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Concilio Vaticano II


Enviado por   •  21 de Abril de 2013  •  2.456 Palabras (10 Páginas)  •  1.023 Visitas

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Concilio Vaticano II

El gran acontecimiento de nuestra Era Moderna en el ámbito de la Iglesia fue el Concilio Vaticano Segundo, convocado por el Papa Juan XXIII y seguido y clausurado por el Papa Pablo VI.

Se pretendió que fuera una especie de "agiornamento", es decir, una puesta al día de la Iglesia, renovando en sí misma los elementos que necesitaren de ello y revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.

Proporcionó una apertura dialogante con el mundo moderno, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemáticas actuales y antiguas.

Ha sido el concilio más representativo de todos. Constó de cuatro etapas, con una media de asistencia de unos dos mil Padres Conciliares procedentes de todas las partes del mundo y de una gran diversidad de lenguas y razas.

Papa Juan XXIII La reforma interior Paulo VI de la vida eclesiástica y la búsqueda de un camino nuevo para tratar de conciliar a los cristianos separados de la unidad católica de la Iglesia. Fue convocado por el Papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por el Papa Paulo VI en 1965. Se propuso actualizar la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma. Trató de la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la libertad religiosa, etc. Recordó el Concilio la llamada universal a la santidad.

El Concilio Vaticano II es el hecho más decisivo de la historia de la Iglesia en el siglo XX.

El Concilio se convocó con el fin principal de:

- Promover el desarrollo de la fe católica.

- Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.

- Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Tras un largo trabajo concluyó en 16 documentos, cuyo conjunto constituye una toma de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones que se imponen.

Las características del Concilio Vaticano II, son Renovación y Tradición.

Cuatro Constituciones

Constitución: es un documento que posee un valor teológico o doctrinal permanente.

"Sacrosanctum Concilium". La Sagrada Liturgia. 4 de diciembre de 1963

Oración litúrgica y sacramentos piden la participación activa de todos.

La renovación litúrgica se remonta hasta Pío X. Toma su base y prolonga la Encíclica de Pío XII "Mediador Dei" (1947) sobre la liturgia. Afirma que en la liturgia, Jesucristo mismo obra como sacerdote, unido a todos los bautizados. El fin esencial de la reforma litúrgica es obtener la participación activa de todos, la cual es "la fuente primera e indispensable donde los fieles deben obtener un espíritu verdaderamente cristiano". La liturgia tiene una parte inmutable, la que es institución divina y otras partes sujetas a cambios que pueden variar en el curso del tiempo, incluso deben, si se han vuelto inadaptadas. (art. 21). El misterio Pascual es el corazón de la liturgia. La Constitución insiste sobre el lugar primordial que debe dársele a la Palabra de Dios. La Constitución revisó la liturgia de todos los Sacramentos.

• "Lumen Gentium". La Iglesia, "Luz de las naciones". 21 de noviembre de 1964

La Iglesia es el pueblo de Dios, en el cual todos los cristianos son responsables y solidarios. María es madre en la Iglesia.

Nació de un deseo de la Iglesia misma para renovarse en su misión de salvación. En la constitución el Pueblo de Dios está presente en primer lugar; no interviniendo la jerarquía más que en segundo lugar y al servicio del primero. Todos misioneros, todos responsables.

La autoridad: un servicio.

El obispo: pastor querido por Cristo.

La colegialidad de los obispos: solidaridad y responsabilidad universales.

La Iglesia: comunión, institución, misión.

"Dei Verbum". La Revelación Divina

. 18 de noviembre de 1965

Los impulsos escriturísticos cobraron impulso decisivo con León XIII, Pío X, Benedicto XV y más tarde Pío XII. Se paso de un excesivo apegamiento a la palabra material del texto a una penetración más profunda de los hechos y dichos de Dios como portadores de un mensaje de salvación para los hombres. Se propuso una interpretación desde un ángulo contextual y no meramente textual de la palabra escrita.

• "Gaudium et spes". La Iglesia en el mundo actual. "Schema XIII"

. 7 de diciembre de 1965

La comunidad cristiana se reconoce solidaria del genero humano y de su historia. Quiere salvar al hombre en su totalidad.

En esta Constitución la Iglesia ha querido hoy considerar al mundo en todas sus expresiones: cósmicas, humanas, históricas. Afirma que la Iglesia es solidaria, íntimamente solidaria con el genero humano. Constata que ante los formidables cambios que sacuden a este mundo, muchos hombres se interrogan. Afirma que se debe reconocer la "igualdad" fundamental de los hombres. Explica lo que la Iglesia puede hacer para ayudar a los hombres.

Aborda 5 problemas que cree urgente:

1. la familia.

2. la cultura.

3. la vida económico - social.

4. la vida política.

5. vida internacional.

Nueve decretos

Decreto: es una decisión o un conjunto de decisiones que tienen un alcance práctico normativo o disciplinar.

• "Inter Mirifica"

Sobre los Medios de Comunicación Social. 4 de diciembre de 1963

Prensa, cine, radio, TV, deben contribuir a la justicia y a la verdad.

• "Unitatis Redintegratio"

Decreto sobre el Ecumenismo. 21 de noviembre de 1964

Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos.

Las primeras iniciativas nacieron de los protestantes. El impulso decisivo por parte católica vino de Juan XXIII, que en 1961 creó el Secretariado para la Unidad de los Cristianos. Frutos del movimiento ecuménico son: la revalorización católica de la lectura de la Escritura, la revisión de la Institución demasiado autoritaria y uniforme y el uso de obras escritas por teólogos protestantes.

• "Orientalium Ecclesiarum"

Sobre las Iglesias Orientales Católicas. 21 de noviembre de 1964

La variedad en la Iglesia no daña su unidad, sino que manifiesta su riqueza espiritual.

• "Presbyterorum Ordinis"

Sobre el ministerio y la vida sacerdotal. 7 de diciembre de 1965

Los sacerdotes, cooperadores de los obispos, son servidores de Cristo y de sus hermanos para la palabra de Dios, el don de los sacramentos y la constitución de la Iglesia.

• "Ad Gentes"

Sobre la acción misionera de la Iglesia. 7 de diciembre de 1965

La Iglesia debe insertarse en todos los grupos humanos respetando sus condiciones sociales y culturales.

• "Apostolicam Actuositatem"

Decreto sobre el apostolado de los laicos. 18 de noviembre de 1965

Los laicos tienen, por su unión con Cristo, deber y derecho de ser apóstoles.

La vocación cristiana es por su misma naturaleza, vocación también para el apostolado. El deber y el derecho del seglar al apostolado deriva de su misma unión con Cristo Cabeza. Insertos por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidas por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, es el mismo Señor el que los destina al apostolado.

• "Christus Dominus"

Sobre el oficio pastoral de los Obispos en la Iglesia. 28 de octubre de 1965

Los obispos participan en el cuidado de todas las Iglesias.

• "Optatam Totius"

Sobre la Formación Sacerdotal. 28 de octubre de 1965

A toda la comunidad cristiana incumbe el deber de suscitar vocaciones.

• "Perfectae Caritatis"

Sobre la Adecuada Renovación de la Vida Religiosa. 28 de octubre de 1965

Retorno a las fuentes evangélicas y participación en la vida de la Iglesia son las condiciones de vitalidad de las órdenes religiosas.

Tres declaraciones

Declaración: es la expresión de una etapa en la investigación y la aclaración.

• Declaración «Dignitatis humanae»

Sobre la Libertad Religiosa. 7 de diciembre de 1965

• Declaración «Gravissimum educationis»

Sobre la educación cristiana. 28 de octubre de 1965

• Declaración «Nostra aetate»

Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. 28 de octubre de 1965

Las repercusiones del Concilio en la vida consagrada.

La Iglesia tenía que darse a la tarea de reflexionar sobre sí misma, sobre los elementos esenciales que la componían, y entre ellos se encontraba la vida consagrada, o la vida religiosa, como antes era conocida. Una realidad que abarcaba un buen número de personas, pero sobretodo, un buen número de años, los mismos años de existencia que la Iglesia.

La labor del Concilio para la vida consagrada, de acuerdo al objetivo antes mencionado, era la de reflexionar sobre esta realidad, confrontarse con ella y aportar al hombre actual los frutos de esta reflexión, en términos que pudieran ser significativos a las nuevas realidades por las que ahora debía transcurrir su vida. Se trataba por tanto de ir a lo esencial, dejando a un lado lo accesorio, para descubrir lo que siempre habían sido los elementos esenciales de la vida consagrada y ofrecerlos al mundo de hoy, es decir, al hombre de hoy.

A lo largo del tiempo algunos de esos elementos esenciales podrían haber sido oscurecidos u opacados por “prácticas y tradiciones anticuadas, de orden más bien cultural y social antes que religioso.” Se trataba por tanto, entre otras cosas, de identificar esos elementos esenciales, reflexionar sobre ellos y ofrecerlos al hombre, de acuerdo a las exigencias de su tiempo.

Así, la vida consagrada vino a conocer con mayor profundidad lo que desde siempre había sido su identidad, a saber: una llamada, una persona que llama, una respuesta, un compromiso y unos votos. Todo lo cual podría sintetizarse en el seguimiento más cercano de Cristo, al estilo del Fundador .

Podemos afirmar por tanto, que uno de las principales aportaciones de la reflexión que sobre los elementos constitutivos de la Iglesia ha hecho el Concilio Vaticano II, ha sido la reflexión sobre la identidad de la vida consagrada en los tiempos actuales. No es que viniera a cambiar o redimensionar el concepto de la vida consagrada, sino que, fiel a su tarea antes mencionada de realizar una síntesis de fidelidad y de dinamicidad, ha sabido reflexionar, profundizar y dar a conocer al mundo de hoy cuál es la identidad de la vida consagrada.

Queremos ser incisivos en este punto y decir que no es que antes existiera una identidad de la vida consagrada y ahora se diera otra. La identidad es la misma. La novedad es la reflexión que ha hecho de esta identidad y el modo en que ha estado presentada.

Una identidad que no se identifica con partidismo político, pues estaría traicionando su carácter universal de promoción al hombre y al evangelio: “Los religiosos han demostrado, en general, ser conscientes de que su participación en la promoción humana es un servicio al Evangelio y al hombre, no una opción preferencial de ideologías o de partidos políticos. Ellos ven, más bien, en implicaciones de este género, el riesgo de pérdida de la identidad propia de la vida religiosa y de la misión de la Iglesia, junto a una tendencia peligrosa a absolutizar ideas y métodos, pudiendo ser objeto de fáciles e interesadas instrumentalizaciones.”

Una identidad también definida a la luz de las vocaciones que se dan en toda la Iglesia. Si bien el laicado recibía en el Concilio Vaticano II, esto no significaba una pérdida de la identidad de la vida consagrada, como muchos lo pensaron, ni una minusvaloración, sino una nueva perspectiva a partir de la cuál se debería ver la vida consagrada: la perspectiva de toda la Iglesia, de todas las vocaciones dentro de la Iglesia.

Si antes se hablaba de estado de perfección, ahora esta perfección se debería ver junto con las demás vocaciones en la Iglesia, en la caridad: “La identidad de la vida religiosa y de su papel específico recibe una nueva luz a través de la pluriformidad y complementariedad de vocaciones y ministerios existentes en la Iglesia. Por eso es necesario conocer y dar su justo valor a las funciones que competen a cada uno de los componentes eclesiales: ministerio jerárquico, vida consagrada en sus diversas formas, laicado.

De esta forma, el ejercicio de la función propia de cada uno se realiza en una búsqueda constante de convergencia fraterna y de complemento mutuo que es, al mismo tiempo, afirmación de la identidad propia y de la comunión eclesial.”

Una identidad que está conformada sobretodo por el carisma de cada Instituto religioso. Carisma que el documento Mutuae relationes definió como “experiencia del Espíritu.”

Si se quiere conocer la identidad propia, como miembros de un Instituto o congregación religiosa, es necesario conocer, vivir y transmitir el propio carisma: “La creciente configuración con Cristo se va realizando en conformidad con el carisma y normas del instituto al que el religioso pertenece. Cada instituto tiene su propio espíritu, carácter, finalidad y tradición, y es conformándose con ellos, como los religiosos crecen en su unión con Cristo.”

Y con el andar del tiempo, la reflexión teológica a la que había invitado y auspiciado Pablo VI, fue dando sus frutos cuando en 1983 quedan definidos los elementos esenciales que constituyen la identidad de la vida consagrada : una forma de particular consagración a Dios, a través de: la vivencia de los votos, la vida fraterna en comunidad, la misión evangélica, la oración, el ascetismo, el testimonio público, las relaciones con la Iglesia, la formación, el gobierno.

Es tan grande el legamen de cada uno de estos elementos con la identidad de la vida consagrada, que no se puede cambiar cada uno de ellos sin afectar directamente la identidad de la vida consagrada.

La labor de salvaguardar la identidad de la vida consagrada es una labor que no se reserva a unas personas en particular, sino a todos los miembros de la Congregación, lo cual viene recogido en el canon 578 del Código de Derecho Canónico: “La naturaleza, fin, espíritu y carácter del instituto, como fueron establecidos por el fundador o fundadora y aprobados por la Iglesia, deben ser salvaguardados por todos, junto con las sanas tradiciones del instituto.”

El Concilio dio una importancia tan grande a la identidad, que considera como una de las labores fundamentales de la formación de los religiosos “el de ayudarles a tomar conciencia de su identidad de consagrados por la profesión de los consejos evangélicos de castidad, de pobreza y de obediencia, en un instituto religioso.”

El Magisterio de la Iglesia también señaló a lo largo del tiempo, los medios más adecuados para conocer, vivir y desarrollar esta identidad propia: “La identidad de la persona consagrada depende de la madurez espiritual: es obra del Espíritu, que impulsa a configurarse con Cristo, según la particular modalidad que nace del «carisma originario, mediación del Evangelio, para los miembros de un determinado Instituto».

Es muy importante, en estos casos, la ayuda de un guía espiritual, que conozca bien y respete la espiritualidad y la misión del instituto, para «discernir la acción de Dios, acompañar al hermano en las vías del Señor, alimentar la vida con sólida doctrina y con la vida de la oración». Este acompañamiento, particularmente necesario en la formación inicial, resulta también útil para todo el resto de la vida, en orden a conseguir el «verdadero crecimiento en Cristo».”

Ésta y otras aportaciones deberían ser recibidas y aplicadas por cada uno de los Institutos de vida consagrada.

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