Concilio De Vaticano II

Electivo de Filosofía Cuartos Medios

Concilio Vaticano II

Alfonso Castellano Bello – Cuarto Medio A

Para sustentar o no la aseveración dada de “Desde el punto de vista político el Concilio Vaticano II significa la renuncia por parte de la Iglesia Católica a contribuir al desarrollo de una sociedad basada en una verdad universal” es que se debe analizar las motivaciones y consecuencias de la misma para identificar la seguridad del supuesto en cuestión.

Antes de todo debemos internalizar lo que comprende un concilio, o lo que es de por sí, un concilio ecuménico; este concilio se entiende, por así decirlo, como un congreso de carácter unitario de la Iglesia Católica con su propiedad de viraje universal, es decir, es una instancia en la cual las ramas de la Iglesia Católica dialogan en pos de mantener la unidad de las partes frente a una verdad única inherente a las mismas.

A lo largo de la historia universal la creencia Judía, o más bien, los judíos han llevado a sus espaldas la recriminación en cuanto al deicidio (culpabilidad de la muerte de Jesucristo) acusada desde la Iglesia Católica la cual ha sido manifestada a través de persecuciones, asesinatos, exilios, etc., siendo gatillante de una solución el hecho sufrido durante la Segunda Guerra Mundial y su semitismo. Lo último genera la estipulación de garantías que erradiquen la eterna culpabilidad cargada por los judíos. Es así que, adjunto a estos antecedentes, el Papa en mando, Juan XXIII, tiene por motivación el hecho de cómo se relacionaría la Iglesia con el mundo actual, el cual había sufrido dos guerras mundiales prácticamente consecutivas siendo previo a las mismas realizado el Concilio de Vaticano I que buscaba rechazar los modernismos de liberalismo, socialismo y respaldar a su institución como única poseedora de la verdad, es entonces que el Papa pretendía como aunar este mundo de intelectuales divididos. Entonces lo esencial del concilio era de cómo reducir su hostilidad frente a los judíos luego de tantos años, o más bien, la forma en establecer una relación hacia concesiones con los judíos.

En consecuencia de lo último es que dentro de las declaraciones resolutivas del Concilio Vaticano II tenemos el Nostra Aetate, el cual enuncia el reconocimiento de la Iglesia que es necesario establecer una unidad con las iglesias no-cristianas y específica un punto en cuanto a la religión Judía, la que declara que teniendo ambas idiosincrasias hechos históricos y perspectivas tan similares y, a la vez, rechazando toda culpabilidad que estigmatice a la religión por su pasado es que promueve la correcta relación con sus devotos.

Ahora, con todos estos hechos es que podemos vislumbrar a simple vista que el supuesto no aplica ya que la Iglesia busca una cierta unidad identificando ciertos puntos en que se consensua, pero si apuntamos hacia el decreto de

Unitatis Redintegratio, el cual enuncia “Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia. (Relación de los hermanos separados de la Iglesia)”, es que tenemos que la Iglesia Católica entra en un juego de decir aceptar convivir con los judíos identificando similitudes pero en esencia no coinciden con ellos por no tener mismos parámetros de acción.

De modo resolutivo, tenemos que el supuesto sí aplica, basado en que la Iglesia Católica en conjunto con sus resoluciones del Concilio Vaticano II no apunta hacia la idea del desarrollo de una verdad universal por que la misma continúa calificando de forma peyorativa las ideas judías solo mostrando una imagen

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