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Testimonios de consumo de drogas, familias


Enviado por   •  7 de Septiembre de 2021  •  Apuntes  •  2.518 Palabras (11 Páginas)  •  81 Visitas

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Trabajo en Foro de Miel:

A partir de leer los testimonios familiares, relacionar con lo abordado en la 2da clase.

Escribir la reflexión individual en el foro del Miel.

Testimonios Familiares

Pedro:

Hace casi 2 años estábamos desesperados y sobrepasados por el problema de adicción de nuestro hijo de 16 años. Ya no éramos capaces de manejar la situación y decidimos buscar apoyo fuera de nuestro entorno familiar. Quizás perdimos algunos meses, pero solo cuando ambos integrantes de la pareja estuvimos de acuerdo, pudimos concretarlo.

Luego de comenzar a andar en el tratamiento, a través de terapias familiares y grupos de padres nos dimos cuenta que la pareja siempre debe actuar en consenso frente a un hijo adolescente. Este fue uno de los muchos errores que cometimos en el pasado.

No fue fácil para nada. Tuvimos muchos momentos de alegría por la evolución o el crecimiento en la terapia de nuestro hijo y la nuestra propia, así como también muchas “marchas atrás” con angustias y frustraciones.

Pero siempre tuvimos muy claro que ese primer límite que le pusimos a nuestro hijo en mucho tiempo de consumo, que fue “el  tratamiento o la calle” lo teníamos que mantener bajo cualquier circunstancia. Sé que es difícil asumirlo, pero es necesario estar dispuesto a dar este paso para comenzar a cambiar.
Hoy estando en la fase final del tratamiento, hemos aprendido y seguimos aprendiendo, no sólo sobre adicciones y los errores que cometimos, sino también como encarar y ocuparnos de los problemas con nuestro hijo y dentro de la nuestra pareja.

Puedo resumir que ha sido una gran experiencia de vida, que tuvimos que recorrer por la adicción de nuestro hijo y de la cual estamos saliendo fortalecidos.
¿Qué te puede decir a ti, padre que hoy tienes problemas a causa de la adicción?
Que empieces ya a “ocuparte” en lugar de seguir “preocupándote”
Que busques ayuda. Que no creas que es algo leve y que pasará solo.
Que dejes de preguntarte porque nos pasa esto a nosotros.”

Graciela:

"Fue alrededor de junio o julio del ‘94 cuando nos enteramos que Eduardo se drogaba. Esto ocurría desde hacía bastante tiempo y en casa no nos habíamos dado cuenta. En ese momento lloré, luego me paralicé, tuve ganas de desaparecer, de esconderme. ¿Por qué? Nuestra familia estaba unida (eso creíamos), éramos siempre los cuatro para todo, ¿cómo nos podía pasar una cosa así?

Fuimos reaccionando de a poco. No sabíamos qué hacer ni adónde ir. Fuimos con Luis al Santuario de Jesús Misericordioso a ver al Padre Norberto Marcet, que es un cura joven y acostumbrado a tratar con los problemas de la juventud. Él nos recomendó una institución para que Eduardo hiciera un tratamiento, pero después de la primera entrevista él nos dijo que ahí no volvía más.

Nos volvimos a paralizar. Cada día y sobre todo cada noche era un sufrimiento. Odié los fines de semana y en particular los viernes porque Eduardo se iba y no aparecía hasta que se le pasaba el efecto de lo que tomaba. Nosotros nunca lo vimos drogado. Un día se fue a cortar la melena, que usaba casi hasta los hombros. Volvió con el pelo bien corto, como antes, y nosotros pensamos que todo iba a mejorar. ¡Qué ilusos! Creo que todos los padres nos agarramos de cualquier cosa para no ver que está todo mal y que no se arregla solo.

A través de una amiga conocimos a un médico psiquiatra especialista en drogadicción. Empezamos a asistir al grupo de padres que había organizado este médico y allí aprendí mucho, lloré mucho, tuve mucha rabia. A Eduardo lo mantenía a distancia, su presencia me ponía nerviosa, pero cuando no estaba en casa sufría pensando dónde y con quién estaría. ¿Se estaría drogando? ¿Se lo habría llevado la policía? Al principio llamábamos a todos los amigos que conocíamos para averiguar dónde estaba.

Pasó el verano y el recital de los Stones. Siempre había una excusa para no empezar el tratamiento. Hasta que con el asesoramiento del médico que nos asistía decidimos hablar con nuestro hijo para proponerle una internación. Eduardo trató por última vez de zafar y como última vuelta de tuerca, lo dejamos un día y una noche en la calle. Cuando le permitimos entrar fue para que se internara.

En los primeros meses de la internación tenía la sensación de que él se iba a escapar y lo iba a encontrar en el pasillo cuando bajaba del ascensor. Hoy ya pasaron seis meses y él está mucho mejor. Físicamente está muy cambiado, por dentro creo que le falta madurar bastante. Yo, particularmente, necesito verlo adulto, responsable, que sepa lo que quiere hacer con su vida, que tenga ilusiones, que pueda ver un futuro delante de él. Lo veo bien, pero me doy cuenta que todavía falta mucho por andar."

Claudio:

"Empecé a notar actitudes extrañas en mi hijo Ricardo y comencé a controlarlo. Fue así como descubrí que se estaba drogando. Él no me lo negó. Fue entonces que mi vida se convirtió en un calvario. Comenzaron las agresiones de parte mía, los gritos y hasta la violencia. De esa forma nos fuimos alejando el uno del otro.
Así siguió nuestra vida. Con mentiras de parte de él y agresiones de parte mía. Yo vivía enfurecido y lleno de odio. Trataba de hablarle, de hacerle entender que ése no era el camino y que iba a terminar destrozando su vida y la de su familia. Él parecía entender todo lo que yo le decía y a partir de ahí empezábamos una nueva etapa en la que yo le daba buenos consejos para que entendiera que la vida no era como él creía.

Ricardo se quedaba un tiempo en casa y sólo salía para ir a trabajar. Venían amigos buenos a pedirme que lo deje salir con ellos, yo aflojaba y por cuatro o cinco sábados todo marchaba bien. Hasta que él solo se separaba de los buenos amigos y volvía a la droga. Y yo me volvía a sentir defraudado y estafado. Fue así que una vez no soporté más vivir de esa manera y traté de quitarme la vida. Me parecía que no tenía sentido vivir con tanto dolor. Pero con la atención de mi señora, que llamó al médico enseguida, me pudieron sacar adelante.

Verme tan mal y comprender que las cosas habían llegado a un punto en el que podía pasar cualquier cosa hizo que Ricardo recapacitara y aceptara empezar un tratamiento. Al final, de algo que parecía la peor de las tragedias salió una cosa buena. Hoy, gracias a Dios, estoy vivo y puedo apoyar a mi hijo en su tratamiento."

Rosa:

"Cuando me enteré que Pablo se drogaba sentí un profundo dolor en el corazón y a partir de entonces comenzó a cambiar todo en casa. Al principio pensamos que con hablarle o ponerle penitencias como no salir o no ir a bailar íbamos a lograr algo. Cuando nos dimos cuenta de que era imposible pararlo, comenzamos a recorrer lugares donde nos pudieran ayudar: centros de recuperación, tratamientos ambulatorios y otros. Pero no logramos nada.

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