Eclesiologia
dlgssales21 de Noviembre de 2014
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El punto desde el que inicia su argumentación el au
tor es que,
la Iglesia es una
comunidad de hombres y mujeres convocada por Dios y
suscitada por el Espíritu, a
partir del acontecimiento cristológico, donde cada
uno ha recibido un don o gracia en
orden a la construcción de la comunidad
. Este dato primero y fundamental (donde
hay unos miembros carismáticos y otros no, o unos c
onsagrados y otros no) es
el punto de partida para hablar de las institucione
s y ministerios en la Iglesia.
Un elemento que incorpora y fundamenta el autor en
esta primera
línea
es el
carácter sacerdotal de todos los miembros de la Igl
esia, el cual deriva del sa-
cerdocio existencial de Jesús. Los cristianos const
ituyen una comunidad de
consagrados, toda ella sacerdotal en virtud de lo c
ual no requieren mediadores
para acercarse a Dios.
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Sin embargo, no todos representan y ejercen el sac
er-
docio de la misma manera. En este sentido –apunta e
l autor– durante los pri-
meros siglos las comunidades cristianas fueron toma
ndo conciencia, desde
una eclesiología eucarística, de la importancia de
que, quien gobierne la Igle-
sia, presidiera también la eucaristía representando
a Cristo cabeza en la comu-
nidad. De este modo primeramente el ministerio del
episcopado y, poco
después, el del presbiterado, vendrían a entenderse
como un ministerio sacer-
dotal en donde los ministros actúan
in persona Christi
pero al mismo tiempo
in persona ecclesiae
para el servicio y edificación de la comunidad cri
stiana.
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El riesgo consistiría en interpretar y conformar es
e ministerio sacerdotal bajo
las categorías y estructuras del sacerdocio veterot
estamentario o del paga-
nismo, esto es, considerar el sacerdocio ministeria
l como un estamento de
ministros consagrados que median entre Dios y una m
asa de gente pro-
fana. La imposición de esta concepción desplazaría
el binomio “comuni-
dad/pluralidad de ministerios y carismas” por el du
alismo intracomunitario
entre “clérigos” y “laicos”.
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Con base en esta eclesiología del Vaticano II, Estr
ada expone que la peculia-
ridad de la misión de los laicos reside en la trans
formación (consagración)
del mundo desde su fe, insertados en la secularidad
, además de participar
también ministerialmente a la edificación y promoci
ón de la vida interna de
la Iglesia, según los propios carismas recibidos. E
stas funciones del laicado,
son identificadas por el autor, como una manera con
creta de “seguimiento
de Jesús”, es decir, como una manera de rehacer cre
ativamente la historia de
Jesús acomodándola a las propias circunstancias, co
n base en una actitud
permanente de discernimiento. De acuerdo a lo anter
ior, afirmará que todos
los cristianos (los laicos) deben ser miembros acti
vos
en
y
de
la Iglesia, pues
todos han recibido la plenitud del Espíritu y por e
so “nadie puede ser redu-
cido a la pasividad. De ahí que una Iglesia clerica
lizada que monopoliza del
protagonismo para los clérigos atenta contra la dig
nidad de los laicos, a la
eficiencia de la obra de Jesús y a la inspiración d
el Espíritu que inspira a
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