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Antígona


Enviado por   •  17 de Febrero de 2014  •  2.489 Palabras (10 Páginas)  •  244 Visitas

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RESUMEN DE LA OBRA

La tragedia comienza en el amanecer del día siguiente del final de la guerra, el día en el que los dos hijos de Edipo, Polinices que ha conducido el ejército de los argivos contra Tebas, y Eteocles que la ha defendido, se han dado muerte mutuamente. Son las dos hijas de Edipo las que están en escena. Antígona pide a su hermana Ismene que la ayude a enterrar a Polinices, contraviniendo el mandato de Creonte, que ha ordenado que, como castigo al traidor, su cadáver quede insepulto. Pero ésta, alegando que de siempre había sido una persona temerosa e indecisa, no le prestó su ayuda y cuando le prometió no decirle nada a nadie, Antígona insistió en que no se lo callara.

La llegada del Coro, formado por ancianos y nobles tebanos, trae el saludo al nuevo día, el día de la victoria y, sobre todo, de la paz tras los horrores de la guerra. Han sido llamados por el nuevo gobernante aunque aún no saben la razón.

Hace su aparición Creonte y, antes de anunciar su primera disposición, expresa su confianza en que esos nobles y ancianos tebanos le sirvan a él con la misma fidelidad que ya mostraron a Layo y Edipo, sus antecesores. Es entonces cuando anuncia su prohibición de que se cumpla con el sagrado deber de enterrar a Polinices, el “hermano traidor” y que, en cambio, a Eteocles le rindan homenaje como defensor de la ciudad. El coro es consciente de la gravedad de esa ley, de lo que supone de atentado contra las leyes religiosas, pero, a fin de cuentas, están sujetos también a esa orden y están convencidos de que nadie sacrificaría su propia vida por contravenirla.

Sin embargo, están equivocados, como muestra la llegada de uno de los soldados encargados de vigilar el cadáver de Polinices para anunciar que alguien ha contravenido la ley y ha realizado ritos funerarios en su honor.

Más tarde los guardias traen detenida a Antígona, porque ha sido ella la que ha violado esas leyes para mantenerse fiel al deber sagrado debido a los muertos. Creonte le preguntó si era ella quien había cubierto el cuerpo de Polinices y afirmó q sí, que había sido ella y nadie más; pero Creonte no la creyó y pensó que Ismere tenía algo que ver, pues la había visto muy inquieta y mandó traerla a su presencia. Ismere había cambiado de idea, y sin haber participado en los hechos le dijo a su tío Creonte que ella había ayudado a Antígona.

Tras mandar a ambas a una celda, aparce Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona. La intransigencia de Creonte se convierte ya en ceguera, porque es incapaz de percibir que su condena a Antígona alcanzaría también a Hemón, lo que el Coro señala como algo que podría afectar al futuro del reino a través de su heredero, ya que son dos ahora las muertes que esa inflexible orden de Creonte puede causar. Pero nada hace cambiar la opinión de el gobernante que decide dejar en libertad a Ismere mientras que a Antígona la iba a dejar abandonada en una cueva con un poco de comida, la iba a enterrar en vida, para que así “su muerte no salpicara a la ciudad”.

La entrada de Antígona, camino de su mortal destino, nos la muestra cambiada. Ha perdido su altivez y la seguridad inicial. Increpada por Creonte y abandonada por todos, incluso por el Coro, su monólogo de despedida no es un canto de triunfo, sino de tristeza, nostalgia y desolación. De abandono frente a un deber con el que ha cargado en soledad y que no emprende ya con la altivez del triunfo.

La llegada del anciano Tiresias anunciando negros presagios llena a Creonte de inquietud. En un principio se niega a aceptar su error, pero su seguridad se desmorona y, atemorizado, intenta evitar que se cumpla la condena de Antígona.

Pero cuando llegó adonde se encontraba ésta, vio como estaba ahorcada y como agarrado a su cintura estaba su hijo Hemón, que había cargado su espada contra él, se la había clavado en el pecho, y en consecuencia había muerto. Volviendo a su palacio, con su hijo en brazos, encuentra que su esposa, Eurídice, no había podido soportar la muerte de Hemón y también ella decidió quitarse la vida.

Éste es el papel que le queda a Creonte. Por haber castigado a su sobrina, pues ésta había dado sepultura a Polinices, después de que éste muriera en combate contra su ciudad natal, Tebas, y de la que es Creonte el máximo representante, su hijo y heredero, Hemón , y su esposa, Eurídice, habían muerto. Tuvieron que morir muchas personas para que al final de la obra y sin remedio, Creonte se diera cuenta de su gran error, de que una persona, por mucho poder político que tenga, siempre está por debajo de los dioses y de las leyes “escritas” por ellos.

AMBIENTES

El Palacio de Tebas: Palacio donde el rey Creonte vive y gobierna. Lugar de majestuoso tamaño y riqueza. En este lugar también vive Hemon hijo de Creonte y ahí se reúnen los consejeros del rey.

Afueras de la ciudad de Tebas: Lugar donde toma lugar la batalla y donde el cuerpo Polinices yace sin sepultura ni honores hasta que Antígona desobedece la ley y entierra su cuerpo.

Plaza pública: Este es el lugar donde Antígona planea el plan para poder sepultar el cuerpo de su hermano en este sitio y aquí también es donde el mensajero le dice a la gente lo que le pasa a su rey Creonte.

La cueva de Tebas: Aquí es donde Antígona es condenada a permanecer por haber desobedecido la ley. Ella se mata y, al enterarse Hemon, muere junto a ella.

CARACTERÍSTICAS DE PERSONAJES

Antígona: Es la protagonista indiscutible de la obra. Desde el principio tiene muy claro lo que tiene que hacer y lo que debe hacer, pasando si hace falta por encima de los edictos del Rey de Tebas, su tío Creonte. Es consciente del peligro que corre, al querer dar sepultura a su hermano Polinices, pero ella antepone la necesidad de no fallar a sus antepasados a su propia vida. Ella dice llevarse por las leyes marcadas por los dioses, y no cree que ningún mortal pueda tener tanto poder como para anteponerse a los dioses: “No era Zeus quien imponía tales órdenes, ni es la Justicia, que tiene su trono con los dioses de allá abajo, la que ha dictado tales leyes a los hombres, ni creí que tus bandos habían de tener tanta fuerza que habías tú, mortal, de prevalecer por encima de las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Que no son de hoy ni de ayer, sino que viven en todos los tiempos y nadie sabe cuando aparecieron. No iba yo a incurrir en la ira de los dioses violando esas leyes por temor a los caprichos de hombre alguno[...]Así que a mí, al menos, sucumbir en este lance no me duele mucho ni poco: el que el hijo de mi misma madre una vez muerto quedase

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