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El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII

Gera EstradaSíntesis22 de Septiembre de 2015

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6/8/2012[pic 1]

Teología Dogmática | Gerardo Estrada Tello

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Universidad Panamericana

Concilio Vaticano II


Índice.  

Introducción………………………………………………………………...…..Pág. 2

Iluminación del Espíritu Santo…………...………………………………...…..Pág. 5

Concilio Vaticano II……………………………………………………......…..Pág. 7

  • Constitución.- Sacrosanctum Concilium………………………….……Pág. 7
  • Declaración.- Dignatatis Humanae………………………………….….Pág. 9
  • Decreto.- Ad Gentes…………………………………………………..Pág. 11

Conclusiones……………………………………………….…………………Pág. 15

             

Introducción.

El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX.

El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo Papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín.

Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y razas, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas.

Un concilio ecuménico es una asamblea celebrada por la Iglesia católica con carácter general a la que son convocados todos los obispos para reconocer la verdad en materia de doctrina o de práctica y proclamarla. El término concilio proviene del latín concilium, que significa "asamblea". Ecuménico, proviene del latín oecumenicum, traducción a su vez del griego οἰκουμένoν, que significa (mundo) habitado.

Los principales fines u objetivos por los que se convocó este concilio fueron:

  • Promover el desarrollo de la fe católica.
  • Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
  • Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
  • Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.

Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.

EL REGLAMENTO.

Tras integrar algunos cambios solicitados por el mismo pontífice, el reglamento fue oficializado el 6 de agosto de 1962 mediante motu proprio titulado Ordo Concilii oecumenici Vaticani II celebrandi. El texto del reglamento estaba dividido en tres partes: participantes, normas y procedimientos.

Participantes. Además de los obispos diocesanos, se contempló que los obispos titulares tuvieran voto deliberativo así como los superiores generales de congregaciones de derecho pontificio con más de 3000 miembros. Los expertos y teólogos invitados por el Papa podrían participar en las congregaciones generales e incluso, si se les solicitaba, intervenir en el aula o en la redacción de esquemas para las diversas comisiones.

Normas. Se mantendría el secreto sobre lo discutido en el Concilio. La lengua oficial sería el latín, aunque en las comisiones podían emplearse otras lenguas. El derecho a hablar se daba en orden eclesiástico: los cardenales primero, luego los patriarcas, a continuación los arzobispos, obispos, etc.

Se creaba una «presidencia del concilio» formada por 10 cardenales y una secretaría general. Existirían además 10 comisiones (según las 10 comisiones preparatorias aunque con alguna variante) con 24 miembros cada una: 16 elegidos por la asamblea y 8 nombrados por el Papa (entre los cuales el presidente de cada comisión). A estas comisiones se añadió un secretariado para asuntos extraordinarios.

Procedimientos. Los textos preparados por las comisiones preparatorias, tras el visto bueno del Papa se enviarían a los padres conciliares para su conocimiento antes de tratarse en las congregaciones generales. En la sesión correspondiente, un relator -normalmente el secretario de la comisión preparatoria respectiva- presentaría el esquema a la asamblea. Cada padre conciliar podría, a continuación y durante 10 minutos, intervenir para admitir, rechazar o solicitar enmiendas generales del esquema presentado. Sin embargo, tales intervenciones deberían ser indicadas con tres días de antelación a la secretaría del concilio. Luego se votarían los cambios propuestos y se analizarían los resultados de la votación. Finalmente, se daría una votación del esquema completo y, si este obtenía la mayoría necesaria, se dejaría pendiente su aprobación solemne para la siguiente sesión pública con la presencia del Papa.

El texto del reglamento no preveía con claridad los pasos a seguir en caso de que un esquema fuera rechazado, pero sí los pasos para incluir las enmiendas propuestas.

Iluminación del Espíritu Santo.

Las cosas del Señor no se hacen solas, es Dios el que actual por medio de los hombres. Pero de una forma hermosa lo recoge un gran hombre de Dios, el Cardenal Ángel Herrera Oria cuando en su homilía el 8 de setiembre de 1962 le hablo a sus fieles de Málaga.

Faltaba un mes para la apertura de este magno encuentro eclesial. Un signo de comunión apostólico: "Jesucristo dijo a los apóstoles ante de subir a los cielos: (…) Consecuentes con esta doctrina, los apóstoles, reunidos el año 50 en Jerusalén, en aquel concilio o asamblea, comenzaron su famoso decreto con aquellas solemnes palabras (Hech. 15,28)>".

Las acciones del Espíritu Santo son sorprendentes. Las tres ideas del Pontificado del Papa Roncalli eran "nada menos que un Sínodo romano, un Concilio y una reforma del Código de Derecho Canónico". La idea que convulsionó al mundo fue la del Concilio: "Pero resulta que Juan XXIII creía en la comunidad y creía en el Espíritu actuaba más y mejor cuando todas las fuerzas de la cristiandad se reunían. Y se atrevió a soñar una aventura tan tremenda como era un Concilio, qué iba realmente a no sólo las congregaciones romanas sino a la Iglesia entera".

Lo más interesante que podemos apreciar es la fe del Papa , que emprendió una de las empresas más difíciles dentro de una institución milenaria como la Iglesia. Dice el Cardenal Tarancón: "Porque Juan XXIII hizo la convocatoria sin consultar a nadie y los obispos nos enteramos como los demás".

Podemos concluir esta primera parte con una idea tomada del Padre Pedro Arrupe:

"Señor, necesito de tu Espíritu, de aquella fuerza divina que ha transformado tantas personalidades humanas haciéndolas capaces de gestos extraordinarios y de vidas extraordinarias"


Concilio Vaticano II

En este tan importante concilio que marco el siglo XX y el futuro del catolicismo se escribieron cuatro constituciones, tres declaraciones y nueve decretos, dando un total de dieciséis documentos. Se presentaran a continuación una constitución, una declaración y dos decretos totalmente al azar.

Constitución.-  Sacrosanctum Concilium.

Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia.

La Liturgia en el misterio de la Iglesia

En efecto, la Liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra Redención", sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos. Por eso, al edificar día a día a los que están dentro para ser templo santo en el Señor y morada de Dios en el Espíritu, hasta llegar a la medida de la plenitud de la edad de Cristo, la Liturgia robustece también admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo y presenta así la Iglesia, a los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones, para que, bajo de él, se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos, hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor.

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