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Dios Y Su Existencia


Enviado por   •  7 de Marzo de 2012  •  3.124 Palabras (13 Páginas)  •  740 Visitas

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A los cristianos de hoy nos toca vivir en un mundo en el que muchos hombres han desplazado a Dios de su vida y viven como si Dios no existiera; bastantes incluso niegan explícitamente su existencia. La increencia, la indiferencia, el ateísmo, nos rodean y acechan nuestra vida de fe. Y no se trata solamente de posturas individuales, sino de un fenómeno social amplio y difuso, que condiciona la visión del mundo, el modo de entender la vida, los criterios de valor, los comportamientos, la convivencia...; en una palabra, la cultura de nuestra sociedad.

Como este fenómeno nos afecta también a los creyentes, que vivimos en la misma sociedad y respiramos los mismos aires que todos, necesitamos replantearnos los fundamentos de nuestro creer y esperar, para afianzarlos y para poder dar razón de ellos ante todos los que nos rodean.

Para ayudarnos en este replanteamiento, analizaremos en primer lugar las características más relevantes de la cultura contemporánea. En un segundo momento, intentaremos descubrir los desafíos y retos que esta cultura plantea a la fe cristiana. Y, por último, procuraremos determinar las exigencias que se deducen de todo esto para nuestro modo de vivir la fe en estas circunstancias.

1. Características relevantes de la cultura contemporánea

Sin entrar en análisis profundos de tipo filosófico o sociológico, podemos individuar así los aspectos más relevantes de nuestra cultura que están incidiendo sobre la fe cristiana:

a) Una civilización científico-técnica

Un rasgo relevante de nuestra cultura es el espíritu científico, fruto de las grandes conquistas de las ciencias positivas en el último siglo. De ellas arrancan innumerables avances técnicos y tecnológicos que, no sólo han modificado nuestro modo de vivir, sino que llegan a determinar la concepción que el hombre tiene de sí mismo.

No se pueden negar los bienes que la ciencia y la técnica han aportado y aportan a la persona y a la sociedad. Pero, aun reconociendo tales bienes, es preciso reconocer también ciertos riesgos: que el hombre se embriague con sus conquistas, se fascine ante ellas y piense que «es como Dios», excluyendo por tanto a un Dios trascendente. El hombre puede llegar a absolutizar la ciencia y la técnica, y acabar, o bien por excluir la fe como innecesaria (si la ciencia lo explica todo, ¿para qué sirve la fe?), o bien por crear un antagonismo entre la ciencia y la fe (ciencia y fe son dos mundos diferentes y hasta enemigos), o bien por vivir en un permanente dualismo (recurrimos a la ciencia para todo; a la fe en lo que nos resulta misterioso, incomprensible).

b) Una civilización del consumo y del bienestar

Los avances de la ciencia y de la técnica han traído consigo en el mundo occidental una gran expansión económica, cuyo resultado ha sido la sociedad del bienestar que, a su vez, ha traído un espíritu desmedido de consumo: se procura un exceso de bienes y se crean falsas necesidades; la producción tiende a convertirse en un fin en sí misma; lo superfluo se convierte en necesario; el hombre se convierte en consumidor.

El espíritu consumista acaba generando en el hombre un ansia insaciable de tener y poseer; se siente desgraciado si tiene menos que los demás y acaba siendo insolidario, porque olvida a los más pobres y contribuye indirectamente a su explotación. Este materialismo le lleva fatalmente a vivir como si Dios no existiera y a procurar sacar el máximo provecho de la vida prescindiendo prácticamente de Dios.

c) Una sociedad que desea y busca libertad

La libertad es una cualidad inalienable de la persona, el primero de los derechos fundamentales del hombre porque Dios nos ha hecho libres. La libertad es condición necesaria para que toda persona o grupo social desarrolle y alcance su proyecto personal. Ser persona equivale a ser libre; pero ser persona equivale también a conquistar la propia libertad.

Porque la libertad es don y tarea, no resulta fácil. Unida al bienestar material, puede llevar o bien al individualismo, por el que nos aislamos y despreocupamos de los demás, o a un espontaneísmo que confunde libertad con realización del impulso del momento. Muchos, además, entienden la libertad como una libertad absoluta y sin límites, piensan que cualquier cosa atenta contra ella. Por ello consideran que la libertad es incompatible con la existencia de Dios porque pone límites a la libertad del hombre.

d) Una sociedad pluralista

En la sociedad actual coexisten diferentes modos de concebir la vida y de organizar el mundo. Esta situación no es mala en sí misma. Pero hay que reconocer que puede afectar negativamente a la fe y a la vida de los cristianos, por cuanto tiende a privatizar la vida religiosa, es decir, a reducirla al ámbito de lo privado y de la sacristía, a hacerla irrelevante en el ámbito de lo social y, finalmente, a negarle toda proyección pública, con la excusa de que la fe cristiana es «una visión entre tantas», cuando no se le acusa de querer imponerse sobre las demás.

Además, el pluralismo, al relativizar los modos de pensar, acaba desconfiando de cualquier ideología que intente ofrecer una visión del mundo y de la propia sociedad. Y la consecuencia más inmediata es que el hombre experimenta un vacío de sentido y una honda sensación de desamparo. Entonces, cada uno tiende a construir su propia visión del mundo y su propio código ético y moral, dando como resultado una conciencia moral fragmentada e individualista y negando la existencia de una ética universal válida para todos.

2. Desafíos y retos para la fe cristiana

«La ruptura entre el Evangelio y la cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo», decía el papa Pablo VI. Esta ruptura afecta a lo central del Evangelio, es decir, al sentido de Dios y al sentido del hombre. Por eso resulta necesario exponer, aunque sea brevemente, los retos que la cultura contemporánea presenta a la fe cristiana.

a) Oscurecimiento de Dios y del sentido del hombre

El primer reto que se le presenta a la fe cristiana es que, para el hombre de hoy, Dios ya no resulta fácil de encontrar porque la mentalidad científico-técnica parece relegarle a la periferia y a los confines del mundo. Antes que buscar explicaciones en la religión, se buscan en la ciencia, de modo que Dios y su misterio son cada vez menos «misterio» y acaba por ser innecesario y hasta superfluo.

No es extraño pues

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