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Todas Las Industrias Son Culturales: Crítica De La Idea De "industrias Culturales" Y Nuevas Posibilidades De Investigación


Enviado por   •  30 de Abril de 2014  •  2.227 Palabras (9 Páginas)  •  398 Visitas

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de 1947 se hablaba de “cultura de masas”,

pero que finalmente sustituyeron la expresión por “industria cultural”

(1975: 12). Adicionalmente, Adorno explica que la decisión de prescindir

de la expresión “cultura de masas” obedeció al propósito de excluir,

desde un principio, la interpretación que favorecían los partidarios de

ese término, de que la cultura de masas sería una “suerte de cultura que

emergía espontáneamente de las masas mismas, algo así como la forma

contemporánea del arte popular”. A lo cual agrega que la “industria cultural”

debe ser claramente distinguida de la idea de arte popular (idem),

porque en oposición a esa creencia, los productos de todas las ramas de

la industria cultural son diseñados más o menos de acuerdo a un plan,

para ser consumidos por las masas, y determinan en buena medida las

formas en que son consumidos (idem). Así, sostiene que “la seriedad

del arte” es destruida para responder a intereses de eficacia en el alcance

a las masas (idem).

Pienso que su crítica quedó relativamente atrapada dentro del contraste

con la idea de arte, y que esta marca de origen explica, al menos

en parte, las limitaciones en el campo de aplicaciones de la idea de

“industria cultural”. Desde entonces, el concepto ha sido apropiado y

adaptado a la aparición de nuevas industrias por un buen número de

autores. Quizá las diferencias más significativas entre el concepto original

y los más nuevos son el uso del plural (“industrias culturales”) y el

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desarrollo de nuevas visiones del papel de los sujetos que, en contraste

con la de Adorno y Horkheimer, reconocen la importancia del trabajo

de los consumidores en la interpretación y/o construcción de nuevos

sentidos con respecto de los productos de las “industrias culturales.”

No obstante, enfatizar la importancia de las interpretaciones de los

consumidores, o poner el nombre en la forma plural no “exorciza” su

marca de origen: la idea de “arte”. Tal vez sea por eso que, hasta ahora,

no he logrado encontrar un estudio sobre “industrias culturales” que

trate casos de industrias como la del juguete, el automóvil, la industria

farmacéutica, la del maquillaje o la del desarrollo y la cooperación internacional.

En contraste, sí existen estudios específicos sobre algunas

de estas industrias que permiten observar su importancia “cultural”, a

algunos de los cuales haré referencia.

Afirmo que todas las industrias son culturales porque todas producen

productos que, además de tener aplicaciones funcionales, resultan sociosimbólicamente

significativos. Es decir, son adquiridos y utilizados

por los consumidores no sólo para satisfacer una necesidad (nutrición,

albergue, movilidad, entretenimiento), sino también para producir sentidos

según sus valores específicos e interpretaciones del mundo. Entiendo

que, en primera instancia, es posible “ver” a algunas industrias

como sociosimbólicamente más significativas, pero asumir esto implica

justamente desconocer el papel que juegan los usuarios (“consumidores”)

al apropiarse de esos y/u otros objetos y usarlos según su propia

visón de mundo, sus propias representaciones, sus propios universos de

sentido, para producir sentido, no sólo para calmar el hambre, mitigar

el frío, o, para el caso, y de manera tan funcional como las anteriores:

para entretenerse o deleitarse. La idea de que, por ejemplo, las industrias

audiovisuales y de la música serían evidentemente “culturales”,

puesto que producen representaciones, sentidos, pasa por alto que estas

industrias satisfacen una necesidad, la de entretenimiento.

Quienes asumen que sólo ciertas industrias serían culturales, y por

eso llaman “culturales” sólo a ciertas industrias, están asumiendo implícitamente

que la industria del automóvil no produce sentidos, significados,

sino sólo un producto orientado a satisfacer una necesidad. Pero,

como sabemos, y expondré un poco más ampliamente en las próximas

páginas, los consumidores no seleccionan automóviles sólo según sus

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propiedades funcionales, sino también, y de forma importante, según

sus características simbólicas. Cada automóvil es “diferente” y también

un objeto significativo que se convierte en “insumo” para la imaginación

personal del/la propietario(a), sus deseos personales, incluyendo

sus “necesidades”, no sólo de movilidad, sino también de identidad personal

y pertenencia grupal. Algo semejante

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