La Fe, restauración divina
RodolinuxEnsayo7 de Septiembre de 2015
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“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1 RVR1960)
El autor de Hebreos inicia el capítulo de la fe con su definición, y si bien muchos la repiten de memoria, algunos aún no la hemos entendido.
“la certeza de lo que se espera”, se refiere al futuro, es decir, saber que lo que se espera es cierto y verdadero sin sombra de duda, como puede ser la salvación que tenemos por medio de Cristo Jesús.
“la convicción de lo que no se ve”, se refiere al presente, al saber que aunque no se vea algo, esto existe y es tan real como el mundo físico. De esto se desprende que el versículo 1 habla de presente y futuro, excluyendo al pasado.
Luego el autor recurre al pasado para dar ejemplos de hombres de fe, pero la fe de ellos fue en sí misma de presente y futuro. El denominador común fue que le creyeron a Dios. Ellos creyeron desde su presente, aunque no veían lo prometido, y esperaron en Dios avanzando hacia el futuro.
Siempre me he hecho preguntas respecto de todo, pero he aprendido a dirigírselas a Dios, creyendo que El me las respondería, de algun modo u otro. En esta ocasión me cuestioné la razón de ausencia de pasado en la definición de la fe. Si el lector se toma el trabajo, no encontrará en Hebreos 11:1 ninguna referencia al pasado, pero desde el versículo 2 al 40 sí, referencias a la historía de los hombres y mujeres de fe anteriores a nosotros, y es que la fe no es historia, y además para historia tenemos nuestras propias vidas, y es por esa historia personal que nos cuesta caminar en fe en el presente y futuro.
Esta reflexión se desprende de una respuesta que me dio Dios a una pregunta que le hice: “¿Qué es lo que nos impide actuar en fe? ¿Qué es lo que nos impide creerle a Dios?”, y la respuesta es muy simple: lo que nos impide creerle a Dios es algo en nuestro interior, que denominaré el núcleo de creencias y definiciones.
- Ese núcleo es el que define nuestras acciones y determina nuestras decisiones.
- Desde ese lugar es que decidimos creer en algo o no.
- Ese núcleo se alimenta de lo vivido y guarda nuestras experiencias sensoriales.
Desde ese lugar creemos por ejemplo en los semáforos (sabemos que cuando la luz es roja, los vehículos se deben detener y si tenemos luz verde podemos avanzar, luego esto es tan internalizado que actuamos en consecuencia, sin dudar de nuestros derechos de avanzar cuando nos corresponde y de las obligaciones de frenar) pero nos cuesta creer en lo espiritual.
Este núcleo, que es parte de nuestra personalidad, tiene herencia adánica, es decir, es el viejo hombre que opera en nosotros.
- Su naturaleza pecaminosa se contrapone a la naturaleza sobrenatural de Dios, pero no es el pecado el que nos impide creer, sino que el viejo hombre mira al pasado histórico y al presente perceptible, comparando sus vivencias pasadas con lo nuevo que ha de venir y con el presente.
- Luego, el núcleo de creencias con su historia vivida y el presente sensorial se contrapone a la fe del presente invisible y al futuro esperado.
Los hombres que agradaron a Dios fueron aquellos que tuvieron fe, es decir, aquellos que le creyeron (Hebreos 11:6).
- Fueron aquellos que no permitieron que sus historias pasadas y el presente perceptible hicieran mella en sus esperanzas.
- Fueron hombres que decidieron esperar lo nuevo que Dios traería a sus vidas, porque sabían que sus vidas sin fe continuarían siendo el reflejo de la sucesión de fracasos, errores y pecados de lo que ya habían vivido (Hebreos 12:1).
Es aquí donde quiero centrarme, en el poder restaurador de Dios, que actúa en nosotros por medio de la fe. Dios nos da la oportunidad de ser cambiados y transformados a su imagen y semejanza si caminamos en fe, teniendo la certeza de lo que esperamos, abandonando nuestras historias y lo que podamos percibir en el contexto. A Dios le agradan los hombres que dejaron de creerse a sí mismos para creerle a El.
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