Evolución Y Fe Cristiana

EVOLUCION Y FE CRISTIANA

En la actualidad, la evolución es uno de los principales temas de equivocaciones entre las relaciones de la ciencia y la fe. Algunos utilizan esto, para defender teorías materialistas o ateas, que en verdad no tienen nada que ver con la ciencia. Pero igualmente las teorías deben plantearse desde fuera del ámbito científico, teniendo en cuenta la fe cristiana, es posible afirma que la evolución y la acción del ser de mas allá son compatibles. Una de las verdades de la fe cristiana es que Dios es el creador de todo lo existente, esto quiere decir, que nada existe si no no debe su existencia a Dios, que todas las criaturas dependen completamente de Dios en su ser y también en su actuar. No existe nada independiente del ser y la acción divina.

Por otro lado, el proceso en la ciencia nos permite conocer cada día mejor la naturaleza, cuyo ser se basa y se fundamenta en la acción divina. Las ciencias naturales ponen entre paréntesis las dimensiones básicas de la naturaleza, que son consideradas por la filosofía y por la religión. Pero ese poner entre paréntesis no puede interpretarse como una negación: sería incorrecto atribuir un valor absoluto a unos límites metodológicos. El método de la ciencias naturales es bastante bueno, porque este se limita a los aspectos materiales, repetibles y controlables y deja fuera las dimensiones mas radicales de la realidad. Es decir, el modelo científico no afecta e ninguna manera la doctrina católica sobre la creación y la evolución. La doctrina católica sobre la creación permite ver que la creación y la evolución no se contraponen. Se puede decir que mientras la evolución exista, se puede ver de un modo el poder y la sabiduría de Dios.

Algunos parecen pensar que las teorías evolucionistas explican completamente el origen de todo lo que existe y que, por tanto, nada queda que deba ser explicado mediante la acción divina. No se dan cuenta de los límites de esas teorías que, por muy perfectas que lleguen a ser, dejan fuera las dimensiones radicales de la existencia. El remedio a estas dificultades no consiste en minusvalorarlas, sino en apreciar su valor señalando, al mismo tiempo, sus límites y la necesidad de complementarlas.

La Iglesia enseña que podemos conocer a Dios Creador mediante nuestra razón y que, para que ese conocimiento llegue a todos con facilidad y sin error, la revelación nos certifica con nueva fuerza ese conocimiento. La doctrina sobre la creación se fundamenta especialmente sobre los tres primeros capítulos del libro del Génesis.

Según el modelo admitido por muchos científicos, toda la materia y energía del universo se encontraban, hace unos quince mil millones de años (entre diez y veinte mil), condensadas en una región relativamente pequeña, de una enorme densidad y temperatura, que estalló provocando la sucesiva expansión y la formación de las estrellas, galaxias y planetas. Sin embargo, los científicos advierten que este modelo, aunque esté bien corroborado, puede necesitar correcciones en muchos aspectos.

Si la ciencia afirma que el universo tiene una edad concreta y se va organizando a partir de un estado inicial, parece apoyar la realidad de la creación divina. En efecto, la ciencia natural estudia procesos que van desde un estado de la naturaleza hasta otro, pero no pueden estudiar la producción absoluta del ser ni el gobierno divino. La ciencia natural, por sí sola, no puede afirmar la creación divina.

Se han propuesto diferentes explicaciones científicas para el posible paso de la materia inorgánica a los primeros vivientes, aunque siempre se supone que esos vivientes primitivos serían organismos muy elementales de una sola célula. Existen serias opiniones diferentes entre los científicos acerca de la probabilidad de este paso; algunos piensan que

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