VEJEZ Y MUERTE
dianacr9 de Septiembre de 2013
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INTRODUCCION
Como parte de la vida, en su etapa final aparece la muerte. Puede ocurrir a cualquier edad, de forma súbita o después de una larga enfermedad. A pesar de saber que somos mortales, el fallecimiento de un ser querido resulta un acontecimiento terrible, muy difícil de aceptar. La ruptura del vínculo, tan fuerte e importante, produce mucho sufrimiento y pone en cuestión los fundamentos del ser y existir humanos, afectando de manera importante a las relaciones familiares y sociales más básicas.
El miedo a la muerte, es un miedo universal, compartido por las diferentes culturas y religiones, que han elaborado ritos y grados de negación diferentes. La muerte es especialmente difícil de entender en nuestra sociedad urbana y consumista, que fomenta la Ilusión de que vamos a vivir muchos años y lleva a la negación de su realidad.
Las generaciones anteriores vivían en un mundo rural donde la muerte de las personas y de los animales se vivía como algo natural. Se moría en casa y desde niño, se aprendían patrones de conducta, al observar cómo se comportaban los otros en estas situaciones. Las convicciones religiosas profundas, los rituales y las ceremonias ayudaban a dar un sentido a la muerte. Los familiares, amigos y vecinos prestaban el necesario consuelo y apoyo al doliente.
Hoy, sin embargo, la mayoría de los fallecimientos se producen en los Hospitales y son los profesionales de la salud que han estado en contacto con el paciente y su familia, los primeros que informan y pueden ayudar puesto que la muerte, desencadena en los familiares respuestas de tipo emocional, físico y psíquico muy fuertes.
Un profesional que quiera ayudar a la persona en duelo, necesita:
* Conocer el proceso que sigue el doliente
* Tener experiencias vitales de contacto con el sufrimiento humano
* Desear consolar
* Haber reflexionado sobre su propia muerte.
DUELO EN EL NIÑO
La pérdida de un ser querido, en este caso un abuelo, es un momento difícil para toda la familia, pero para los niños es muy impactante, sobre todo si tenían un contacto muy estrecho con esa persona. Los abuelos desempeñan un papel casi mágico en la infancia de los niños. Son padres al cuadrado, portadores de un amor incondicional y su único objetivo es amar, disfrutar y vivir una nueva infancia al lado de su nieto.
Para algunos niños los abuelos se convierten en un ancla de seguridad, en uno de los vínculos afectivos más fuertes para su autoestima y cuando el abuelo fallece lo peor que podemos hacer es intentar evitarles el sufrimiento con mentiras piadosas.
En cualquier caso, podemos hablarle sobre el ciclo de la vida de una forma natural, por ejemplo, haciéndole observar como algunas plantas se marchitan. Si tienes mascotas podrá ver como se hacen mayores o, incluso, cómo un día han dejado de moverse.
De esta manera, el niño se va aproximando del tema de la muerte de forma natural y la muerte de un ser querido le dolerá, pero no le causará traumas mayores. Como dijo el poeta Carlos Drummond de Andrade:
“El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional”.
La muerte es la única certeza que tememos en esta vida, si la complicamos con historias, cuentos e inseguridades adultas, los niños no conseguirán superar una pérdida de manera saludable.
Cómo afecta a los niños la pérdida de un ser querido
La pérdida de un ser querido en la etapa de crecimiento puede afectar profundamente a la autoestima infantil, ya que esta se apoya en las figuras familiares que actúan como reflejos, como anclajes emocionales, los niños se sienten inseguros de su mundo, se encuentran vulnerables.
El duelo no tiene un tiempo concreto; depende de varios factores, pero hay algunos elementos comunes: la tristeza, la inseguridad; han de llorar y expresar el vacio que sienten. Compartir cómo echan de menos a la persona que se ha ido para poderlo superar. Y cada niño la vivirá a su manera, expresando su dolor basado en las emociones que los circunda. Las pautas principales a seguir cuando se trata de niños son:
• No lo engañes: tu hijo es pequeño pero tiene sentimientos y sabe que algo pasa. Y decir mentiras puede hacerlo pensar cosas malas, como si dices que el abuelo se ha marchado es porque no quiere estar con él.
• Las cosas claras: la realidad no es siempre como queremos.
• No escondas tus sentimientos en su presencia: compártelos con él.
• Ayúdale a exteriorizar su pena mirando fotografías, hablando sobre buenos recuerdos.
Respeto a que conviene que el niño se despida de la persona querida que va a morir, no significa que hay que llevar a un niño de 4 años a la clínica a ver su abuelo cuando este ya no sabe quién es. Lo que conviene, por el contrario, es prever el momento de la despedida cuando se trata de una larga enfermedad.
La manera de despedirse dependerá de la edad. Una buena idea es que el niño escriba una carta o haga un dibujo a la persona o que envié una carta en un globo al cielo caso la persona ya no esté entre nosotros. Por otra parte, es recomendable no llevar a los niños pequeños a los funerales y que hay momentos que los niños pueden obsesionarse con el tema de la muerte. Los más pequeños parecen creer que la muerte es algo contagioso, como las enfermedades. Hay que explicarles que eso pasa cuando alguien es muy viejecito, para así calmarlos y evitar su ansiedad, pues temen a quedarse solos, a no sentirse protegidos.
PAPEL DEL PSICOLOGO PARA QUE EL NIÑO ENFRENTE SU ETAPA DE DUELO, LUEGO DE LA PERDIDAD DE UN SER QUERIDO:
Sobre la terapia de duelo complicado en los niños no hay nada publicado, la bibliografía que existe está enfocada al asesoramiento del duelo, es decir, como ayudar al niño a elaborar la pérdida desde el momento que ocurre.
Lo más probable es que esto se deba a que si un niño da muestras de mal comportamiento o depresión meses después de sufrir una pérdida, no se relaciona con ella, sino que se toman medidas circunstanciales o se pide ayuda profesional. Si los problemas surgen, como defienden algunos especialistas, en la edad adulta tampoco se relacionará con la muerte en sí, cuando en realidad se trata de un duelo mal resuelto. Muchos de los casos que se citan en los libros sobre adultos hablan de pérdidas cuando el paciente de 30 años tenía 14 ó 15.
Podemos asumir que los niños siguen un proceso parecido al adulto, es decir, que han de aceptar la realidad de la pérdida, experimentar el dolor, asumir los cambios en el entorno y retomar la vida de forma normalizada, sin embargo dependiendo de la edad del pequeño tendrán mayor o menor conciencia de la muerte o apego al fallecido. Estas diferencias de edad se concretarán más adelante, pero respecto al tema de la muerte y los niños en general podemos establecer patrones generales:
Las pérdidas más significativas son las de un miembro de su familia. En este caso el niño imita el estilo de elaboración de sus cuidadores. Es muy importante que los adultos se comporten como esperan que se comporte él: si no ve a su madre llorar no lo hará aunque se le anime a hacerlo.
La familia elabora el duelo en cierta forma como un sistema, cada uno tiene su estilo, pero hay un cierto acuerdo entre ellos.
La principal diferencia respecto a los adultos radica en que con ánimo de protegerlos del daño, se les oculta la información, se le impide ir al funeral, se les aleja del tema, con lo que quedan aislados del resto de la familia y de los modelos de manejo del dolor y los cambios. Es necesario modificar esta actitud y restablecer a los niños su capacidad de comprensión de lo que está ocurriendo según su nivel cognitivo.
Cuando una muerte ocurre los adultos supervivientes también están abatidos y desesperados, pero el niño necesita más atención y muestras de afecto. Son períodos en que necesitan ser abrazados, escuchados, no estar solos, etc...
Se debe dedicar tiempo en intimidad con él para hablarle claramente del tema y aclarar sus dudas sobre la muerte, el funeral, los cambios, la tristeza. Se debe hablar con franqueza y sin metáforas ni frases hechas.
Al igual que los adultos necesita sentir y expresar su dolor y su enfado. El cuidador debe estar preparado para acompañarlo en su emoción sin tratar de consolarlo antes de que el niño haya elaborado todo. Aunque para algunas persona es muy difícil ver a un niño triste o llorando, se le puede prestar apoyo (abrazando, pasando mucho tiempo con él, hablando del fallecido) y explicar que es normal sentirse así cuando un ser querido se ha ido.
Si la familia es de común religiosa y el tema se trata habitualmente, se debe enfocar la muerte en consonancia con estas creencias. Pero si no es tan habitual no se debe aprovechar la muerte para iniciar al chico en ellas.
Tras una muerte, se debe de volver a la rutina lo antes posible. Lo ideal es que no vayan a pasar noches fuera, si alguien los cuida que sea en su casa, de forma que se sientan seguros y a su vez no se pongan ansiosos y disruptivos.
Asimismo, se tiende a descuidar la disciplina las semanas siguientes al deceso, lo que puede provocar mal comportamiento o falta de seguridad. Con un extra de apoyo emocional, se deben respetar las normas domésticas de siempre.
El hecho de que el chico no comparta el estilo de elaboración sus padres no significa que esté estancado o indiferente. Puede estar afrontando la pérdida desde su propia
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