristipo como el único hedonista real, para el que la

existencia de un deseo era la base del derecho para satisfacerlo, y así conseguir la

meta de la vida: el placer.

Epicuro difícilmente puede ser considerado un representante del tipo del hedonismo

de Aristipo. Aunque para Epicuro el placer "pura' era la meta más elevada, para él

este placer significaba .'ausencia de dolor" (aponia) y tranquilidad del alma

(ataraxia). Según Epicuro, el placer que significa la satisfacción de un deseo no

puede constituir la meta de la vida, porque este placer necesariamente es seguido

por algo no placentero, y esto aparta a la humanidad de su meta real: la ausencia de

dolor. (La teoría de Epicuro se semeja a la de Freud en muchos aspectos.) Sin

embargo, parece que Epicuro representaba cierto tipo de subjetivismo opuesto al

pensamiento de Aristóteles, hasta donde los contradictorios informes sobre la

filosofía de Epicuro nos permiten hacer una interpretación.

Ninguno de los otros grandes maestros enseñó que la existencia real de un deseo

constituyera una norma ética, sino que se interesaban por el bienestar óptimo de la

humanidad (vivere benc). El elemento esencial de su pensamiento era la distinción

entre aquellas necesidades (deseos) que sólo se sienten subjetivamente y cuya

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satisfacción produce un placer momentáneo, y las necesidades que están enraizadas

en la naturaleza humana y cuya satisfacción fomenta el desarrollo humano y produce

eudaimonia, o sea, "bienestar". En otras palabras, se preocupaban por distinguir

entre las necesidades puramente subjetivas y las necesidades objetivamente válidas:

la mayor parte de las primeras es dañosa para el desarrollo humano, y las segundas

están en armonía con los requerimientos de la naturaleza humana.

La teoría de que la meta de la vida es satisfacer todos los deseos humanos fue

francamente proclamada, por primera vez desde Aristipo, por los filósofos de los

siglos XVII y XVIII. Este concepto pudo surgir fácilmente cuando "ganancia" dejó de

significar "ganancia del alma" (como en la Biblia, y más tarde en Spinoza) y llegó a

significar ganancia material, económica, en el periodo en que la clase media se libró

no sólo de sus grilletes políticos, sino de todos los vínculos con el amor y con la

solidaridad, y creyó que vivir sólo para uno mismo significaba ser más y no menos.

Hobbes consideraba que la felicidad es el progreso continuo de una codicia

(cupiditas); La Mettrie hasta recomendaba las drogas, que por lo menos ofrecían la

ilusión de la felicidad; para Sade la satisfacción de los impulsos crueles era legítima,

precisamente porque existían y debían ser satisfechos. Estos pensadores vivieron en

la época de la victoria final de la clase burguesa. La que había sido práctica no

filosófica de los aristócratas se convirtió en práctica y teoría de la burguesía.

Desde el siglo XVIII se han desarrollado muchas teorías éticas: algunas fueron

formas más respetables del hedonismo, como el utilitarismo; otras fueron sistemas

estrictamente antihedonistas, como los de Kant, Marx, Thoreau y Schweitzer. Sin

embargo, en la época actual, en general desde el fin de la primera Guerra Mundial,

se ha regresado a la práctica y a la teoría del hedonismo radical. El concepto de un

placer ilimitado forma una extraña contradicción con el ideal de un trabajo

disciplinado, similar a la contradicción entre la aceptación

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