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FENOMENOLOGÍA RELIGIOSA

victoriacruz38Monografía13 de Mayo de 2019

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FENOMENOLOGÍA RELIGIOSA

Factores determinantes de la experiencia religiosa

La primera aproximación a la experiencia religiosa consiste en observar el proceso de su desarrollo tal como aparece a la conciencia subjetiva del hombre que es o dice ser religioso.

Esta observación nos exige situarnos ante el fenómeno religioso como espectadores neutrales, es decir, prescindiendo de nuestra pertenencia o no a una determinada religión y renunciando a toda actividad valorativa o crítica del mismo.

La estructura interna de fenómenos religioso es común a todas las religiones históricas, sea cual fuere la forma concreta y externa que éstas adopten. Por eso, acercarse al estudio de la religión con actitud neutral le ayudará también a comprender la estructura interna del cristianismo.

El ámbito de la experiencia religiosa: lo sagrado

El ámbito de lo sagrado y lo profano

Lo primero que salta a la vista al observador de la experiencia religiosa son dos espacios vitales, en los que el sujeto religioso se mueve de manera diferente: por una parte está el mundo de la vida ordinaria: por otra, el mundo aparte de personas, objetos y símbolos de la vida religiosa.

En el primero, el sujeto se mueve con espontaneidad; en el segundo: con cierto estupor. Para designar este segundo ámbito de la religión utilizamos el término clásico de lo sagrado. Al hablar de lo sagrado no nos referimos a una realidad distinta de la profana:

Lo sagrado es la misma realidad natural en cuanto apela a una presencia ontológicamente última

El ámbito de lo sagrado podríamos compararlo metafóricamente con espacio distinto, en el que se entra a través de una puerta invisible, no por desplazamiento loca sino por la interpelación de algo a Alguien supremo que se hace presente. Con lo sagrado no aludimos, entonces, al térmi¬no de la actitud religiosa, ni a los ele¬mentos subjetivos que ésta comporta, ni a las acciones en que se expresa1 sino a un clima o atmósfera distintos en los que todas estas cosas aparecen inmersas durante la vivencia religiosa

Lo sagrado no es una zona acotada de la realidad, sino una forma peculiar de ser y de aparecer el hombre y la reali¬dad en su conjunto1 que surge cuando aparece lo religioso.

El paso que pueden dar las cosas des¬de un comportamiento neutro a un comportamiento religioso ha sido calificado por M. Eliade corno una ruptu¬ra de nivel que le permita al hombre el acceso, a través de un umbral que rompe la homogeneidad de la realidad, a un orden de ser diferente y definitivo.

Esta ruptura de nivel es la que da lugar a la constitución de lo sagrado como un mundo especifico en relación con lo profano.

RUPTURA DE NIVEL

Un ejemplo aclarará lo que venimos diciendo: ante un gran nogal, mientras el hambriento piensa en sus frutos, el industrial calcula el precio de su madera, el carpintero proyecta un mueble, el ingeniero agrónomo sueña con una repoblación forestal, etc. Todos éstos se mueven en un ámbito profano. El hombre religioso, en cambio (quizá el mismo hambriento, industrial, ebanista o ingeniero de antes), en un preciso momento se siente sobrecogido por las fuerzas secretas que se revelan en ese árbol, por su vez secular, por la impávida fortaleza con que resiste a los elementos naturales..., y de entrada queda suspenso, al verse él también afectado por esas mismas fuerzas superiores. Se encuentra en un ámbito sagrado.

Características de lo sagrado

Propiamente, las cosas no pertenecen al arden de lo profano o al de lo sagrado con exclusión, pueden ser de uno u otro, según remitan o no la Trascendencia.

No obstante, en una consideración abstracta de lo sagrado, pueden establecerse las si¬guientes características:

Lo sagrado es original y totalizador

En la experiencia religiosa ¡O sagrado se presenta al hombre como la razón de ser de lo profano y su origen mismo Todas las cosas profanas, en Su más íntima esencia, son sagradas al estar invadidas por la trascendencia, de ahí el carácter totalizador de lo sagrado.

Lo sagrado es previo y anterior

El hombre creyente no percibe lo sagrado como una proyección de su subjetividad interna hacia fuera, sino como algo que engloba previamente tanto a los aspectos subjetivos de la experiencia religiosa (reacciones anímicas, actitudes, intenciones, etc.), como sus aspectos objetivos (realidades naturales, instituciones, personas, etc.)1 y también como algo anterior a cualquier confesión religiosa concreta.

Lo sagrado no altera la entidad física de los seres

Las cosas y los hombres que se hallan inmersos en el ámbito de lo sagrado no ex¬perimentan por ello ninguna alteración en su naturaleza, en sus propiedades ni en su apariencia externa.

La realidad determinante del ámbito de lo sagrado: el Misterio

En el epígrafe anterior hemos visto cómo el ámbito de lo sagrado hace referencia a la Trascendencia, a Algo o a Alguien que se hace presente en la experiencia religio¬sa. Pero allí no se esclareció ¡a identidad de ese Otro al que los seres apelan. Inten¬temos, ahora, esclarecer esa identidad.

El cristianismo lo identifica como "el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (1 Pe 1,3). Pero otras tradiciones, auténticamente religiosas, se refieren a él con otros nombres, como el Inefable. Por eso, para que nuestra descripción abarque a todas las religiones de la historia, vamos a designarlo como el Misterio, según expresión acuñada por R. Otto en su obra de Lo Santo.

Dada la absoluta superioridad del Misterio, no es posible describirlo por contemplación directa o inmediata: en tal caso, dejaría de ser incontrolable y absoluta. Solamente abordársele por el eco que produce en el sujeto religioso.

Características del Misterio

Vamos ahora a describir las características objetivas con que ese Misterio se pre¬senta a la conciencia religiosa. La descripción se hará por parejas de cualidades opuestas, para que quede más patente el carácter paradójico del Misterio.

Real e indemostrable

Real, porque el Misterio no es una invención del hombre religioso para explicarlo hu¬manamente inexplicable; está ahí y se impone indiscutiblemente, cuando quiere, con todo el peso de su existencia, irreductible a la conciencia subjetiva religiosa. Esto ex¬plica que, cuando el pensamiento humano ha querido expresar esta existencia del Misterio, haya utilizado fórmulas como las de ser puro-ser, o ser necesario, que no debe su existencia a nada ni a nadie, sino solamente a sí mismo.

Y sin embargo, esa existencia del Misterio es indemostrable, porque el hombre reli¬gioso no puede recurrir a ninguna prueba racional para demostrar a otros una pre¬sencia que se le impone con absoluta independencia de su esfuerzo por conseguirla, ni puede recurrir a explicaciones científicas para dar cuenta exhaustiva de su natura¬leza. Es el que es, o sea, el inombrable

Trascendente e inmanente

Transcendente, porque el Misterio carece en nuestro mundo de un punto de compa¬ración para explicar su ser y de un medio técnico para controlar su acción. Por eso, algunos autores se refieren a él con la expresión de lo totalmente Otro, lo absolutamente distinto de todo lo conocido y desconocido

Porque, sin perder su trascendencia, el Misterio es inmanente a todo, haciéndose presente en el fondo subjetivo del hombre mismo San Agustín dirá que, sin dejar de ser "superior summo meo" (más elevado y superior que lo más elevado y sumo de mí) es, al mismo tiempo, "interior intimo meo" (más dentro que lo más interior de mí).

Activo y comprometedor

Activo, porque la presencia inmanente del Misterio en nuestro mundo no es mera¬mente pasiva, sino que se le presenta a la conciencia religiosa dotada de un poder dinámico y una fuerza eficaz que da razón del ser y del obrar de todos los demás se¬res existentes. Por eso, algunos autores han colocado esa potencia activa, en el centro de todo el mundo de lo sagrado.

Comprometedor, porque esa fuerza poderosa no anula la libertad del hombre o pro¬voca su reacción de forma mecánica Por el contrario, respetando la libertad del hombre, solicita su respuesta y promueve su compromiso voluntario en orden a se¬cundar la acción del Misterio en este mundo.

Valioso y gratuito

En efecto, el Misterio es una realidad sumamente valiosa: vale por sí misma y con¬fiere valor a todo lo que existe. O, en expresión de J Martín Velasco, "la que es dig¬na de ser en sí misma y hace digno de ser a todo lo que es".

Gratuito, porque el Bien supremo, el Misterio vale, pero por poseer esa bondad en grado sumo no Sirve. Podríamos decir que da sentido último, pero no utilidades in¬mediatas. Vale por lo que es, no por lo que procura o promete al hombre. No es ma¬nipulable por el hombre para despejar sus incógnitas ni para satisfacer sus deseos. Por eso lo llamamos gratuito.

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