Aristoteles
kafeop27 de Octubre de 2012
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Indice
INDICE 1
INTRODUCCIÓN. 2
I.- LAS ÉTICAS DE ARISTÓTELES. 3
II.- PLATÓN Y ARISTÓTELES. 3
III.- EL BIEN Y LA CONTEMPLACIÓN. 3
IV.- EL CONOCIMIENTO MORAL. 3
V.- CONSTANTES DE LA ÉTICA ARISTOTÉLICA. 3
A. NATURALISMO. 3
B. EUDAIMONIA. 3
C. TELEOLOGÍA. 3
D. LA VIRTUD. 3
BIBLIOGRAFIA. 3
CONCLUSION. 3
INTRODUCCIÓN.
Al comenzar a reflexionar sobre la ética aristotélica, reconozco humildemente mi ignorancia en este tema. Esto no es malo, ya que todo lo que voy a desarrollar en el presente trabajo es “ganancia”.
Si tengo que seguir siendo sincero, reconozco también que me acerco a Aristóteles con bastante precaución y distancia. ¿Puede este pensador, anterior a Cristo, decirnos algo, decir algo, al hombre de hoy? ¿Puede todavía iluminar el pensamiento y la reflexión ética del hombre de hoy que se interroga, que busca?
Esta introducción la realizo cuando ya he terminado el trabajo, y por lo tanto, estas preguntas previas tienen ya su respuesta. No es este el momento de desvelarlas, pues, ¿de qué serviría el trabajo, si en la primera página se desvela todo su misterio?
Puedo decir, en serio, que ha merecido la pena investigar un poco en la Ética a Nicómaco, y hurgar en ella lo característico, lo que la define. Lo que define toda la obra Ética de Aristóteles. Y después de todo eso, que no me ha resultado tan pesado como imaginaba, es sorprendente descubrir cómo lo que hoy día es imposible definir y acordar para los ‘éticos’, ya fue dicho en la antigüedad por éste genio. Es una pena que no se le conozca y estudie, que no se pueda leer y reflexionar esta obra, poética, como él hubiera deseado.
Si el hombre actual descubriese a Aristóteles pensaría haber encontrado un valioso tesoro y se atribuiría méritos que no le corresponden. De todas formas, Aristóteles, y la ética a su hijo Nicómaco sigue estando ahí presente. Me alegro de haberme acercado a ella.
El presente trabajo, podemos decir que está estructurado en dos grandes bloques:
Por una parte, intenta sintetizar el libro a Nicómaco, basándose en tres puntos centrales: en primer lugar, centrando este texto dentro de su obra ética, después relacionándolo con la visión platónica y su pensamiento ético. Seguidamente me centraré en un tema fundamental, el bien y su contemplación como principio de lo moral. Terminaré esta primera parte dando una líneas generales acerca del conocimiento moral.
La segunda parte intenta examinar, aunque no profundamente, las constantes del pensamiento ético aristotélico: naturalismo, eudemonía o felicidad, teleologismo y virtud.
Vuelvo a insistir en que el trabajo no está perfecto. Es poco lo que dice y profundiza. Para éso ya están otros. A mí me basta con haber aprendido algo, y disfrutado con ello.
I.- LAS ÉTICAS DE ARISTÓTELES.
Antes de comenzar haremos una referencia a las tres obras éticas de Aristóteles y a los problemas suscitados por su situación en el conjunto de su obra.
Tres son las éticas atribuidas a Aristóteles:
- La Magna Moralia, o Gran Ética.
- La Ética Eudamia o Ética a Eudemo.
- La Ética Nicomaquea o Ética a Nicómaco.
Entre los expertos reina el más absoluto desacuerdo respecto a la cronología de ambas.
La Ética Moralia se ha considerado desde la antigüedad como inauténtica. Recientemente esta opinión se ha puesto en duda y se ha vuelto a hablar de su autenticidad. ¿Qué motivos hay para afirmar que no es auténtica?
Hay ciertas referencias en el texto que aseguran que fue compuesta a la muerte de Darío en el 330. Sin embargo, lo que realmente es decisivo, y lo que aúna a los especialistas, es el carácter ingenuo, simple y dogmático de la obra, que hacen difícil atribuírsela a un Aristóteles maduro. Lo que se plantea como hipótesis es que es obra de un discípulo suyo, lo que afirmaría la posibilidad de adscribirla, en sentido último a Aristóteles.
La Ética a Nicómaco se ha considerado, desde centurias, como la gran Ética de Aristóteles; es la única cuya atribución no ha sido nunca discutida; por éso ha merecido mayor atención por parte de comentaristas y editores.
La Ética a Nicómaco se compone de 10 libros. La Ética Eudemia, de 8. Pero hay tres libros que son comunes a ambas (V, VI, VII de la Ética a Nicómaco, y IV, V, VI de la Ética Eudemia). Tradicionalmente, los libros comunes se asignan a la Ética a Nicómaco. Esto no es una simple cuestión editorial, pues tienen el carácter 'juvenil' de esta obra.
Cuando Aristóteles murió en el 322, la Ética a Nicómaco no era más que un cuaderno de notas. Sin duda se habían podido hacer copias del mismo, cuantas veces Aristóteles había impartido su curso de moral, para el uso de los alumnos que lo seguían. Pero Aristóteles pudo después corregir, completar, rehacer más o menos profundamente sus notas. La edición definitiva de su curso quedaba por hacer.
Esto implica muchos caracteres del texto, su concisión, destinada a completarse con explicaciones orales; su frecuente descuido expresivo, salvo pasajes redactados cuidadosamente y hasta con esmero literario; sus repeticiones; cierta incoherencia de los nexos entre diferentes partes, que en algunos casos llegan a contradicciones más o menos fácilmente salvables.
II.- PLATÓN Y ARISTÓTELES.
Cuando Aristóteles afirma que "la sabiduría y la prudencia son dos maneras distintas por las cuales el alma realiza la verdad" , marca su diferencia con Platón.
El planteamiento platónico se concreta en la propuesta de la contemplación como patrón único del saber, dadas la eternidad y estabilidad de su objeto.
Considerando que el bien es una idea , las posibilidades de acceso a ella no serán muy diferentes de las que regulan la relación entre el hombre y cualquier otra idea; esta relación tiene siempre un carácter epistemológico, y está dominada por el objeto.
La necesidad de plantear un saber específicamente moral sólo podría darse si las ideas fueran diferentes entre sí por naturaleza. Esto no ocurre así. Pero no excluye que Platón señalara importantes dificultades en la aplicación de los principios generales a la práctica.
La racionalidad moral implica en Platón las condiciones de racionalidad en sentido estricto, y una no puede ser puesta en cuestión sin que esto arrastre a la otra.
El texto aristotélico indica una clara toma de conciencia de esa implicación y una voluntad de reformulación del problema moral, aunque para modificar la teoría ética hay que replantear la noción misma de esta teoría. Así, se nos dice pronto que la noción de bien ha dejado de ser clave en las consideraciones morales y se nos anticipa que el conocimiento del bien, en absoluto ha de resultar decisivo para el saber moral.
La distinción entre saber moral y saber en general, entre sabiduría y prudencia, hace posible una disociación entre la teoría y la práctica, y una revancha de la práctica sobre la teoría. Esto es una 'rebelión' de la práctica, susceptible de revolucionar a una teoría que había sido previamente capaz de contenerla.
Cuando la racionalidad se ha definido unívocamente, plantear la escisión entre razón teórica y razón práctica implica volver a determinar la noción misma de razón, no sólo porque estamos ante el extraño fenómeno de que una parte del saber se sustrae al dominio de la epistemología, sino, sobre todo, porque no se ve claro en qué sentido esa parte puede seguir llamándose saber, precisamente por ése acto de ruptura.
III.- EL BIEN Y LA CONTEMPLACIÓN.
La contemplación del bien no podía comportar exceso. En Platón, la participación no genera conflicto, ni plantea ocasión alguna de litigio. La universalidad del bien puede decirse sin obstáculo. En la misma medida en que haya un saber trascendente al que apelar, un saber del que el hombre sabio pueda ser portavoz, existirán posibilidades de establecer un criterio capaz de zanjar cualquier discusión.
A la luz de esta consideración, se percibe inmediatamente la importancia de la crítica aristotélica que suprime radicalmente la trascendencia como perspectiva final, como seguridad última. A falta de trascendencia, habrá que instaurar unas reglas: "lo justo se da entre aquellos que participan de las cosas buenas en sí mismas, y que pueden tener exceso o defecto de ellas; porque hay quienes no pueden tener exceso de ellas, como quizá los dioses" .
Entre los dioses no hay necesidad de establecer lo justo como criterio; allí el bien es siempre bien, universalmente y sin restricciones. Pero de ninguna manera es este el caso del hombre, pues no puede sostenerse indefinidamente en el estado de la contemplación que supone la participación sin restricciones en el bien absoluto.
Esto no quiere decir que el hombre tenga que renunciar a la contemplación; sí se califica la vida contemplativa como 'demasiado excelente' para un hombre que "no vivirá de esta manera, sino en cuanto hay en él algo divino, y en la medida en que ese algo es superior al compuesto humano"
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