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Cuadro integrador de catequesis


Enviado por   •  11 de Agosto de 2022  •  Apuntes  •  1.924 Palabras (8 Páginas)  •  60 Visitas

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CAPÍTULO 3: INSISTIR

Dios hace milagros aún sin que sean pedidos; y los hace aunque la mayoría de las personas no crea… y los hace porque es bueno y soberano. Por esta razón un requisito para ver el milagro en nuestras vidas es pedir con insistencia.

Ciertamente creer y pedir muchas veces no suficiente, hay que INSISTIR.  Jesús formó a sus discípulos enseñándoles de distintas maneras que es necesario orar con insistencia para poder conseguir lo que se anhela.

Toda la Biblia es una enseñanza acerca del poder que tiene la oración insistente ante el trono de gracia. Tener FE es insistir también.

Jesús cuando nos indica que actuemos como niños para entrar al Reino de los cielos se refiere que debemos pedir con anhelo, pasión al igual que lo hacen ellos, revelando una cuota de confianza en los corazones. Se trata de una especie de confianza instintiva, por esa razón El espera también que le clamemos con el corazón de niño.

En esta insistencia no se debe tener miedo de molestar a Dios. Muchas veces este miedo no hace no insistir cuando pedimos un milagro por temor a que se ofenda o moleste con nosotros. No se debe olvidar que fue Jesús que nos enseñó que hay que pedir, llamar, gritar, buscar, golpear la puerta.  Ya lo decía el papa Francisco: quien reza no teme a disturbar a Dio, sino que nutre una confianza ciega en su amor de Padre… Insistencia hasta el límite del fastidio… El papa Francisco hace referencia a parábolas como el amigo inoportuno y la viuda insistente, en donde argumenta que hoy se vive en un tiempo en el que todo lo queremos  para ayer, en la época del “ya”, de lo inmediato. Pero Jesús tiene sus propios tiempos para dar lo que se necesita y cuando esa necesidad sea verdadera. Es por esta razón que nos enseña que debemos seguir pidiendo, clamando, golpeando, llamando a la puerta hasta conseguir lo que pedimos. La clave está en orar, insistir, y no desanimarse. La Biblia enseña que podemos acercarnos con plena confianza al trono de la gracia a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno. La FE no solo implica convicción sino que también implica carácter. El milagro no se consigue solo con certeza y convicción. Hay que saber perseverar en oración.

La Biblia enseña que Dios es un guardián que jamás duerme, siempre está vigilando por nuestras necesidades. La Fe es la seguridad de que Dios está presente y va a intervenir en su momento como es el ejemplo de la narración del Génesis 32, 23-31. Existen múltiples modos, formatos y maneras de orar. Y en ocasiones tendremos que batallar si queremos obtener la bendición que anhelamos, siendo este combate a solas. Esta pelea contra Dios no es porque sea nuestro enemigo sino porque son suyas las bendiciones que tenemos que arrebatarle. El “contra” no significa que Dios está en calidad de adversario sino de un padre provocador que quiere sacar lo mejor de nosotros. Se tiene que clamar un largo rato sin desfallecer, sin bajar los brazos, sin tirar la toalla, tenemos también que gritarle al Señor.

Dios quiere que le pidamos con ahínco, con osadía, con fe, aquello que Él está deseando darnos, porque en la petición nos hacemos dignos ante la misericordia de Dios, de lo que vamos a recibir. Es decir, que cuando nosotros luchamos y nos esforzamos para arrancar de Dios  las gracias que anhelamos, en realidad, lo que hacemos con eso es recibir los dones que Él quería darnos.  Una de las cosas más maravillosas de la Biblia es ver al hombre logrando revocar decisiones divinas.

El papa Francisco ya expresaba que cuando hablamos de coraje siempre pensamos en el coraje apostólico, ir  a predicar el Evangelio pero existe también el valor ante el Señor. Ir hacia Él con valor para pedirle cosas. Santa Teresa habla de la oración como un negociar con el Señor y esto es posible cuando hay familiaridad con el Señor.

Pero, ¿para qué orar?, la respuesta está en la Biblia. Dios nos ha otorgado el más absoluto libre albedrío y dado que Él mismo lo respeta con el mayor cuidado, mientras nosotros no oremos, no le damos el derecho de intervenir en nuestros asuntos en forma particular, personal, específica. Él no puede ir más allá de nuestra libertad, no porque carezca de fuerza y poder, pues es omnipotente, sino porque su amor infinito por nosotros hace que no pase por encima de la propias normas que Él estableció. Cuando clamamos con FE le damos el derecho de intervenir en nuestros asuntos y es entonces cuando tiene lugar esos extraordinarios milagros. Orar es darle oportunidad de entrar en un terreno que por divinas disposiciones previas, Él mismo se había vedado.

En teología se utiliza la palabra griega kénosis (anonadamiento) para explicar el vaciamiento de la voluntad humana de Jesús frente a la voluntad divina, y viceversa, cómo la naturaleza divina deja obrar a la naturaleza humana. Numerosos teólogos explican el desconocimiento de ciertas cosas de Jesús desde la kénosis del Verbo. Es decir, que al entrar en la historia, en el espacio, y en el tiempo de los hombres, Dios tiene que actuar en algunas ocasiones  como si no fuese omnipotente, omnisciente, omnipresente… la naturaleza divina voluntariamente se pone por debajo de la humana para dejarla obrar como human. No dejó jamás de ser Dios, pero cooperó voluntariamente para ser hombre.

Dios en cuanto Dios sabe todo lo que va a suceder, pero para que el hombre pueda vivir ese proceso respetando auténticamente su libertad se auto limita a conocer el futuro.  Otra teoría más acabada aún la ofreció el gran santo Tomás de Aquino al referirse en la suma Teológica a la presencia de Dios, es decir, la ciencia o el conocimiento que Dios tiene del pasado, del presente y del futuro. Sí se puede cambiar un plan de Dios, sí que vale la pena orar, y al hacerlo somos obedientes a su Palabra en la que nos exhorta pidan y se les dará.

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